Comentario del diarista:
Aquellos que privatizáis hasta el más pequeño de los servicios
públicos que nuestros padres y abuelos nos dejaron, lo pagareis antes o después,
estáis traicionando a vuestros ancestros y eso solo se paga de una forma.
Como sé que a todos mis seguidores les gusta leer, espero que a los políticos
locales también , aunque empiezo a tener la duda, os dejo este seminario sobre
la defensa o defenestración de lo publico o por que nos están saqueando nuestros derechos.
Hay quienes se esconden tras eufemismos para tapar la vergüenza lo llaman externalizar,
encomendar, colaboración publico privada, cuando en realidad están colaborando
con la destrucción de lo común, cada cual aporta su granito de arena en tirar
por tierra el trabajo de abuelos y padres, muchas veces desde el mal llamado
progresismo de izquierdas que no es otra cosa que el capitalismo bajo una piel
de cordero.
Esos son los peores , un progresista convencido de que la privatización de
servicios públicos es el futuro ya no volverá a valorar la vuelta atrás a lo común
y esa batalla el pueblo la pierde desde el minuto uno, por eso hay que hacerle
frente para parar en la medida de lo posible la rapiña de que todo aquello que
genere dinero debe ser privado y lo que genere perdidas publico, no caigáis en
esa trampa y tu político privatizador de tu país, de tu región de tu
ciudad de tu pueblo no traiciones a tu gente defiende siempre lo público contra
los buitres capitalistas.
Privatizaciones: la batalla del Capital para apropiarse de lo público
Los gobernantes están llevando a cabo numerosas “políticas de
ajuste”, debido aparentemente a la urgencia de reducir el déficit y la
deuda pública ante la presión de los mercados financieros, especialmente
en los países europeos periféricos. Según nos dicen, estas políticas
persiguen, en el corto plazo, privilegiar la reducción de los
desequilibrios fiscales y disminuir el déficit público.
Además de demostrar a los mercados financieros que las cuentas
públicas priorizan el pago de la deuda por encima de todo, las medidas
de ajuste fiscal van más allá de estos efectos inminentes y tienen
graves consecuencias para el bienestar de las clases populares.
Configuran un escenario económico y político que determinará el
desarrollo futuro del capitalismo. Están aprovechando para hacer
profundos cambios en el marco institucional, conformado por derechos y
regulaciones que delimitan el comportamiento de los capitales y la
separación entre lo público y lo privado. Con la excusa de la deuda, el
capital está librando en el sector público una de sus más importantes
batallas para salir de la crisis y conformar el futuro del capitalismo.
Entre otras políticas, haciendo caso al fundamentalismo neoliberal de
las instituciones internacionales, las empresas y sus lobbies y los
gobiernos se han lanzado a liberalizar, privatizar y desmantelar el
Estado del bienestar.
Saqueo a gran escala
En las sociedades capitalistas, en la actividad económica y en la
reproducción social de las personas confluyen el sector público –Estado–
y el sector privado –mercado-. La dimensión y el papel de cada uno de
estos ámbitos dependen del desarrollo histórico y son fruto de múltiples
fuerzas. El sector público y el privado plantean maneras diferentes de
acceso a los servicios y bienes. La lógica privada es la mercantil,
producir mercancías para venderlas y que los capitalistas obtengan un
beneficio. La lógica pública se basa, por el contrario, en la
solidaridad y la universalidad en el acceso a los bienes y servicios. Lo
que, en principio, no conduce a obtener beneficios directos por dichos
servicios1. Como en el capitalismo la producción y
distribución de los recursos obedece a la lógica del máximo beneficio
para el capital, en el mismo se procura la mercantilización al máximo de
todos los aspectos de la vida de las personas. En este sistema, las
conquistas sociales, la provisión de servicios públicos no
mercantilizados, van a tener siempre un carácter muy limitado.
Las privatizaciones persiguen objetivos diversos y se llevan a cabo
de maneras diferentes. En todas ellas, el sector privado se refuerza en
dos terrenos: el material, porque se apropia o reapropia (porque en
muchos casos lo que están desmantelando son las conquistas de las luchas
populares en el pasado) de las riquezas materiales, y el del poder,
porque imponen una disciplina al comportamiento de las personas
sometiéndolas, aún más, a la lógica mercantil, dinamitando la
solidaridad. El neoliberalismo ha supuesto la retirada del Estado en
algunos ámbitos de los derechos sociales 2 y la expansión del mercado. No podemos aquí explicar el desarrollo del proceso privatizador3,
pero vale la pena señalar que las áreas en que el sector público ha ido
abandonado su participación en favor de la iniciativa privada son
diversas: la actividad económica directa como productor (privatización
de las empresas productivas), la provisión de servicios públicos básicos
(agua, luz, energía, comunicaciones), y, más recientemente, los
servicios sociales del estado de bienestar (salud, educación,
pensiones).
La privatización de la actividad pública puede parecer que implica
una retirada del Estado, pero esto no equivale, como se nos suele
plantear, a una reducción del peso del sector público. El Estado, aún
cuando se ha desprendido de algunas de sus actividades, que han pasado a
manos privadas, sigue siendo muy importante, lo que ocurre es que ahora
se preocupa muchísimo más de procurar el interés privado. Ejerciendo
una función de redistribución invierte el flujo del reparto, y en vez de
apoyar la reproducción social, con la privatización y los recortes
sociales está transfiriendo más riqueza y más poder a los poderosos, a
la vez que intensifica la represión contra las poblaciones y el control
social. “Las tácticas redistribuidoras del neoliberalismo son amplias,
sofisticadas, frecuentemente marcadas por estratagemas ideológicas, pero
devastadoras para la dignidad y el bienestar social de poblaciones y
territorios vulnerables4”. El sector público es ahora
más laxo y muy permeable a los intereses del mercado. Por ejemplo, se ha
buscado una mayor interrelación entre lo público y lo privado para que
las empresas obtengan beneficios desempeñando actividades de la esfera
pública a la vez que se nutren de fondos públicos y se aprovechan de las
garantías que da el Estado.
Las (falsas) razones para la privatización
El triunfo del neoliberalismo en la década de los 80 destruyó el
keynesianismo que había dominado tras la segunda guerra mundial y
restauró el enfoque liberal, dominante antes de la crisis del 1929,
según el cual el Estado no tiene que ocuparse más que de asegurar la ley
y el orden para proteger especialmente la propiedad privada y los
intereses económicos. Y el mercado, ha de ser el principal proveedor de
todo aquello necesario para la reproducción social. Este enfoque ha
vuelto con fuerza con el neoliberalismo, se está llevando a cabo desde
los años ochenta y continúa en la actualidad.
Las razones que se han dado para justificar las privatizaciones han
sido distintas según el contexto histórico. Pero en primer lugar
conviene detenerse en revisar los falsos argumentos en que apoya la
privatización.
El argumento de la eficiencia.
