La guerra civil no terminara nunca.
Es curioso lo que ha pasado en este aniversario de la Constitución. No se ha podido celebrar en el Congreso, porque estaba en obras. Se ha celebrado en el Senado, que todo el mundo coincide en considerarlo una institución a reformar. O a suprimir. Los representantes nacionalistas no han querido asistir. Las declaraciones de los líderes han sido escasamente matizadas: hay que cambiar la Constitución; no hay que cambiar la Constitución. Se cuenta que la Familia Real debate papeles y todos sabemos lo imposible que resulta hoy cambiar la Constitución para que una mujer pueda ser reina de España. Hay quien quiere que se plantee la independencia de una parte de España. Hay quien defiende que las autonomías están de más. ¡Vaya aniversario!
¿Todo esto es original? No: todo esto (y más) provocó una Guerra Civil que todavía no hemos sabido cancelar.
La Constitución del 78 fue un pacto para la supervivencia, no fue una solución a diferencias profundas.
Nos hemos engañado. Nos hemos deseado engañar. Pero la realidad sigue siendo que las diferencias que había durante una Guerra, siguen existiendo: diferencias de clase, diferencias de nacionalidad, diferencias de poder.
Nunca entendí por qué la derecha democrática española no ha sido capaz de aceptar que los muertos de la Guerra debían ser recuperados. Nunca entendí por qué un socialista no puede poner un ramo de flores en Paracuellos del Jarama. Pero los dos a la vez.
Nunca entendí por qué no se hacen homenajes conjuntos (de unos y otros) a Companys o a Zugazagoitia. Por prudencia, me dijeron mis compañeros. Seguramente tenían razón. Cuidado con los militares, me decían. Y ahora, ni los nacionalistas están satisfechos, ni los militares felices. Acepto que es una generalización excesiva, pero alguien tiene que exagerar para que se entienda que estamos otra vez en “punto cero” de la Democracia y la convivencia.
Hemos dado pasos enormes hacia una convivencia normalizada. ¿Os olvidáis de los días de fuego allá por los años 80 con los independentistas de ETA? ¿Os olvidáis de los tiempos donde el golpismo militar estaba cada día en páginas de periódicos legales? ¿Sabéis cuántas crisis industriales y financieras hemos pasado desde el inicio de la Democracia?
Nada es nuevo, compatriotas, salvo que ahora hay sensación de que no tenemos solución democrática para lo que nos pasa. Esa es la novedad.
Seguro que dentro de unos años, algunos españoles sensatos retomarán el estilo que hizo posible la Transición. Pero espero que sea de otra manera: sin dejar fantasmas en el armario. Los fantasmas de la Guerra Civil no han muerto, están volviendo a la vida. Todos: de un lado y del otro.
Aceptemos que jamás se olvidará lo que la Guerra Civil significó. (En los EEUU, de otra manera, también pasa). Pero intentemos una forma más sólida de convivencia que lo que la Constitución del 78 significa.
Trabajadores, Autonomías, soldados, juristas, policías, obispos y tantos y tantos colectivos que debatieron sus ideas en una Guerra Civil, me temo que no van a olvidar aquel encontronazo. Y tampoco es preciso. Lo conveniente es volver a intentar pactar otro tiempo pacífico. Se hizo en el 78 y se puede hacer el 2013, pero que nadie se engañe: olvidar la Guerra Civil es imposible.
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