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lunes, 31 de agosto de 2020

Son los de siempre.



Raúl Solís, periodista del Correo del Sur:



"Su ideología es la muerte. Son los herederos ideológicos de quienes mataron a nuestros abuelos, de quienes los tiraron a cunetas inmundas, de quienes violaron a nuestras abuelas después de quedar viudas, de quienes sacaron a nuestras madres de la escuela con ocho o nueve años para ponerlas a fregar de rodillas los suelos por donde escupían el puro o caían borrachos después de una buena jarana.

Son los hijos y nietos de quienes raparon a nuestras abuelas y las pasearon en ropa interior por el pueblo con la única finalidad de humillarlas. Son ellos, los herederos de quienes se follaron a todos aquellos maricones y travestis en la oscuridad de la noche pero de día los ejecutaban en el paredón como si no supieran quiénes eran.

Son los mismos que necesitaban ir armados y ser media docena para detener a un solo hombre bueno, despojarlo de su casa, su familia, llevárselo a una prisión inmunda, hacerlo desaparecer y sacarlo de madrugada en una saca para dispararle por la espalda en la tapia de cualquier cementerio.

Son los que mataron a Federico García Lorca; a Blas Infante; a Octavio, el padre de Angustias, quien ha muerto con 90 años sin poder saber dónde llevarle flores al cuerpo del hombre que le dio la vida.

Son los mismos que fueron a buscar al hijo y marido de Luisa, una mujer que huyó con sus cinco criaturas desde Córdoba hasta Jaén para salvar el pellejo de ella misma y de los cuatro hijos que le quedaban. Sacerdotes de la muerte incapaces de hacer crecer nada bueno a su paso.

Son los funcionarios de las prisiones franquistas, los vecinos chivatos que a tanta gente delataron durante la dictadura o el muerto de hambre con el estómago lleno que por eso cree que ya forma parte de la familia del señorito.

Son los mismos que mataron a los abogados laboralistas de Atocha, en plena Transición, mientras defendían los derechos de los trabajadores más humildes. Son los herederos de quienes dieron el golpe de Estado contra la democracia española en 1936, el frustrado del 23F de 1981 y los que lo darían de nuevo, mañana si pudiesen.

Son los ídolos de quienes matan cada año a casi 100 mujeres porque se piensan que son suyas. Son los mismos que encerraban a Manolita en el cementerio de su pueblo para que los turistas no vieran que era transexual en los años 60.

Son los mismos que se subastaban a los jornaleros andaluces y extremeños en la plaza del pueblo como hacían los esclavistas con los negros antes de subir a las galeras de los barcos. Son los mismos que abusaban sexualmente de las criadas, las quedaban preñadas y, cuando parían, las despedían sin reconocer al bebé y manchando la reputación de la víctima para toda su vida.

Son los herederos de quienes llenaron Europa de muerte, campos de concentración y hogueras de libros porque en ellos se enaltecía el amor por la vida, el conocimiento y la comprensión de quien piensa diferente.

Son los que nos negarían a nosotros mismos el auxilio si fuéramos personas migrantes y tuviéramos que huir despavoridos del hambre, la miseria o una crisis sanitaria como la que estamos viviendo. Son los referentes de las manadas de violadores que salen en pandilla a penetrar vilmente la vagina y boca de una niña de 19 años.

Son los mismos. Su ideología es la muerte. No tienen amor por el teatro, ni por la literatura, ni por el cine, ni por la pintura, ni por la poesía, ni por la escultura, ni por ninguna de las artes que al resto de los mortales nos hacen olvidar que existe la muerte. Sus mayores hobbies están vinculados a la destrucción de la vida: irse de putas, de montería o portar armas.

Su ideología es la exaltación de la muerte. Por eso defienden la privatización de la Sanidad y Educación o los recortes en Ciencia y Servicios Sociales, mientras abogan por aumentar el gasto en pistolas de último diseño para combatir la desigualdad social y en bonificaciones fiscales y subvenciones para la tauromaquia.

Son los cobardes del colegio. Los que se meten con el niño más pobre, con el que más pluma tiene, con el que peores notas saca, con el más tímido, con el que tiene alguna discapacidad o con el menos popular.

Son también los lacayos del poder. Los que le perdonan a los bancos los 60.000 millones de euros que los españoles les hemos prestado, los que votan en contra de subirle el sueldo a un trabajador que cobra 900 euros, quienes están en contra de que la señora extranjera que cuida de sus padres, de forma interna, tenga papeles para que pueda ser libre y huir de un ambiente laboral humillante y vejatorio.

