Traigo hoy de nuevo otra entrada del ya
insustituible blog, "TODOS LOS ROSTROS" al que no solo estoy suscrito
si no que a diario leo esperando sus entradas con cierta impaciencia, hoy esta
entrada me recuerda las conversaciones con uno de mis tíos, retazos casi
olvidados y alguna vez recordados por mis padres , mi tío Mariano acabada la
guerra visito casi todas las universidades españolas repartidas por toda la geografía
y mi tía Manolita siempre fiel detrás persiguiéndole y dándole fuerzas
para aguantar las veces (7) que le pusieron en el paredón y amagaron un
fusilamiento , , cuando en lugar de oír los últimos disparos en lugar de
percibir los fogonazos últimos de esperanza se escuchaban los cric, cric, cric,
cric, cric, de los fusiles descargados y las risas de los asesinos al ver las
reacciones de los "no fusilados", llegaba un momento en que daba igual, (supongo
) ibas al paredón con la certeza de que o no volvías o volvías pero ya nadie se
reiría de ti, simplemente ibas como quien va a comprar el pan y una granada te
siega el cuello ya da igual.
Tambien un recuerdo para mi tio Andrés, exiliado, Francia , Marruecos y Belgica...
Andrés Sánchez Burgeño,
CABALLERO DE LA ORDEN DE LEALTAD A LA REPÚBLICA ESPAÑOLA.
CONDECORADO CON EL DISTINTIVO DE MADRID.
REGISTRADO EN LOS SERVICIOS HISTORICOS DEL ESTADO MAYOR DE LA ARMADA.
Todo empezó en Albatera y de ahí a Cádiz a Zaragoza
a León y por fin a Madrid... viviste para contarlo tio Mariano al menos en familia y que no nos contarias, esto me
ha recordado, que perdonar se puede pero olvidar nunca, y los asesinos a esos
ni olvido ni perdón, justicia y punto.
El premeditado plan franquista de liquidación de opositores usando como arma el hambre: La Memoria al servicio de la Justicia. Día 216
Posted: 05 Aug 2015 05:49 PM PDT
Directores,
administradores, funcionarios, abastacedores, órdenes religiosas,
monjas en las prisiones dirigidas por las Hija de la Caridad,
proveedores... todos se enriquecen gracias a la muerte por hambre de los
prisioneros republicanos. San Simón, San Cristóbal, El Dueso, San Juan
de Mozarrifar, Valdenoceda, Burgos, el sinfín de prisiones de Madrid y
Barcelona, Ciudad Real, Ocaña, Valencia, Alicante, Jaén, Sevilla,
Málaga, Cádiz, El Puerto,... son infectos agujeros de muerte por hambre.
En todos los campos y centros de reclusión se practica el mismo método
de eficiente exterminio, barato y silencioso: las prisiones reciben muy
exiguas asignaciones para su abasto, ridículas raciones que a cada salto
hacia abajo en el escalafón del organigrama administrativo se reducen
por mordidas consecutivas a la más mínima expresión, de manera que
cuando el suministro llega a la extensísima base de la pirámide
penitenciaria --cientos de miles de presos-- apenas queda ya nada para
ingerir, salvo unas habichuelas llenas de gorgojos, cinco ¡¡CINCO!!
escasas algarrobas por reclusos, quintales de arena obscura con unas
pocas lentejas, agua caliente con una fina película grasienta en su
superficie... ¿Extrañará a alguien que el porcentaje de muertes en el
interior de las cárceles fuera extremadamente superior al que se
registraba incluso entre los marginados civiles perdedores de la guerra
no enclaustrados? ¿Dudarán algunos de que las decenas de miles de
muertes de republicanos son achacables a un premeditado plan franquista
de liquidación de la disidencia y la oposición usando como arma el
hambre? Como consecuencia de este genocidio planificado por la jefatura
sublevada y ejecutado en cada penal, campo, prisión o cárcel franquista
durante al menos 10 años entre 1936 y 1946, monjas y congregaciones
marianas asociadas al fenómeno penitenciario franquista, directores y
jefes, secretarios y subsecretarios, todos se volvieron ricos e
incrementaron sus patrimonios particulares y/o institucionales a costa
del asesinato de seres humanos hambrientos. Para inmensa satisfacción de
la plutocracia franquista y de sus maestros y congéneres nazis
germanos, que tomaron buena nota de la estrategia, método y pautas
marcadas por los verdugos españoles. Veamos algunas de sus obras más
distinguidas:
Batallón de Trabajadores 29 de Labacolla (Santiago de Compostela): “cada madrugada, a las cinco, se andaban más de 3 kilómetros hasta el tajo realizando 8 horas de intenso trabajo, y con sólo un cazo de café por la mañana y una coles hervidas por la noche como comida en todo el día. Muchos ya no podían ni andar, ya no tenían fuerzas y se desmayaban. El comandante, riendo, nos llamaba Hijos de la Pasionaria”
Campo de concentración de San Juan de Mozarrífar (Zaragoza): “Se encontraba instalado en una antigua imprenta de una editorial. “Fueron días sin bajar del tren, en un vagón de animales y con un bidón en la esquina para hacer las necesidades de más de 200 personas. Para todo el trayecto dieron una latita de sardinas para dos o tres y un trocito de pan. Al pasar por las estaciones gritábamos pidiendo agua y comida. No solían hacernos caso pero cuando alguna persona se acercaba a ayudarnos, la Guardia Civil se lo impedía. A veces, el relevo en el funcionario de turno, era la única esperanza de que un poco de humanidad, les hiciera mejorar algo en su penosa situación alimenticia”.