En las primeras
privatizaciones durante los años ochenta del siglo XX, en que los
estados vendieron las empresas productivas, las razones aducidas estaban
relacionadas con la eficiencia de las empresas. Se decía que las
empresas privadas son más eficientes y competitivas, que disponen de
mejor tecnología y menos burocracia. En cambio, se consideraba que las
empresas públicas tenían pérdidas, que generaban déficit y deuda
pública. Se nos intentaba convencer de que el sector público no actúa de
manera eficiente debido a la codicia de los políticos y a los derroches
de los gestores, que como no son propietarios (privados) de los
recursos, se dedican a malgastar el dinero de todos. Mientras que,
supuestamente, la iniciativa privada garantiza una utilización óptima.
En realidad, estos argumentos se repiten constantemente pero nunca se
presentan pruebas empíricas sólidas que los validen. Porque no las hay.
Porque es imposible demostrar que las empresas privadas sean, por ser
privadas, más eficientes. En algunos casos sí, en otros no; algunas
empresas públicas permiten a algunas personas enriquecerse a costa de
los recursos colectivos, y en algunas empresas privadas hay corrupción5.
Asimismo, con la crisis, muchas empresas privadas han quebrado, y otras
necesitan ayudas públicas para subsistir, por lo que no se puede
demostrar que el mercado es más eficiente (¡sino todo lo contrario!).
Sin embargo, se siguen defendiendo dogmáticamente estos argumentos
falaces.
La libertad de elegir.
Cuando ya se vendieron una
gran parte de las empresas productivas, las privatizaciones adoptaron
formas más complejas, incluso más sutiles, y se ampliaron al ámbito de
los servicios públicos y los servicios sociales. Para justificar la
liberalización de los servicios, se continuó repitiendo que el sector
privado puede prestar los servicios de manera más eficiente. Y se añadió
que en el mercado, al estar abierto a la competencia, no habría
monopolios, ni burocracias como en las grandes empresas públicas (por
ejemplo Telefónica), y eso beneficiaria a los consumidores, porque
tendrían la libertad de elegir entre distintos proveedores que además se
esforzarían para ofrecer los mejores precios y servicios. Se trató de
justificar así la privatización de los servicios públicos como las
telecomunicaciones, el agua o la energía. Pero también los servicios
sociales. Por ejemplo, para justificar la educación privada, se
argumenta que las familias ganan en libertad de elección de los centros
educativos para sus hijos. Lo mismo para la sanidad privada, ya que las
distintas mutuas permiten elegir los médicos. Es cierto que la
iniciativa privada permite una mayor posibilidad de elección, pero
¡solamente para quienes puedan pagarlos! La provisión privada genera una
enorme desigualdad en el acceso a servicios que además son esenciales
para la reproducción social.
Abuso de los usuarios.
Se insiste en que los
usuarios “abusan” de los servicios sociales (sanidad, bajas por
enfermedad, prestaciones de paro) porque no tienen que pagar por ellos.
Se dice que, si en vez de ser provistos como un derecho de los
ciudadanos éstos se convirtieran en mercancías que las personas tuvieran
que pagar con sus propios recursos, su comportamiento se haría más
responsable y no habría tantos abusos. Pero es obvio que los abusos,
mucho menores de los que nos quieren hacer creer, se podrían corregir
con otros sistemas y, además, la provisión privada, si no se paga por
servicio (por ejemplo, en las mutuas de sanidad no se paga por cada
servicio recibido) tampoco aseguran que el abuso no se produzca.
Alto coste de los servicios.
En pensiones se señala
que la gente vive muchos años, y que el envejecimiento demográfico
disparará el gasto. Se insiste en que las prestaciones del paro son tan
generosas que provocan que los desempleados dejen de buscar trabajo. Se
argumenta que el gasto en salud aumenta de forma desmesurada, porque la
medicina pública utiliza las nuevas tecnologías más caras y se utilizan
medicinas más complejas. Todos estos argumentos pueden ser refutados
fácilmente: en unos casos (pensiones) no esta demostrado que tenga que
existir necesariamente una crisis por razones demográficas, en otros,
los ‘argumentos’ aducidos son simplemente opiniones no demostradas que
suponen una evaluación social muy negativa de los beneficiarios de los
servicios sociales planteadas por aquellos que favorecen la
privatización.
Falta de fondos públicos:
Con la crisis, se está
dando mucha más fuerza a una excusa que se venía utilizando en los
últimos años: los Estados no tienen dinero para financiar los servicios
públicos, especialmente los servicios sociales. Afirman que el objetivo
principal de las recientes ventas de activos públicos es el ingreso de
recursos o la disminución del gasto (en el caso de los servicios
sociales) para reducir el déficit. Y, con el argumento de la necesidad
del equilibrio fiscal, los estados están llevando a cabo privatizaciones
y recortes de forma salvaje. Se insiste en que el Estado del bienestar
es insostenible, y dan la impresión de que el gasto social es
desmesurado y que ahoga el conjunto de la economía y pone en peligro la
solvencia de los países. Pero, la afirmación de que no hay recursos para
los servicios públicos solamente es cierta si se acepta una determinada
distribución de la renta que facilite que los ricos no paguen por los
servicios públicos. La riqueza social es única, pero se distribuye entre
distintos grupos sociales. Y de esta distribución depende en qué y
quien puede gastar. Cada vez más, se exige al sector público que procure
un contexto favorable a la competitividad, es decir, que no entorpezca
los beneficios privados. Entonces, además de reducir las regulaciones
administrativas y las obligaciones de los empresarios hacia los
trabajadores, se han ido rebajando los impuestos sobre la capacidad
económica (impuestos directos), especialmente alos más ricos. Los
impuestos sobre las rentas más altas y los beneficios empresariales son
cada vez más bajos, y se han eliminado impuestos sobre el patrimonio y
las herencias. No es que no haya dinero sino que éste está cada vez más
concentrado en unas pocas manos. En nuestras sociedades, se produce cada
vez mayor riqueza, y cuando esto no ocurre es porque la irracionalidad
del propio capitalismo conduce a la crisis. El deterioro de los
mecanismos de redistribución de la renta hace que esta mayor riqueza no
se destine a mejorar lo público sino para beneficio del capital privado.
Si hay dinero para los intereses económicos (que lo hay y mucho), y los
intereses políticos, no puede justificarse que no haya dinero para los
servicios públicos.
Los gobernantes están vendiendo los países, transfiriendo a manos
privadas activos del sector público que han sido financiados por los
impuestos de los contribuyentes, y que sirven para satisfacer las
necesidades de una forma más colectiva. Los derechos sociales están
siendo desmantelados a un ritmo acelerado (recortes en sanidad,
pensiones, etc), en cambio, las empresas y los bancos han absorbido
grandes cantidades de ayudas públicas. Y además, muchos de ellos están
obteniendo enormes beneficios. Es aberrante que, aún así, se continúe
insistiendo en que no hay dinero. Y lo más grave, se re-formula el
estado del bienestar para devaluar los derechos sociales, y se nos dice
que para mantener los derechos (pensiones, sanidad, educación) debemos
renunciar a buena parte de ellos. Bajo la lógica de los recortes y la
privatización, solamente podemos aspirar a un nivel mínimo, muy
asistencial, de servicios públicos, y a partir de aquí, que cada cual se
ocupe de si mismo y el que pueda, se pague su plan de pensiones y su
mutua privada. ¿A qué tipo de sociedad nos lleva el hecho de que una
supuesta eficiencia económica se anteponga al bienestar de la gente? ¿y
de que el individualismo y la competencia rija el comportamiento de las
personas?
