Isabel Iturria: "La privatización de la sanidad es el camino hacia la exclusión social"
ÁLEX GIL
Isabel Iturria, médico cirujana y profesora de la Universidad Central de Venezuela, fue ministra del Poder Popular para la Salud de Venezuela entre abril y noviembre de 2013 y actualmente es la directora del Hospital Cardiológico Infantil de Venezuela,
además de presidenta de la Fundación Hospital Cardiológico Infantil
Latinoamericano Dr. Gilberto Rodríguez Ochoa. Hablamos con ella durante
su participación en unas jornadas de debate sobre el modelo sanitario
público organizadas por las CUP en Barcelona.
En la Constitución de Venezuela, la sanidad se define
como "no privatizable". Es una situación contrapuesta, a la que, por
ejemplo, vivimos ahora en España, donde la sanidad se encuentra en
proceso de privatización y se han recortado los presupuestos que el
Estado dedica al sector.
Ese era el camino que venía siguiendo antes Venezuela.
La democracia neoliberal anterior al gobierno bolivariano había generado
los caminos para la privatización de todos los servicios de salud, para
la destrucción progresiva de la sanidad pública por desinversión, e
incluso, por el maltrato económico a los trabajadores de este sector.
Cuando Chávez llega al poder, incluso se encontraba ya totalmente lista
para su aplicación la ley que regulaba la privatización de todos los
servicios. Una ley que vinculaba el uso y el funcionamiento de la
sanidad a través del pago a aseguradoras que, por supuesto, son expertas
en excluir todo aquello que no es rentable para su actividad económica y
su concepción financiera de la salud como mercancía. Por eso, para
nosotros, fue muy importante el proceso constituyente con el que arrancó
la revolución bolivariana y el hecho de que nuestra constitución
prohíba de forma expresa la privatización de un derecho básico para la
ciudadanía. Es una concepción que se ve alineada con la decisión de
comprender la salud como un derecho y, como tal, no es concebible que se
pueda privatizar. Esa gran ola privatizadora que barrió América Latina,
en Venezuela no alcanzó sólo a la sanidad, sino que se privatizaron
también los servicios de abastecimiento de agua, las telecomunicaciones o
las carreteras.
¿Esa oleada privatizadora la frena Chávez?
La revolución revirtió esos procesos. Las empresas ya
privatizadas, como por ejemplo, las de telefonía o las eléctricas,
fueron recompradas por el Estado. En el caso de la sanidad, ya existía
una gran porción del sector privatizada. La nueva constitución eliminó
la posibilidad de crear cualquier nueva ruta privatizadora. La
privatización de la sanidad no es más que un camino a la exclusión
social, a la limitación en el acceso a los servicios de salud. Se trata,
en el fondo, de elegir entre el "poder sobre nosotros" y el "poder con
nosotros". Esta es la ruta que debemos elegir para determinar el sistema
sanitario que queremos. Nuestra constitución pone el énfasis en la
atención primaria, en la financiación pública. Tenemos que asegurar la
accesibilidad universal a lo que necesitamos en salud, no a lo que nos
quieren vender en salud.
¿La sanidad es uno de los ejes de transformación social y económica del gobierno venezolano?
Sí, indudablemente. Y además, la magnitud de la
transformación y la modernización de Venezuela ha sido enorme. También
en todos los niveles sanitarios. En la atención primaria, por ejemplo,
se ha multiplicado por mil el número de establecimientos de salud, de
consultas de medicina integral comunitaria. En cuanto a ámbitos más
especializados, como el acceso a la cirugía cardiológica pediátrica,
también nos encontramos con una multiplicación por mil en el número de
intervenciones que se realizan en todo el país. Se ha pasado de realizar
141 operaciones en 1999, a más de 2000 en 2013. Los otros 1.800 niños
que no eran tratados quedaban en la nada, porque ni siquiera había
listas de espera en ese modelo de sanidad privatizada. Por ejemplo, las
mútuas excluyen en sus cláusulas el tratamiento de las enfermedades
congénitas. Esta transformación de la concepción de la sanidad como
mercancía a la sanidad como derecho básico universal ha permitido
multiplicar el acceso a la sanidad. Cuando se escoge la alternativa de
la privatización, se escoge la progresiva limitación del acceso y que
prevalezcan intereses diferentes a los estrictamente sanitarios. Veo
difícil que haya otro país en el mundo que tenga un incremento del
1.000% en este ámbito.