Campo de concentración de San Marcos (León): “el hambre en los presos era evidente. Testigos del campo de concentración pudieron ver los apuntes contables del comandante del batallón, en los que anotaba todo el dinero que conseguía ahorrar en comidas de los presos. Al margen de esto, en él malvivían hacinados y dormían en el suelo comidos de parásitos. El frío, el hambre y la enfermedad diezmaron este campo, donde se produjeron 800 muertos”.
Campo de concentración de Albatera (Alicante): “En él era tal el ansia por comer de algunos presos que se hizo preciso en cada patio nombrar un recluso que hiciera guardia junto a los cajones de basura para evitar que varios desgraciados se intoxicaran comiendo los desperdicios que otros arrojaban”.
Colonia Penitenciaria de Dos Hermanas (Sevilla): “La dieta en la Colonia Penitenciaria de Dos Hermanas (de unos 1300 presos) consistía en 5 algarrobas para desayunar, pescado hervido para comer y sólo en contadas ocasiones una lata de sardinas y un chusco de pan para cinco. Trabajábamos duro a pico y pala y sin comer. Algunos, se caían de hambre. Allí creíamos acabar con nuestra vida. Nos trataban como a criminales”.
Prisión del Puerto de Santa María (Cádiz): “Había días en que, a las once de la mañana, no había nada en la cocina para dar de comer a 6000 presos. En las perolas no había ni un lunar de grasa y la gente moría. Más del 70% de los presos padecía avitaminosis. Así los presos, a pesar de los esfuerzos que personalmente realizaba el director para encontrar alimentos, se morían de hambre por falta de comida (sólo en el mes de marzo de 1941 murieron 78 presos)”.
Colonia Penitenciaria del Dueso: “Era tanta el hambre que se pasaba allí que cada día se morían de hambre… días en que morían catorce, días en que morían dieciocho. Las cajas de muertos las hacíamos los propios presos y esas cajas las volvían a traer otra vez para transportar a los muertos del día siguiente”.
Batallón de Trabajadores 29 de Labacolla (Santiago de Compostela): “cada madrugada, a las cinco, se andaban más de 3 kilómetros hasta el tajo realizando 8 horas de intenso trabajo, y con sólo un cazo de café por la mañana y una coles hervidas por la noche como comida en todo el día. Muchos ya no podían ni andar, ya no tenían fuerzas y se desmayaban. El comandante, riendo, nos llamaba Hijos de la Pasionaria”
Campo de concentración de San Juan de Mozarrífar (Zaragoza): “Se encontraba instalado en una antigua imprenta de una editorial. “Fueron días sin bajar del tren, en un vagón de animales y con un bidón en la esquina para hacer las necesidades de más de 200 personas. Para todo el trayecto dieron una latita de sardinas para dos o tres y un trocito de pan. Al pasar por las estaciones gritábamos pidiendo agua y comida. No solían hacernos caso pero cuando alguna persona se acercaba a ayudarnos, la Guardia Civil se lo impedía. A veces, el relevo en el funcionario de turno, era la única esperanza de que un poco de humanidad, les hiciera mejorar algo en su penosa situación alimenticia”.
Campo de concentración de San Marcos (León): “el hambre en los presos era evidente. Testigos del campo de concentración pudieron ver los apuntes contables del comandante del batallón, en los que anotaba todo el dinero que conseguía ahorrar en comidas de los presos. Al margen de esto, en él malvivían hacinados y dormían en el suelo comidos de parásitos. El frío, el hambre y la enfermedad diezmaron este campo, donde se produjeron 800 muertos”.
Campo de concentración de Albatera (Alicante): “En él era tal el ansia por comer de algunos presos que se hizo preciso en cada patio nombrar un recluso que hiciera guardia junto a los cajones de basura para evitar que varios desgraciados se intoxicaran comiendo los desperdicios que otros arrojaban”.
Colonia Penitenciaria de Dos Hermanas (Sevilla): “La dieta en la Colonia Penitenciaria de Dos Hermanas (de unos 1300 presos) consistía en 5 algarrobas para desayunar, pescado hervido para comer y sólo en contadas ocasiones una lata de sardinas y un chusco de pan para cinco. Trabajábamos duro a pico y pala y sin comer. Algunos, se caían de hambre. Allí creíamos acabar con nuestra vida. Nos trataban como a criminales”.
Prisión del Puerto de Santa María (Cádiz): “Había días en que, a las once de la mañana, no había nada en la cocina para dar de comer a 6000 presos. En las perolas no había ni un lunar de grasa y la gente moría. Más del 70% de los presos padecía avitaminosis. Así los presos, a pesar de los esfuerzos que personalmente realizaba el director para encontrar alimentos, se morían de hambre por falta de comida (sólo en el mes de marzo de 1941 murieron 78 presos)”.
Colonia Penitenciaria del Dueso: “Era tanta el hambre que se pasaba allí que cada día se morían de hambre… días en que morían catorce, días en que morían dieciocho. Las cajas de muertos las hacíamos los propios presos y esas cajas las volvían a traer otra vez para transportar a los muertos del día siguiente”.
Prisión de mujeres de Santurrarán: “Las
monjas encargadas del penal, hacían acopio de los suministros que les
entregaban para el sustento de los presas, para dedicarlo al estraperlo,
mientras las presas pasaban hambre”.
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