Todos estos argumentos, y muchos otros, son absolutamente falsos.
La
realidad de la privatización suele estar muy alejada de los
planteamientos teóricos que la defienden: los servicios privados no son
más baratos, y casi nunca de mejor calidad. Que el objetivo último de
una actividad sea obtener el máximo beneficio al menor coste implica el
deterioro de la calidad del servicio prestado y de las condiciones de
trabajo de los y las trabajadoras. Las comparativas indican que el
sector público suele ser más eficiente, puesto que no debe generar
beneficios para que alguien se los apropie, y porque la producción y
gestión conjunta de los bienes y servicios es más económica. Asimismo,
está comprobado que las privatizaciones suelen acabar en monopolios u
oligopolios privados (telecomunicaciones y la energía). En cuanto a la
burocracia, se ha demostrado que ésta no se reduce con la privatización
(en sí misma), y que si existe voluntad de mejorarla se puede lograr
mediante distintos sistemas de control.
Por otra parte, cuando las empresas públicas producen pérdidas,
siempre se destinan numerosos recursos públicos a sanearlas antes de
venderlas. No hay duda de que los servicios que se privatizan en última
instancia tienen que ser rentables, porque sino no habría empresas
dispuestas a explotarlos. Y si son rentables, significa que el sector
público renuncia al patrimonio que ha acumulado y los recursos futuros
para cederlos a una empresa privada (pan para hoy, hambre para mañana)
En los casos en que las empresas privadas actúan conjuntamente con la
administración para hacerse cargo de la producción de servicios de
titularidad pública, siempre lo hacen a cambio de unas rentabilidades
que van a costa de los ciudadanos, ya que las pagamos mediante impuestos
e incluso mediante precios. Y además, la administración, que mantiene
la titularidad del servicio, sigue siendo responsable, con lo cual las
empresas no han de asumir los riesgos de que el negocio salga mal.
Las privatizaciones son una oportunidad extraordinaria para el
capital. Se está dando un impulso a la supervivencia del capitalismo
ampliando su campo de expansión mediante la apropiación de las riquezas
materiales colectivas y la degradación de los derechos sociales.
Las verdaderas razones de la privatización. Todo lo que dé dinero, debe ser privado, y lo que arroje pérdidas, público
Es escandaloso que todos los sectores que influyen en la opinión
pública desprestigien todo lo público, especialmente los servicios de
carácter social, y que escondan las verdaderas razones de la
privatización. Que son, en estos momentos, que el capital está
aprovechando las convulsiones de los mercados y los apuros de las
finanzas de los gobiernos para imponer una reestructuración del Estado
de gran calado, que no es nueva, pero que ahora se intensifica. La
privatización no se explica por unas decisiones concretas que han
supuesto unas ventajas puntuales, sobretodo ingresos al erario público.
Se trata de una cuestión más amplia. La estrategia neoliberal ha llevado
a una recomposición del poder del capital transformando todas las áreas
de la actividad económica y social. Los intereses empresariales
(llamados genéricamente “competitividad” para ocultar que benefician a
unos pocos ricos muy poderosos) están dictando el rumbo de las políticas
públicas y están impulsando, de nuevo y con mucha dureza que el mercado
sea el principal proveedor de las mercancías que las personas debemos
comprar para satisfacer nuestras necesidades, lo que da lugar a la
privatización de los beneficio y, la socialización de las pérdidas. El
duro ajuste que castiga actualmente las clases trabajadoras es el
resultado de un modelo económico que se basa en reducir el contenido
social de los estados a su mínima expresión, tanto a nivel de
prestaciones sociales, como a nivel de derechos económicos y laborales, y
de re-configurar la actuación pública a favor del mercado. El
neoliberalismo ha privilegiado unos sectores económicos y unas
estrategias que han logrado limitar estrechamente la actuación del
sector público y restringir fuertemente las posibilidades de mantener, o
ampliar, la actividad del Estado, y especialmente los derechos
sociales. Las poblaciones somos rehenes de los mercados financieros
internacionales, la competitividad y las instituciones globales (FMI,
BM, UE), que han estado imponiendo sus intereses durante mucho tiempo, y
han modelado la realidad económica, política y social a su medida. Es
en estos términos en los que debemos comprender las privatizaciones
actuales. ¡Se aprovecha la crisis para reforzar el viraje de las
políticas públicas a los dictados de los beneficios y dar un duro golpe
contra los derechos sociales! Los intereses privados son capaces de
ejercer tal influencia queel estado muestra con gran dureza su carácter
de clase, y acelera el paso de la pérdida de la limitada democracia que
había adquirido.
Las privatizaciones actuales responden a presión de los capitales por
ampliar su campo de actuación. El capital, especialmente el financiero,
busca expandirse permanentemente para poder obtener beneficios en todos
los ámbitos y los invade y mercantiliza. La razón de fondo de la
transformación de lo público a lo privado son los intereses y la presión
que ejercen los grandes capitales. Para seguir creciendo, los bienes y
servicios que correspondían al ámbito público deben convertirse en un
campo que genere beneficios directos Los capitales procuran la
privatización, a ser posible a muy buen precio, de empresas energéticas,
de telecomunicaciones, sanitarias, de construcción, bancos, escuelas,
etc. para obtener beneficios con ellas. El ejemplo más claro es cómo el
recorte de las pensiones y de la sanidad públicas hace que la población
contrate seguros privados (mutuas de salud, fondos de pensiones). Y esto
es más evidente en la crisis actual, cuando con una producción y unos
beneficios muy deteriorados, los capitales presionan para conquistar el
patrimonio público y los derechos sociales.
No les obligaremos a vender la acrópolis. * Privatizaciones en Europa.
* De hecho, ni siquiera la Acropolis se queda al margen de la privatización. Según un periódico italiano, el gobierno de Finlandia llegó a pedir que Grecia aportara el Partenón, e incluso algunas de sus islas, como avales al segundo rescate. “Crisi greca: in caso di fallimento la Finlandia vuole il Partenone in garanzi” Corriere della sera, 21-07-2011.
Las actuales medidas de corte neoliberal son la continuidad de un
largo proceso de recorte de los derechos sociales, laborales,
privatizaciones y liberalizaciones que abarca un par de décadas, y que
tomó un impulso definitivo con la integración europea. Con motivo del
cumplimiento de los criterios de Maastricht, que requerían la reducción
del déficit público, la deuda pública y la inflación, se llevó a cabo
una política económica de ajuste, que incluyó una fuerte oleada de
privatizaciones. El neoliberalismo consiguió penetrar definitivamente en
el terreno político e ideológico desplegando una propaganda favorable a
la integración europea, y la simpatía que Europa generó en la opinión
pública consiguió camuflar los efectos reales de tal proyecto. En
cambio, con la crisis, el contexto actual no es tan, aparentemente,
amable. En los últimos años, a lo largo del planeta, los momentos de
gran conmoción y confusión han sido aprovechados para hacer reformas
impopulares a favor de la libertad de mercado (“terapia de choque”). Las
actuales privatizaciones y ataques contra los derechos se emprenden en
un clima de convulsión, y se nos plantean como esfuerzos aparentemente
necesarios para evitar catástrofes de mayor envergadura, cuando en
realidad nos encuadran en el peor escenario posible. La crisis de la
deuda pública, alimentada por el miedo al ataque especulativo de los
mercados financieros, y el posible fracaso o salida del euro, es el
escenario de las reformas estructurales destinadas a calmar las ansias
de unos mercados financieros entusiastas de la doctrina neoliberal. Los
episodios de convulsión en la cotización de los títulos de la deuda
pública sirven de telón de fondo de privatizaciones masivas. El rescate
de Grecia y Portugal imponen privatizaciones para financiar la deuda, y
otros países hacen lo mismo ante la amenaza del rescate.