¿La apuesta por un modelo sanitario público ha reducido las desigualdades en Venezuela?
Cuando Chávez llegó a la presidencia comenzó a hablar
del índice Gini, un índice que mide la desigualdad. Esa brecha entre los
más ricos y los más pobres se ha reducido en los últimos 15 años en
Venezuela. La pobreza ha descendido del 55% al 27% de la población y la
pobreza extrema se ha reducido del 21% al 7%. Un cambio profundo en las
condiciones de vida y de salud del pueblo de Venezuela. Tenemos claro
que esta evolución no se podría haber logrado con un sistema que trataba
la salud como una mercancía y que imponía diferencias evitables. Es
imposible la reducción de la desigualdad sin una redistribución del
poder. En los últimos años se han incrementado las desigualdades en el
mundo a nivel del producto interior bruto. El camino de la salud pasa
por el mismo camino que conduce a la igualdad de oportunidades. Con
esto, se ponen en cuestión dos mitos, que los países ricos tienen mejor
salud y que la atención hospitalaria, con una alta capacidad
tecnológica, es siempre la solución. Son dos mitos perversos alentados
por la privatización y sólo hay que comparar la expectativa de vida en
los Estados Unidos —en el puesto 36º en los hombres, y en el 42º para
las mujeres— con Cuba o Costa Rica, con un PIB mucho más bajo para
comprobarlo.
La decisión del gobierno venezolano de impulsar estos cambios ha encontrado una fuerte resistencia en algunos sectores del país.
Por supuesto. En el momento en que los intereses
económicos de estos grupos son tocados, uno se encuentra con la radical
oposición de quienes sienten que van a perder sus privilegios. En el
caso de Venezuela, desde 1999 —año de la llegada de Chávez al poder— ha
habido 19 elecciones con voto directo y secreto, con plenas garantías
democráticas, de las que se han ganado 18. En abril del 2013, el
presidente Maduro ganó las elecciones con una amplia mayoría. En
diciembre del año pasado, hubo unas elecciones municipales en las que el
75% de las alcaldías fueron ganadas por candidatos del Partido
Socialista Unido de Venezuela. Si hay algo que ha quedado ratificado en
estos años es que el pueblo venezolano ha optado por el socialismo y que
quienes se oponen a ello con estrategias fascistas, de violencia
incluso tarifada, no pasarán.
¿Tarifada?
En las zonas fronterizas con Colombia, principalmente
en el Estado Táchira funcionan grupos paramilitares colombianos
financiados desde distintos sectores de la oposición. Son variantes de
las Autodefensas Unidas de Colombia a los que se paga por organizar
acciones vandálicas y violentas. Es una agresión a la decisión de un
pueblo ratificada en 18 de 19 elecciones. El fascismo anda siempre
acechando para no perder sus privilegios.
Pero la protesta se da también en la calle.
Si uno entiende la transformación que está viviendo el
pueblo de Venezuela, pero también que el petróleo es ahora soberano y
que las decisiones se toman sin tener en cuenta las órdenes de los
intereses imperiales, entiende que la modificación, la manipulación y la
creación de situaciones tiene ingredientes que van mucho más allá de la
decisión de un pueblo. Y en esto juega todo el capital que se mueve en
torno a determinados medios de comunicación. Venezuela se encuentra
sobre una enorme reserva de petróleo, la más grande del planeta y a sólo
cuatro horas de vuelo de Estados Unidos. Hay una gran cantidad de
intereses en juego, que no son los intereses del pueblo venezolano.
