miércoles, 24 de julio de 2019

Recuerdos del 16, Tormenta en la memoria

Tormenta en La Memoria.


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El hombre de 41 años que aparece en esta foto es mi abuelo Francisco González Santana, fusilado el 29 de marzo de 1937 en el campo de tiro de La Isleta en Las Palmas por defender la democracia y la libertad. Enterrado en la fosa común número 2 del cementerio de Las Palmas a tres metros de profundidad. Todavía mi familia no hemos podido recuperar sus restos porqué los herederos de los criminales no nos permiten su exhumación.
Me llama poderosamente la atención que exista gente que desarrolla trabajos periodísticos sobre personajes de la oligarquía canaria, supuestos asesinos fascistas, cuyos apellidos aparecen en las grabaciones de mis entrevistas a testigos directos del genocidio desde los años 90.
Esta curiosa preocupación por tratar de proteger ciertos apellidos de lo que ahora la mafia franquista gobernante llama "gentes de bien".
Me sorprende sobremanera que existan personajes dispuestos a emplear mucho tiempo en elaborar artículos tratando de desmontar cualquier atisbo de sospecha sobre los supuestos y horrendos crímenes de ciertos tipos cuyos apellidos aparecen en mi libro testimonial y novelado "Tormenta en la memoria", sin preocuparse, ni dedicar un solo minuto de su tiempo a escribir sobre el brutal genocidio fascista en Canarias, sobre los miles de obreros y obreras asesinados por una oligarquía psicópata, corrupta y criminal.
Solo decir que esta obra literaria es fruto del trabajo de muchos años, de recorrer cada rincón de las islas, de hablar y grabar a cientos de personas, gente entrañable y noble, algunas ya fallecidas, que en muchos casos con miedo y en baja voz, casi en un susurro, decían los nombres y apellidos de los culpables de un genocidio fascista que se llevo por delante las vidas de más de 5.000 canarios.
También puede ocurrir que esos asesinos tuvieran otros familiares de la misma alcurnia y con los mismos apellidos, todo es posible, aunque difícilmente probable.
Puede suceder que exista gente que no quiera que la historia ubique esos apellidos en el lugar de los que generaron un holocausto sin precedentes en la historia de esta pequeña zona del planeta.
No tendré dudas en seguir investigando y dando nombres y apellidos, es la mejor forma, el mejor ejercicio democrático, dar a conocer lo que realmente sucedió en esta masacre sanguinaria contra lo mejor de nuestro pueblo.
No cejaré, seguiré y cuando muera detrás de mi vendrán otros, otras, los hijos, las hijas, nietos y nietas que no pudieron asesinar.
No podemos permitir que la memoria de nuestra gente se quede para siempre en el olvido.
No hay miedo ante las amenazas o petición de aclaraciones prepotentes y soberbias que nunca responderé, solo afán de justicia, reparación y dignificación.
Esta semilla, la de los miles de huesos de los desaparecidos en cada rincón de nuestra tierra está dando sus frutos, viene cargada de justicia, democracia, libertad y revolución.
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