Grecia (50.000 millones de euros). “No les obligaremos a vender la
Acrópolis, aunque sí todo lo que puedan privatizar” dijo el ministro
holandés de Economía, Jan Kees de Jager, ante el segundo rescate a
Grecia. El programa de privatizaciones griego es el mayor de la
historia, y supone el 20% del PIB del país. Para el 2015, Grecia habrá
privatizado el 34,3% de su PIB, superando a Hungría, país anteriormente
del socialismo real, que entre el 1991 y el 1998 había privatizado el
32% de su economía. La lista de privatizaciones abarca todo tipo de
actividades. Planean vender la participación en los dos puertos, 39
aeropuertos, la lotería estatal, la concesión de hipódromos, casino, el
correo oficial, dos empresas de aguas, una minera de níquel, cientos de
millas de rutas, una telefónica, acciones en dos bancos, las empresas
nacionales de gas y electricidad y miles de hectáreas de tierras
–incluidas franjas costeras.
Irlanda (5.000 millones de euros). Están en proceso de privatización
la aerolínea nacional, puertos, centrales eléctricas y hasta los
jardines National Stud. Un informe elaborado por el gobierno sugiere
ampliar las privatizaciones a empresas de electricidad y de gas, el
puerto, una línea de autobús y aerolíneas y la autoridad reguladora de
la aviación y e tráfico aéreo, e incluso privatizar los bosques. Además
de aspirar a vender las participaciones en los cinco bancos rescatados.
Estado español (14.000 millones de euros). Está en proceso de
venderse el 30% de Loterías y Apuestas del Estado, el 49% de Aena y la
adjudicación de concesiones para los aeropuertos de Barajas y El Prat.
Portugal (5.500 millones de euros). Se aceleran las ventas de las
eléctricas, Aeropuertos de Portugal y una aerolínea pública, y están en
proceso de privatizarse empresas energéticas, de correos, de seguros y
banca.
Italia (2.400 millones de euros). Se van a vender las frecuencias de radio.
Gran Bretaña (2.300 millones de euros). Prevén ventas en el servicio
de control de tráfico aéreo, la empresa estatal de apuestas, la banda
ancha de móvil, buques navales liberados del servicio y hasta bosques,
ríos y colecciones de vino. Planean también la venta de datos públicos
al sector privado. El primer ministro británico, David Cameron, en un
artículo en “The Daily Telegraph” quiere que todos los servicios
públicos del país se gestionen en el futuro por empresas privadas
(ciudadanos, ONGs y empresas con ánimo de lucro), y terminar con lo que
llama “el monopolio del Estado”. Justifica la privatización casi total
(el Estado Mínimo se reserva la seguridad y la justicia) del sector
público con las ideas de que “se pondrá el poder en manos de la gente”,
“los profesionales recuperarán su responsabilidad” y “habrá más
libertad, más posibilidades de elegir y más control local”.
Las presiones ideológicas a favor de la privatización han hecho que
pase de considerarse un instrumento (en el contexto actual, para
ingresar dinero en las arcas públicas) a convertirse un objetivo en sí
mismo.
Las privatizaciones en el Estado Español
La privatización se concreta en la transferencia de actividades
públicas a empresas y otras instituciones privadas. La venta de activos
públicos es el ejemplo más claro de privatización, pero no es ya la
forma más habitual porque el sector público ya ha vendido la gran
mayoría de sus empresas. Aún así, parece que están dispuestos a
privatizar lo poco que aún queda. Debemos entender la privatización en
un sentido amplio. Se está llevando cabo una avalancha de
privatizaciones y liberalizaciones, muchas de ellas de enorme
relevancia. Es imposible entrar en el detalle de todos los ejemplos de
privatizaciones, puesto que son numerosos y afectan a áreas y
territorios diferentes. Tienen un largo recorrido, ya que en los años
anteriores se han venido haciendo las reformas legales necesarias para
que tengan lugar algunas privatizaciones, mientras que en otros casos se
ha iniciado un proceso que irá avanzando en los próximos meses. A
continuación presentamos algunas de sus principales estrategias y
algunos casos recientes, pero sólo trataremos algunos de los ejemplos
más paradigmáticos o que tienen un impacto más amplio.
En el caso español, las privatizaciones industriales se iniciaron en
los 80 con el desmantelamiento del INI y se aceleraron durante la
segunda mitad de los 90. En el Estado Español, pocos servicios como
agua, luz, energía y comunicaciones fueron públicos, excepto RENFE,
Telefónica y alguna empresa más. Si bien en el franquismo los servicios
del Estado de bienestar fueron mínimos, con la transición aumentaron,
aunque sus niveles siempre se han mantenido alejados de la media
europea. Siempre ha existido la provisión privada de servicios sociales
(mutuas de salud, educación concertada, universidades privadas,
pensiones privadas voluntarias,…) pero es a partir de los 90 cuando
estos servicios experimentan un auge, ya que el mercado se expande en
los ámbitos susceptibles de generar beneficios, forzando la retirada de
la actuación pública y mercantilizando los bienes y servicios necesarios
para la reproducción social.
Al llegar el nuevo siglo prácticamente la totalidad de las empresas
industriales y la gran mayoría de las de servicios públicos ya se habían
privatizado; y con el argumento de la crisis, se está intentando
avanzar en la privatización de todos los derechos sociales: cuando la
cobertura pública se degrada, o es inexistente, las personas se ven
incentivadas a recurrir al mercado, en una especie de ‘privatización
voluntaria’. La hoja de ruta de la privatización de la sanidad y la
educación, como de otros servicios públicos, ha consistido en deteriorar
el servicio. Así, las personas (que se lo puedan permitir) van a
preferir contratar un seguro privado6. Los recortes en
la sanidad, la educación y algunos servicios sociales que están
acometiendo los gobiernos (son competencias de las Comunidades
Autónomas) no implican solamente un equilibrio de las finanzas públicas a
costa de la pérdida de bienestar para la población, son también un
apuesta para que los ciudadanos destinen sus recursos a los mercados
privados. La reforma de las pensiones, que reduce el nivel de las
prestaciones que recibirán los trabajadores cuando se jubilen, fomenta
que los ciudadanos contraten planes de ahorro privados para compensar lo
que pierden. Los capitales financieros llevan mucho tiempo presionando a
los gobiernos para reformar sus sistemas de pensiones en esta
dirección.