Son mala gente que camina, que dice el poeta Benjamín Prado, gente bien vestida, aseada, perfumada, acomodados desde que los echaron del vientre de su madre; pijazos que no conocen más esfuerzo que levantarse a las seis de la mañana para irse de montería o a alguna capea; seres arrogantes que no saben lo que humaniza ir al cajero, que no haya dinero y falten diez días para que termine el mes; que tu madre te diga que tienes que ir al colegio con los zapatos rotos hasta que la situación económica mejore o recibir la orden de corte de la luz por impago.

Son los chupópteros de lo público, los golfos de la universidad que al final tienen que irse a la privada para pagar el título, son los que con contactos, herencia y sin esfuerzos lo han conseguido todo en la vida. Son los que están acostumbrados a ganar hasta cuando pierden.
Son los mismos de siempre, aunque se vistan de verde, por eso han sembrado la Gran Vía de ataúdes. Es lo que han hecho toda la vida, es lo que hicieron sus bisabuelos, abuelos y padres ideológicos. El triunfo de su ideología sería ver a nuestro país enterrado en cajas de madera. Su ideología es la muerte. Son fascistas."

Resumen de prensa. 31/08/2020


Forges on Twitter: "Efeméride Agostí Final, de 31 de Agosto.- #forges  http://t.co/fdAoWEEoC7"


 Azuqueca de Henares

Pieza arqueológica 

      AZUQUECA      
DE 
HENARES.

                     Agosto 2020, página web oficial.


eldiadigital.es Periódico de Castilla-La Mancha

El decano del Colegio de Abogados de Guadalajara defiende la modificación de las leyes para acabar con los 'okupas'

Posdata: El decano debería saber que esa ley existe y se aplica, claro que el decano a lo mejor tiene amigos en Bankia, o otros similares...


El diario del campo de Castilla-La Mancha

¿Cuáles son los trabajos agrarios y ganaderos mejor y peor remunerados?

La leche DOP Queso Manchego se revaloriza un 5% anual tras su última subida

Hasta 18 septiembre 2020. Ayudas financiación a explotaciones agrarias por sequía...

Alertan sobre aparición plagas en terrenos afectados por incendio de Barchín



Europa- press
Guadalajara-CyLM.

Posdata , A ver si hay suerte y llega a Azuqueca.

NOTICIAS:

Hablemos con franqueza sobre la salud mental en el lugar de trabajo






CCOO y UGT firman convenios para siete de cada diez trabajadores vascos

Sindicatos demandarán a la Xunta por vulnerar derechos al descontar sueldo a técnicos forestales en huelga


domingo, 30 de agosto de 2020

Año 7. Nº 473. 47 años. Construcción. Burganes de Valverde. Zamora.

Muere un hombre de 47 años tras caer de un andamio en Burganes de Valverde (Zamora)

Salamanca 24 horas
Fallece un hombre al caer de un andamio en Burganes de Valverde (Zamora) |  Sociedad | Edición Castilla y León | Agencia EFE


 
 Día 243
Trabajadores muertos.
"473"
El personal sanitario confirmó el fallecimiento en el lugar
Un hombre de 47 años ha fallecido tras caer de un andamio en Burganes de Valverde (Zamora), según ha indicado el Centro de Emergencias Castilla y León 1-1-2.
El suceso ha ocurrido minutos antes de las 10.21 horas de este sábado, cuando el hombre ha quedado inconsciente tras la caída.
La sala de operaciones del 1-1-2 ha dado aviso del incidente a la Guardia Civil (COS) y a Emergencias Sanitarias - Sacyl, que ha enviado una UVI móvil, cuyo personal ha confirmado en el lugar el fallecimiento del herido, un varón de 47 años.

Legionario asesinado, no fue accidente..

El padre del soldado muerto por un disparo «Mi hijo coincidió con la basura de la Legión»

 |  | Palma | 


Juanjo Jiménez y su hijo, Alejandro Jiménez.

Juanjo Jiménez y su hijo, Alejandro Jiménez.