Ahora mismo, por ejemplo, en las redes sociales circulan fotos de la Vía
Catalana o de protestas en Chile, como si esas manifestaciones se
diesen en Venezuela. La desvergüenza de los medios de comunicación al
dar por válidas esas manipulaciones llega a niveles grotescos.
Volviendo a la cuestión de la sanidad, Venezuela ha
primado la atención primaria en el desarrollo sanitario del país, ¿se
busca así la implicación de toda la comunidad?
No sólo se busca, sino que se ha planteado así. Un
proyecto como el de Barrio Adentro nació con y para la comunidad. La
Misión Barrio Adentro es una intervención en la comunidad, en un
ambiente precario, sin apenas electricidad, mal urbanizado. En un año, y
sólo en Caracas, se pasó de 96 consultorios a más de 800. Situados
siempre en medio de los barrios. En los inicios de este programa, los
médicos, en un primer momento, se instalaban en viviendas familiares,
eran acogidos y ayudados por los vecinos gracias a los comités de salud
establecidos en los barrios, más tarde se crearon los establecimientos,
también con la participación de la comunidad. La transformación así ha
sido espectacular, no sólo en el número de establecimientos sanitarios
sino en la calidad de la atención. Esto va conectado a un programa de
formación médica contrapuesto a los antiguos, que buscaban la
superespecialización, cuando el 85% de las patologías se resuelve en la
atención primaria. Y esto se ha ido extendiendo a todo el país desde el
año 2002. Desde entonces se han creado más de 10.000 establecimientos de
salud con médicos y enfermeras, surgidos en muchos casos de esa misma
comunidad. Además ahora la formación de los médicos está municipalizada y
acceden a ella personas que nunca antes hubiesen podido estudiar
Medicina y formarse. Es una carrera larga, que requiere una dedicación
exclusiva y que es difícil compaginar con un trabajo.
¿Con qué medios cuenta el estado venezolano para la extensión de este modelo sanitario?
El inicio fue gracias a la Misión Médica Cubana y esos
primeros médicos que llegaron también ayudaron a la formación de los
nuevos médicos venezolanos, que progresivamente les van sustituyendo. De
igual forma, las enfermeras y enfermeros son, en muchas ocasiones,
vecinos del barrio, miembros de la comunidad donde se instala ese
establecimiento con el que no contaban. Comenzaron con tareas sencillas y
se han ido formando hasta alcanzar la titulación. Se ha pasado de
espacios cedidos por la comunidad, en la casa de alguien, a espacios
propios de salud. En ocho años se han formado ya 14.000 médicos y hay
otros 22.000 formándose.
¿En qué estado se encuentra la cooperación sanitaria latinoamericana y la Sur-Sur?
Es mucho lo que se está haciendo, por ejemplo y sólo en
el marco de la cooperación Sur-Sur, tenemos pacientes de otros países
del ALBA (Alianza Bolivariana para América) y de Gambia gracias a estas
estrategias de solidaridad entre los pueblos. Tenemos la Misión Milagro,
que ha permitido en Cuba y Venezuela, pero también en otros países
latinoamericanos y asiáticos, tratar de cataratas y problemas oculares a
cientos de miles de personas. Hemos conseguido también generar esta
forma de Medicina Integral Comunitaria que nos permite liberar a los
compañeros cubanos que así podrán ayudar en otros muchos lugares. Otro
punto importante es la Escuela Latinoamericana de Medicina, que tanto en
Cuba, como en Caracas, forma a futuros profesionales de la medicina,
para que luego regresen a sus países y ejerzan allá como médicos.
¿Cómo se observa desde Venezuela el recorte del modelo del Estado del Bienestar europeo?
Cada país tiene sus propias realidades y tiene que
escoger su propio camino. En el caso de la sanidad es claro. O se
entiende como derecho o se entiende como mercancía. Si aceptamos que es
un derecho, debe ser de financiación pública. Entre todos la pagamos. En
el instante en que la prestación por sanidad se vuelve privada, se
inicia la perversión del sistema. No hay que olvidar que la sanidad es,
junto con el petróleo y las nuevas tecnologías, uno de los sectores que
mueve mayor cantidad de dinero.
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