Las pocas empresas productivas que quedan se están privatizando. Los
ejemplos más recientes de la venta de parte de empresas públicas son
Aena y Loterías y Apuestas del Estado, dos procesos muy relevantes,
tanto por sus importes como por los cambios que supondrán en el
funcionamiento de estos sectores. Aena se ha transformado en una
sociedad anónima, Aena Aeropuertos, de la cual se venderá el 49% del
capital y posteriormente se prevé sacarla a bolsa. Aena, justo antes de
privatizarse, era deficitaria, pero esto no puede atribuirse a una mala
gestión de lo público. Se habían hecho grandes inversiones de
modernización y ampliación de aeropuertos, que responden a motivos
estratégicos a largo plazo, incluso a razones políticas, y no a las
rentabilidades inmediatas (T1 de El Prat y HUB Barajas). De hecho, se
espera que el año 2012 genere beneficios, y el siguiente empiece a
reducir el endeudamiento. Aena Aeropuertos se ha convertido en el primer
gestor aeroportuario del mundo y cuenta con un patrimonio neto de 2.600
millones de euros, el 60% en capital y el resto en forma de reservas.
También se venderá, sacando a bolsa, el 30% de Loterías y apuestas del
Estado, una entidad con más de 150 años que se convertirá en la mayor
empresa de juego, valorada en 25.000 millones.
Actualmente, de los servicios sociales, se ha completado ya la ley de
Reforma de las Pensiones que supone un fuerte deterioro de las
pensiones públicas y se observa que uno de los ámbitos en los que parece
que el intento privatizador esta planificándose con más intensidad es
el sector sanitario.
El pensionazo, los terceros Pactos de Toledo. La reforma de las
pensiones tiene como objetivo reducir el nivel de prestaciones, ante lo
cual están forzando a los ciudadanos a tener planes de ahorro privados
para compensar lo que pierden en el ámbito público. Entre las
recomendaciones de reforma de las pensiones del Pacto de Toledo, se
encuentra la de promocionar, mediante incentivos fiscales, la extensión
del sistema de pensiones complementario, es decir, las pensiones
privadas. Los capitales financieros están presionando a los gobiernos
para reformar sus sistemas de pensiones. “La razón de fondo de la
transformación de lo público a lo privado, no es ninguna necesidad real,
sino los intereses y el poder de hacer presión de los grandes
inversores privados institucionales. Privatizar los servicios sociales
les proporciona billones de contribuciones de seguros privados (mutuas
de salud, fondos de pensiones) para invertir en los mercados financieros
y ganar dinero con ellos (y llevarnos a la crisis).7”
La reforma de las pensiones del 2011, los terceros Pactos de Toledo,
ha introducido unos cambios muy sustanciales en los criterios de los
cálculos del importe de la pensión. Todos ellos tienen como objetivo
reducir la cuantía de las mismas y exigir mayores cotizaciones. Para
acceder al 100% de la pensión, tendremos que trabajar más años (antes
eran 35, y con la reforma serán 38,5) y jubilarnos a una edad más
avanzada (de los 65 ha pasado a los 67). Las perspectivas laborales
señalan que el alto nivel de paro va para largo y que la precariedad no
se va a reducir, sino que irá en aumento. Con lo cual, trabajar más va a
ser muy difícil, y en muchos casos a costa de forzar a los trabajadores
a aceptar peores trabajos. La jubilación anticipada, con penalización, y
el paro en los años anteriores a la jubilación harán que la cuantía de
las pensiones se reduzca. Por otra parta, alarga el período de cálculo
de la base reguladora (se computarán los últimos 25 años de la vida
laboral, cuando antes eran 15). Como los salarios más antiguos suelen
ser muy menores a los que se van adquiriendo a lo largo de la vida
laboral, esta medida provocará un intenso recorte de los importes de las
pensiones. Diversas estimaciones señalan todas estas medidas, sobretodo
esta última, reducirán la pensión media entre un 20% y un 40%8.
La hoja de ruta de la privatización de la salud.
En
primer lugar, la privatización de los servicios de salud ha consistido
en deteriorar el servicio público, así se orienta a las personas que se
lo puedan permitir a suscribir contratos de seguros privados. La sanidad
pública es un derecho universal, por lo tanto la necesidad del servicio
es muy amplia, sin embargo los recursos con los que ha contado siempre
han sido limitados. Ya antes de los recortes actuales del gasto en
salud, las plantillas siempre eran insuficientes y las listas de espera
demasiado largas. Las políticas de austeridad impuestas a raíz de la
crisis de la deuda van a fijar su objetivo en la sanidad, porque
constituye la política pública a la que se dedican más recursos, pero
también porque las empresas del ámbito sanitario son muy potentes. En
los años 2010 y 2011 se han dado los primeros recortes en los
presupuestos de salud de las Comunidades Autónomas.
Además de las ventajas que el mercado de mutuas, clínicas y todo tipo
de servicios sanitarios logran con los recortes, la sanidad pública es
una fuente de ingresos para éstas, ya que el destino de los recursos es
opaco debido a la penetración de lo privado en la estructura pública.
Por ejemplo, se atienden muchas consultas privadas en instalaciones
públicas9 y ha proliferado el número de intermediarios:
empresas privadas, subcontrataciones, externalizaciones, etc. Y cada
uno de ellos haciendo negocio con nuestro dinero y con nuestra salud.
La ley 15/97 de “Nuevas Formas de Gestión en Sanidad” permite que la
gestión y administración de los centros sanitarios se lleve a cabo por
cualquier tipo de entidad y que la prestación y la gestión de los
servicios sanitarios sea realizada por entidades privadas lucrativas. Y,
a partir de ella, las Comunidades Autónomas se han lanzado a privatizar
los centros. En cuanto a la atención privada, muchas áreas básicas de
salud en Cataluña están gestionadas por entidades privadas (Entidades de
Base Asociativa), y en el País Valencià, se han hecho concesiones
privadas para gestionar los centros. En hospitales, se ha desarrollado
el modelo de CPP10 en la construcción y explotación. La
Organización Mundial de la Salud advirtió en un estudio del 2006 que
dejar la sanidad pública en manos del sector privado acaba siendo más
costoso, mucho más complejo y a veces, va en detrimento de la calidad.
Los hospitales privados, para ser rentables, ofrecen las especialidades
básicas, pero aquellas especialidades que atienden a pacientes crónicos o
de urgencias, que son mucho más caras de ofrecer (y por lo tanto, menos
rentables) se derivan a los hospitales públicos. Y en estos, ha
disminuido el número de camas. Diferentes estudios internacionales
confirman que los centros sanitarios lucrativos tienen tasas de
mortalidad superiores a los no lucrativos y que resultan más costosos
para los ciudadanos que los públicos11. Los cuatro
hospitales-fundación de España han sido acusados de hacer trabajar más
horas a su personal y de especializarse en los servicios médicos más
lucrativos, dejando el resto a otros hospitales. 17 de los 45 hospitales
inaugurados en los últimos cinco años tienen gestión privada.
Hay distintos modelos de privatización de los hospitales. En la PFI o
CPP –Iniciativa Privada de Financiación y Colaboración Pública
Privada-, se cede a las empresas la construcción del edificio, la
dotación del equipamiento y la contratación del personal no sanitario.