Redacción Sucesos



El juez togado militar número 23 de Almería ha procesado al sargento que disparó al legionario mallorquín Alejandro Jiménez el año pasado en Agost (Alicante), a un capitán, dos tenientes, un cabo y tres soldados de la Legión por encubrir la muerte del joven. Están acusados de delitos de encubrimiento, deslealtad, desobediencia y obstrucción a la Justicia, según adelantó este jueves el periódico El País.
Juanjo Jiménez, el padre del joven legionario, declaró este viernes por teléfono a este diario que los ocho investigados «son basura». El Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil reveló que el proyectil que mató a su hijo salió del arma del sargento y no fue un rebote. «Mi hijo coincidió con la basura de la Legión», lamentó.
El juez militar desgrana en un auto de 150 folios una serie de irregularidades relacionadas con este caso, que en un principio se dio a conocer como un accidente. El autor del disparo que acabó con la vida del legionario mallorquín, que tenía 21 años, aseguró entonces que la víctima había sido alcanzado por el rebote de un proyectil que le entró por la axila.
El padre del fallecido manifestó que los investigados «han creado una mentira para defender al que disparó a bocajarro a mi hijo. No tienen vergüenza». El sargento, explicó el hombre, «me pasó la mano por la espalda durante cuatro meses hasta que se levantó el secreto de sumario». El juez procesa al sargento por un supuesto delito de homicidio imprudente, abuso de autoridad y obstrucción a la Justicia y pide 330.000 euros de responsabilidad civil. Un soldado amigo de Alejandro Jiménez tuvo el valor de declarar la verdad de lo sucedido ese día. «El chaval está de baja psicológica. Grabó las conversaciones y las aportó al juez que investiga el caso», añadió Juanjo Jiménez, que se pregunta quién mintió sobre lo ocurrido en el campo de maniobras de Agost, Alicante, el 25 de marzo de 2019.
El juez ordenó una segunda autopsia para reconstruir la trayectoria de la bala
Alejandro Jiménez murió tras el disparo de un fusil HK del calibre 5.56. El juez paralizó la incineración del cuerpo y ordenó una segunda autopsia para reconstruir la trayectoria de la bala.
El capitán contó a los investigadores que había sido un accidente: «Ha sido un rebote. No hace falta ser un lince». La Guardia Civil desmontó esa versión tras una investigación repleta de obstáculos. El padre del joven recorrió más de 700 kilómetros en coche para acceder al lugar donde murió su hijo.

Año 6. Nº 109. 22 años. Militar. Agost. Alicante

víctimas  laborales


Día 86
"2019"

"109"

Trabajadores muertos

Muere por disparo un joven militar de 22 años durante unos ejercicios de adiestramiento

Resultado de imagen de legionario muerto
Un legionario ha muerto la tarde de este lunes como consecuencia de un disparo recibido durante unos ejercicios de adiestramiento en el Campo de Maniobras de Agost (Alicante), según han informado a Europa Press fuentes del Ejército de Tierra.
El fallecido es el caballero legionario Alejandro J.C., de 22 años y natural de Palma de Mallorca, perteneciente al Tercio 'Don Juan de Austria' 3º de La Legión, integrado en la BRILEG 'Rey Alfonso XIII' y desplegado en la Base 'Álvarez de Sotomayor' en Viator (Almería).
El soldado, que se encontraba en el compromiso inicial, se había incorporado al Tercio 'Don Juan de Austria' 3º de La Legión el pasado mes de noviembre.

El verano del odio.

Y solo el hombre tiene el mal, dejar hacer, dejar pasar, ¡¡¡ pero yo hoy me paro y basta !!!.

El verano del odio

La Marea.
Fotograma de 'Cinema Paradiso'

"Recordar la vida útil del odio, cómo se gesta, se reproduce, se materializa y lo difícil que resulta que muera, siempre es un ejercicio recomendable para evitar seguir acercándonos al precipicio. Una vez despeñados, la vuelta atrás, la reconstrucción de los delicados mimbres democráticos de la convivencia, requiere, cuando menos, décadas", escribe la autora.

