Fuente ,Un espia en el concreso.
¿A qué se debe su extremada crueldad? Rajoy es insensible al drama cotidiano de 6 millones de españoles en paro, 300.000 estafados por los bancos, la mayoría ancianos, 425.000 personas desahuciadas, más de 700.000 ciudadanos exiliados, 983.000 jóvenes sin empleo y sin futuro (57,7%, la más alta de Europa y gran parte del mundo), otros 1,4 millones ciudadanos sin luz ni calefacción, cortada en invierno, más de 15.000 suicidios en los 5 años de crisis…
Y lo que es peor: el hambre física que ha vuelto a España y que no se
veía desde la posguerra civil. Los bancos de alimentos y las ONG, ya
sean católicas o laicas, claman al cielo por la insensibilidad de un presidente que es incapaz de ver más allá de sus narices el drama del hambre infantil que golpea a su pueblo: 2,2 millones de niños afectados.
Él todo lo soluciona con una frase ocurrente, un refrán que cree
gracioso y que su corte de aduladores le ríe, una timidez enfermiza y un
complejo de culpa por lo que sabe de su pasado, borrascoso, oscuro y
falaz.
Frente a la total incomprensión de los medios de comunicación españoles, “Espía en el Congreso” investigó la biografía oficial de Rajoy
para intentar comprender las razones de su rostro de hielo, su
arraigada tolerancia –cuando no connivencia e incluso autoría– con el
delito administrativo y el nepotismo, y su desdén hacia el sufrimiento
ajeno. Según cuentan varios ciudadanos gallegos asqueados con la
corrupción que nos han hecho llegar su testimonio, Rajoy fue un chico atormentado en su infancia, adolescencia y vida universitaria
por las continuas bromas de sus compañeros, a veces crueles, debido a
su ambigua identidad sexual, algo que ocultan todas sus biografías
oficiales.
El ciudadano mayor de edad no puede conocer ese dato de su presidente
de Gobierno o candidato al cargo porque investigarlo es “políticamente
incorrecto”. Algo incomprensible en una democracia que se precie, y no
solo las anglosajonas. Lo cierto es que a su timidez y ambigüedad sexual
le sumó el grave accidente de tráfico que le desfiguró el rostro y le
convirtió durante años en un monstruo acomplejado y frío que sólo podía
tener sexo por dinero. “Nadie quería ligar con él, por eso su vida siempre la hacía fuera de Pontevedra”, señala una allegada suya. Y el suplicio, que ahora le devuelve con creces a los españoles, duró años.
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