Los trabajadores sanitarios siguen siendo trabajadores públicos. Esta
modalidad da entrada en la sanidad a las grandes empresas constructoras
(ACS, FCC, SACYR, etc.). En el modelo Alzira, se añade también la
contratación del personal sanitario y también se incluye la atención
primaria y especializada. Lo que da entrada a las grandes empresas
sanitarias (ADESLAS, ASISA, SANITAS, ADV, etc.). Por otra parte, en el
modelo catalán la red de hospitales, centros de atención primaria y
especialidades es mixta, y está gestionada por mutuas, fundaciones,
consorcios y centros de la Iglesia.
En los centros de salud han sido intensas las externalizaciones de
los servicios. En las llamadas “zonas complementarias de explotación
comercial” (tiendas, restaurantes, servicios de vending, etc ) hay
empresas privadas, y numerosos servicios, como la limpieza, los
laboratorios y recepción de llamadas, son externalizados. Las
intervenciones y las pruebas diagnósticas se derivan a empresas y
hospitales no públicos, y se hacen conciertos con la red privada. Se
ceden a sectores privados de aquellos servicios sanitarios mas rentables
(radiología, cirugía de corta estancia…). Poco a poco, van eliminando
servicios que se hacían en los centros sanitarios públicos. Y las
empresas privadas, como deben maximizar los beneficios, descuidan la
calidad del servicio, con las graves consecuencias que esto tiene cuando
se trata de la salud: contagio de enfermedades por la mala limpieza,
degradación de las muestras del laboratorio y de sus resultados, etc.
Por otra parte, el ámbito de la investigación médica está en manos de
las empresas privadas de tecnología y farmacología y, más recientemente,
de instituciones y fundaciones privadas.
Por último, señalar la proliferación de las formas de gerencialismo, o
gestión según la regulación privada. Ver más adelante. Por ejemplo, la
competencia de los centros sanitarios: la libre elección del centro
sanitario induce una competencia de los centros por los pacientes y
procesos más rentables, como son las intervenciones sencillas y
pacientes sin enfermedades crónicas ni complicadas. O también la gestión
del personal según incentivos salariales al ahorro de costes
(medicamentos, pruebas, derivaciones al hospital) y a la productividad
(más pacientes). O también la factura a la sombra, que establece cambio
en el método de anotar las intervenciones para informar al paciente de
su coste.
Además de lo señalado, se tratan de impulsar otras direcciones para
reducir y mercantilizar la sanidad pública. Como el copago, que consiste
en hacer pagar al usuario un importe por las visitas o los
tratamientos. En muchos países europeos se cobran las consultas a
especialistas y, en algunos casos, a medicina general. Como resultado,
ha disminuido la utilización de los servicios entre los sectores más
pobres. Por otra parte, la re-definición de las carteras de servicio
podría eliminar tratamientos que se ofrecen gratuitamente en los centros
públicos.
La mercantilización de la educación.
La
privatización de la educación también está teniendo lugar a distintos
niveles. Por un lado, los centros educativos privados están adquiriendo
un mayor protagonismo, muchos servicios se han externalizado y en
algunos casos implican un mayor gasto para las familias (limpieza,
seguridad, actividades extraescolares, comedores, copisterías, etc). Por
otra parte, la educación pública es un ámbito sometido a una profunda
mercantilización. Las escuelas y universidades adecuan sus programas
educativos a las demandas de las empresas privadas respecto a la
formación de la mano de obra que requieren. Además, se están
transformando (organización, financiación, contratación y gestión del
personal docente,…) para operar según los principios y prácticas de las
empresas públicas. “La educación no tendrá posibilidad de ser un
proyecto social y político pensado para la emancipación de los
individuos, sino que estará al servicio de las necesidades e intereses
económicos, gestionada desde una óptica empresarial, actuando para
obtener los máximos beneficios al menor costo posible”12.
En educación primaria y secundaria, la administración ha estado
fomentando la expansión de los centros privados mediante los conciertos,
financiándolos con fondos públicos. Al principio, se contemplaba la
escuela concertada como alternativa cuando la infraestructura pública
quedaba saturada y no podía absorber todo el alumnado. Pero con el
tiempo, la parte concertada ha ido recibiendo mayores recursos, mientras
que los centros públicos han tenido mayores limitaciones. En la
actualidad, las escuelas públicas sufren recortes, algunas incluso se
cierran, y se mantienen las subvenciones a las concertadas, a las que se
derivan un mayor número de alumnos. En teoría, los centros concertados
deberían cumplir con los criterios de gratuidad, no selección de
alumnado y participación del consejo escolar, similares a los de los
centros públicos, pero muchos estudios demuestran que, a la práctica,
segregan y empeoran la desigualdad de oportunidades, y además hacen
pagar a las familias más dinero por conceptos de actividades
extraescolares, comedor e incluso clases lectivas. En los últimos años
(Pacto Social y Político por la Educación, 2010), la educación ha sido
objeto de una desregulación y reorientación hacia un modelo que, con el
objeto de facilitar la libertad de elegir el centro educativo, fomenta
la competencia entre centros. La organización educativa está importando
métodos y criterios que imitan la gestión empresarial. De esta manera,
se están copiando las prácticas del mercado, y se están volviendo más
selectivas. La mercantilización es mucho más intensa en la educación
infantil, la formación profesional, la educación de adultos y la
educación especial.
En el ámbito universitario, el proceso de transformación del modelo
hacia la privatización tuvo su impulso determinante con el Plan Bolonia,
o Espacio de Enseñanza Europeo, que ahora está en proceso de
consolidación con la Estrategia Universidad 2015. Bolonia supuso una
reestructuración de las carreras y del método de enseñanza que obedeció a
adaptar el contenido educativo a los requerimientos de las empresas
privadas. Los cambios en el método de financiación están dando más peso a
la financiación privada, por ejemplo, se aumentan las tasas y se
introducen las becaspréstamos, que los estudiantes deberán devolver en
el futuro. Y los se adoptan métodos de gestión similares a los de la
empresa privada (gerencialismo). Por ejemplo, las universidades compiten
entre si y reciben financiación en función de los resultados. La
Estrategia Universidad 2015 ahonda en aspectos como la “transferencia
del conocimiento”, en el que se prioriza que la Universidad haga
investigaciones para el mundo empresarial a cambio de la financiación
privada (proliferación de Cátedras-empresa y masters privados); o como
el gerencialismo, orientando la dirección a los criterios de rendimiento
y calidad y dando una creciente presencia a los actores privados en los
órganos de dirección.
Otras formas de privatización. Ya hemos dicho anteriormente que las
formas de privatización se han ampliado y hecho más y más sofisticadas.
Ya no se trata sólo de vender las empresas y los servicios públicos sino
que se recurre a múltiples combinaciones que suponen un aumento de los
intereses privados incluso dentro del ámbito de las prestaciones
públicas. Entre ellas se pueden destacar:
Contratación externa de servicios.