Sabes que sin violencia estarías perdido

y le metes tu mierda de miedo en el hocico

Islamabad, Los Planetas
Solo hay algo peor que el odio: cuando se ha inoculado tanto, que el enemigo es aniquilado con indiferencia. Lo constaté cuando un paramilitar colombiano me describió paso a paso, mirándome a los ojos y ante la cámara, cómo había descuartizado con cuchillos y sierras mecánicas a decenas de campesinos indefensos. Lo hacía con una frialdad técnica: primero, la cabeza; después, los brazos y las piernas. Cuando le pregunté por qué lo hacía, por qué estos grupos criminales que durante años actuaron en connivencia, cuando no en colaboración directa con el Estado, se ensañaban así con sus víctimas, no me respondió la motivación económica o política. Me miró extrañado y respondió: “Porque así el agujero que hay que cavar para enterrarlos es más pequeño”. Para él era simplemente cuestión de lógica; para mí, la lógica de la espiral deshumanizadora de la violencia.
Nos lo contó en la sede del Cuerpo Técnico de Investigación, perteneciente a la Fiscalía. El Edificio Mónaco, que si no fuese Colombia podría tildarse de paradójico, fue hasta finales de los 80 una de las residencias de la familia de Pablo Escobar. En 1988, el cartel de Cali explosionó en su entrada un coche bomba con 80 kilos de dinamita, provocando tres muertos, una decena de heridos, destrozos en cuatro cuadras a la redonda y, sobre todo, la mayor guerra entre carteles de la droga que el país había vivido hasta el momento. 
Obviamente España no es Colombia, ni su contexto e historia son comparables. Pero recordar la vida útil del odio, cómo se gesta, se reproduce, se materializa y lo difícil que resulta que muera, siempre es un ejercicio recomendable para evitar seguir acercándonos al precipicio. Una vez despeñados, la vuelta atrás, la reconstrucción de los delicados mimbres democráticos de la convivencia, requiere, cuando menos, décadas. 
Este verano tocaba gestionar el duelo por las más de 30.000 personas que han muerto, solo en España, por la covid; por las terribles condiciones en las que expiraron muchas de ellas y por el desasosiego de sus seres queridos; por la pérdida de esa vieja normalidad a la que nunca debimos acostumbrarnos pero en la que, al menos, podíamos tocarnos, abrazarnos, besarnos, consolarnos; un añorado y despiadado pasado en el que podíamos restregarnos bailando, emborracharnos gritando, enamorarnos follando… sin la losa de convertir nuestros cuerpos en los potenciales aniquiladores de nuestros seres queridos, sin convertirnos en eslabones de la red de contagios. 
Y, por el contrario, al menos yo, recordaré estos meses como aquellos en los que años de irresponsabilidad, de banalización del mal, de degradación de la ética pública cristalizaron en el verano del odio. Un odio corrosivo, viscoso y casi bíblico: el odio que destila el exvecino del vicepresidente Pablo Iglesias advirtiéndole, frente a la fachada de su casa, que “algún día tendrá que abandonar este país”; el odio de las pintadas en la carretera del pueblo asturiano en el que fue a descansar con la ministra Montero y sus hijos; el odio antifeminista de los tuits contra las personas trans; el odio racista contra Berto Romero por declararse equidistante en la cuestión catalana; el odio de los insultos contra el presidente Pedro Sánchez en Doñana;  el odio entre feministas por su posición ante la controversia de la prostitución; el odio hacia cualquiera con el que no se coincida en un 90% de sus opiniones; el odio esparcido a espuertas desde el Parlamento, desde algunas ondas, desde bastantes televisiones, desde muchas cabeceras.
Odio producido por los que se lucran y medran a base de esparcir mierda, pero también odio desde los que han quedado atrapados por la espiral del miedo, la incertidumbre y la impotencia. Recordaré este verano como aquel en el que pasamos de la indignación perpetua, estéril, agotadora, al odio descarnado, corpóreo, musculado… especialmente en las redes sociales. 
Son muchas las personas que han anunciado en estas semanas que abandonan Twitter por su desazón ante tanta virulencia. Las entiendo. Es más, me parece la opción más inteligente en esta revolución que tenemos pendiente de recuperar el control del tiempo, de arrebatárselo a los hombres grises que están detrás de esa industria multimillonaria de la desinformación, la crispación y la polarización. Pero me resisto a dar por perdido otro espacio. Internet nació con una vocación libertaria y, aunque desde sus inicios Estados Unidos entendió bien sus peligros y se hizo con su control, siguió siendo durante años un territorio desde el que intentar construir relaciones igualitarias de libre expresión. Resulta obvio que hemos perdido la batalla con el control de las grandes corporaciones tecnológicas lucrándose con nuestros datos. Pero, si nos vamos, ¿quién se quedará construyendo la opinión pública tuiteada? 
Contemplar las batidas de odio debilita, agrisa, entristece y envejece. Nos hunde en la peor de las sensaciones: la impotencia. Compartirlas sin contextualizarlas, enmarcadas en exabruptos, las fortalece a través de los endiablados algoritmos, como nos advierten cuentas tan lúcidas como @nolesdescasito. Pero esto va mucho más allá: necesitamos urgentemente descansar del odio y refugiarnos en la ternura. Escuchar en bucle la banda sonora o, qué diablos, volver a ver Cinema Paradiso; releer Solo pido un poco de belleza, de Bru Rovira; pintar sin mayores pretensiones, como cuando éramos niños; apaciguar las ansias de ver a la hija de la amiga querida, alumbrada en plena pandemia, revisando las fotos de aquel verano compartido de risas y salitre; escribir y describir la desazón a mano, y cantar y bailar el “Islamabad” de Los Planetas como si nos acompañara en el escenario un Young Beef desatado.