Sobretodo en el
ámbito local, cuyos ingresos se han visto deteriorados por el impacto de
la crisis en el sector inmobiliario, todo tipo de servicios municipales
se están contratando a empresas externas cada vez más. La lista de
servicios comprende desde aquellos que se prestan en los equipamientos y
espacios (limpieza, comedores, vigilancia, mantenimiento, etc), hasta
las actividades de gestión propias de la administración pública.13
Colaboración público-privada.
La Colaboración
Público-Privada (CPP) va más allá de la contratación externa y es un
conjunto de formas que sirven para dar entrada, durante un largo período
de tiempo, al capital privado en la construcción y explotación de
infraestructuras públicas. La CPP se ha desarrollado ampliamente en el
Estado Español en carreteras y ferrocarril, y actualmente hay mucho
interés en utilizar este instrumento en otros ámbitos, especialmente los
hospitales o los equipamientos públicos. La CPP se concreta en modelos
muy distintos. Aquí la forma más habitual es la concesión, contrato
mediante el cual las empresas privadas ponen los medios y la
financiación para la construcción de la obra, a cambio del derecho de
explotarla durante un largo período de tiempo y cobrar un peaje de los
usuarios, o bien un canon (peaje a la sombra) pagado por la
Administración. En los contratos de concesión de gestión, las empresas
prestan directamente el servicio y asumen el riesgo (beneficio) de la
actividad. Las empresas que intervienen son fundaciones, sociedades
anónimas, empresas privadas subcontratadas, consorcios, etc.
Últimamente se han llevado a cabo diversos procesos de enorme
relevancia de privatización de la prestación de servicios en el ámbito
del sector público mediante concesiones. Los aeropuertos del Prat y de
Barajas pasarán a ser gestionados de forma privada, mediante el sistema
de concesiones que se realizarán el 2011. Abertis y Ferrovial son las
empresas más interesadas en obtener las concesiones. Aena Aeropuertos
prevé una participación minoritaria en el capital de las empresas
concesionarias. El saqueo incluye un contrato de 2 millones de euros más
un porcentaje sobre las ventas para que el banco de inversión Royal
Bank of Scotland se ocupe, además de la venta de parte del capital de
Aena y su salida a bolsa, de crear empresas filiales y de los contratos
de concesión. En los aeropuertos, la privatización mediante concesiones
también abarcará las torres de control. Seis empresas han presentado
ofertas para concursos del servicio de control de torre de 13
aeropuertos, cuyo importe total es de 18,9 millones de euros. La
adjudicación definitiva será en octubre del 201114. La
Reforma Laboral del 2010 permitió la existencia de agencias privadas de
colocación (se han autorizado ya 3 agencias) y alentó la participación
de la iniciativa privada en los servicios públicos de empleo, que podrán
contratarlas mediante un convenio. Tendrán la exclusiva para ocupar
puestos de trabajo temporal en las administraciones.
Con la crisis, los presupuestos de las distintas administraciones
públicas están sometidos a la austeridad, por lo que la inversión en
infraestructuras públicas se ha reducido, y en consecuencia también la
CPP. De hecho, los compromisos contraídos antes de la crisis respecto a
las CPP hacen que el pago de elevados cánones resulten un lastre porque
absorben recursos públicos para financiar obras que, en contexto de
restricción presupuestaria, resultan de dudosa utilidad. Pero esta
formula se está expandiendo entre las nuevas actuaciones que se planean,
porque durante los primeros años que se pone en marcha no generan
déficit ni deuda, porque las empresas privadas anticipan la
financiación, y el pago del canon se retrasa hasta que la obra esté
construida. Lo que suele ocurrir es que, en la práctica, el coste de la
obra y de su explotación termina siendo más elevado que si es una
empresa pública la que lo realiza, recurriendo al endeudamiento. Porque
la planificación a largo plazo tiene riesgos y la administración acaba
responsabilizándose de los sobrecostes, y además las rentabilidades que
deben ofrecerse para atraer el capital privado deben ser elevadas. La
CPP como instrumento de financiación de inversiones públicas, supone un
mayor coste de las obras por la carga financiera. Ofrece a las
constructoras amplias garantías públicas para la construcción y
explotación de la obra, además de ingresos asegurados. Con la CPP, el
sector privado obtiene beneficios con los mínimos riesgos.
El Plan Extraordinario de Infraestructuras (PEI), se diseñó en el
2010 como el plan de CPP en inversiones más importante hasta la fecha.
Pretendía movilizar 17.000 millones de euros, y el Estado no tendrá que
empezar a pagar los cánones hasta el 2014 (después del período en que la
Unión Europea exige reducir el déficit), en que se prevé que se pongan
en servicio los proyectos. A partir de entonces deberá pagar durante los
25 o 30 años que duran las concesiones. Las constructoras,
representadas por la patronal SEOPAN, habían ejercido una gran presión
en el diseño del Plan. Habían conseguido, por ejemplo, una alta
rentabilidad (entre el 8% y el 10%, que según Expansión, “será la más
alta del panorama de las infraestructuras y más del doble que el mejor
depósito bancario”15), además de amplia cobertura
pública para la financiación. Pero la austeridad presupuestaria del
gobierno ha desinflado este proyecto, y a la práctica se acabarán
haciendo menos de un tercio de las concesiones planeadas. Casi todos los
que se saquen a concurso en 2011, serían licitaciones planeadas para el
201016.
Funcionamiento mercantil de la actividad del sector público.
La
gestión del sector público está adoptando los esquemas de la empresa
privada. Se introducen criterios y métodos de gestión mercantiles
(gerencialismo) de los servicios públicos, primando el logro de mínimos
costes independientemente de la calidad del servicio. Particularmente en
la gestión de centros sanitarios y educativos, potenciando una perversa
autonomía que potencia la competencia y los mercados internos, y la
baja remuneración del personal, estableciendo sueldos variables en
función de objetivos calcados de la empresa privada relacionados con el
ahorro de recursos, productividad, etc.
Aunque no forman parte del sector público, las Cajas de Ahorro
estaban reguladas según criterios sociales y territoriales, que las
orientaban a la obra social, el desarrollo regional y apoyo a las
familias y pequeñas empresas. La reciente reforma de las Cajas de Ahorro
ha supuesto la completa transformación de las mismas en bancos. Las
cajas de ahorro surgieron para combatir la usura que sufrían los pobres y
los pequeños agricultores. Son entidades sin ánimo de lucro, sin
accionistas, y sus beneficios deben invertirse en obra social y en la
propia entidad para asegurar su solvencia. Su estatus legal las orienta
al desarrollo regional, financiando las familias y las pequeñas empresas
del territorio. A lo largo del tiempo, las cajas de ahorro se han
distanciado mucho de estos objetivos originarios. La liberalización de
Fuentes Quintana del 1977 supuso un cambio profundo porque amplió su
campo de operaciones y estableció una estructura de dirección y gobierno
parecida a la de los bancos. Más adelante, en 1988, se autorizó la
libre expansión geográfica. Las cajas han ido adoptando estrategias cada
vez más competitivas, dejando de cooperar entre ellas y de priorizar la
proximidad y participación popular. Han venido perdiendo su arraigo
territorial y social, porque han desviado el ahorro que captan de las
familias hacia actividades ajenas al entorno.
Esta mayor orientación a la competencia ha sido la principal causante
de los problemas que ahora están atravesando: morosidad,
descapitalización, etc. “Buscando la rentabilidad se inmiscuyeron en el
juego especulador, desnaturalizaron su función y en lugar de intermediar
entre el ahorro y la actividad productiva lo hicieron entre el ahorro y
los mercados financieros especulativos a través de operaciones muy
arriesgadas que al final salieron mal, como no podía ser de otro modo, y
las han descapitalizado.”17 El 2010, la nueva Ley de
Órganos Rectores de Cajas de Ahorro (LORCA) establece distintas vías de
la privatización de las cajas. Más adelante, con la exigencia de
aumentar su capitalización, se las fuerza a reconvertirse en bancos. Con
esta reforma, el patrimonio financiero de las cajas de ahorro, que por
su naturaleza corresponde al ahorro popular, acaba en manos de los
bancos, los ya existentes o los que se están creando, y así, los
capitales financieros adquieren las cajas a buen precio. “El sistema
financiero español se hubiera beneficiado mucho de un saneamiento y
refundación de las cajas bajo una estructura pública en lugar de ofrecer
toda su experiencia histórica, sus recursos y el patrimonio acumulado
al sector privado, que logra disminuir la competencia y obtener
estimulantes perspectivas de negocios futuros a buen precio. Una
operación redonda para la banca”.18 En algunos casos,
la cajas pueden ser intervenidas por el Estado, que las sanearán con
dinero público y luego las venderán a precios muy favorables (Caja de
Ahorros del Mediterráneo ya ha sido “nacionalizada” con este objetivo).
Constituir un clima favorable a la libre actuación empresarial.
No
solamente se esta recurriendo a elaboradas fórmulas para aumentar la
presencia del sector privado en todos los ámbitos que habían formado
parte del entramado público, sino que los gobiernos del Estado (gobierno
central y los de las CC.AA.) están modificando la legislación para
facilitar los negocios de las empresas, especialmente estableciendo
numerosas Medidas de Reducción de Cargas Administrativas, medidas que
relajan las obligaciones de los entes privados frente a la
Administración pública. Se han hecho paquetes de estas medidas en varias
ocasiones, por ejemplo, el 28 de diciembre del 2010, con 88 medidas que
incluyen simplificación de las obligaciones y los trámites. Otro
ejemplo es el Real Decreto Ley de Medidas para fomentar la actividad
empresarial, la inversión y el empleo, que incluye un conjunto de
medidas liberalizadoras de la actividad económica, destinadas a eliminar
cargas económicas y administrativas sobre las empresas. En el terreno
fiscal, se han rebajado los impuestos a las empresas, y se han acelerado
devoluciones y se han permitido aplazamientos de los pagos y se ha
establecido la libertad de amortización en el impuesto de sociedades.
Hay que considerar que todo esto no se limita a reducir la “burocracia
innecesaria” que impide agilizar la actividad empresarial. Se está
promoviendo la liberalización del mercado para desmantelar los controles
y regulaciones públicas destinadas a proteger aspectos laborales,
sociales y ambientales de la actividad económica. Por otra parte, las
rebajas fiscales a las empresas suponen cierta reducción de ingresos
públicos, tan necesarios en el contexto de déficit, y una menor
progresividad del sistema fiscal.
El anteproyecto de la Llei Òmnibus del gobierno catalán, que da
continuidad a la ley estatal del 2009, es otra gran dosis de
neoliberalismo. Sus objetivos son reducir la regulación pública y hacer
penetrar el mercado privado en los servicios públicos. Se aprovecha la
crisis para llevar a cabo la liberalización de los servicios,
especialmente los del Estado de bienestar, impulsada por la directiva
Bolkestein de la Unión Europea. Se trata de eliminar los obstáculos para
los servicios, como son las exigencias administrativas, las
legislaciones ambientales, y la protección de los trabajadores y
consumidores, de los colectivos sociales y territoriales más débiles.
Empresas de sectores como la construcción, sanidad, servicios sociales,
aguas y automoción obtienen amplias ventajas. Se autoriza la opción de
ser titular de más de una vivienda de protección oficial, se derogan los
mínimos de vivienda social en las promociones, las instalaciones
públicas del Institut Català de la Salut pueden ser utilizadas por
clínicas privadas, se privatiza el agua Ter-Llobregat, entre muchas
otras medidas del mismo corte.
Nota final.
Se puede observar que en este artículo
ni siquiera hemos mencionado el sector de la vivienda, a pesar de
tratarse de un importante derecho social. No es un olvido, sino la
consecuencia de que ya antes de la crisis inmobiliaria la presencia del
sector público en el mismo era muy limitada y que, tras la crisis
inmobiliaria, sólo se ha ampliado el precio al que se pueden construir y
vender viviendas de protección oficial y liberalizado la compra de las
mismas19, para apoyar al quebrado sector de la
construcción, pero en ningún caso el sector público se ha hecho presente
en aquellos ámbitos del sector con más problemas, como en el caso de
los desahucios. Al contrario, los grandes partidos parlamentarios se
están oponiendo con todo su poder al cambio de la legislación que ayude,
siquiera mínimamente, a las familias con problemas, como la petición de
la dación en pago. En conjunto, se puede afirmar que en el sector de la
vivienda la presencia pública es muy limitada y decreciente, mientras
se ha asistido a la casi total privatización del sector en el país. Otra
de las razones que ha limitado nuestro tratamiento de este sector es
que en el Informe No. 5 de TAIFA: Auge y crisis de la vivienda en
España, se trata en detalle de la evolución de dicho sector.
Conclusión
Este es un sencillo esbozo de las privatizaciones que se están
llevando a cabo y que completan el proceso iniciado a principios de los
años ochenta, intensificado en los noventa y prácticamente concluido en
la primera década del siglo XXI. Aquí hemos recogido sólo a) algunos
ejemplos del desmantelamiento del patrimonio social que la población del
estado había logrado acumular con décadas de esfuerzos y acumulación
colectiva, que pasa ahora a convertirse en patrimonio de las empresas
privadas de este país, comprado además a precios subvalorados, y b) en
el caso de privatizaciones de los servicios sociales (educación,
sanidad, pensiones) ni siquiera esto, sino la total apertura de forma
gratuita a los negocios privados de unos ámbitos esenciales para el
funcionamiento y buena vida de las poblaciones que las gentes de
generaciones pasadas habían logrado rescatar de los criterios del
mercado y conquistado como patrimonio social fundamental. No sólo
habremos de luchar por recuperar dichos ámbitos y conquistar otros
nuevos por nuestro propio interés, sino también porque es inconcebible
que dejemos perder unos derechos tan importantes conquistados con la
lucha de las generaciones que nos han precedido. No podemos renunciar a
dejar a nuestros hijos la herencia social que nos cedieron nuestros
padres y abuelos y que tantos sacrificios les costó. Por nuestros
derechos y por mantener los que generaciones anteriores nos han
transmitido, no podemos permitir que se privaticen el patrimonio y los
derechos sociales.
La situación actual nos demuestra que sin una transformación radical
de la sociedad es imposible que los bienes y servicios que necesitan las
personas atiendan a una lógica colectiva, solidaria y justa.
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