15 de agosto de 2015-15 de agosto de 1936COMENTARIO DEL DIARISTA.
Dicen que la historia la escriben siempre los vencedores, pero esa mismo historia tarde o temprano emerge de las cavernas mediáticas , aflora cual verdad inapelable, tramos , datos y hechos históricos que durante decenios se han callado, ignorado, negado, desatendido empiezan a aflorar y duelen , dicen que se reabren viejas heridas , evidentemente mas heridas para quien durante décadas se empeñaron en callarlas o asemejar con otras del bando contrario magnificando unas y minorando hasta extremos ridículos pero aceptados las propias y eso solo se hace desde el bando ganador y con total impunidad y van pasando los años y van pasando los años.
Resulta increíble que personajes como este que ahora os traigo aun tengan calles a su nombre en media España esa media España que pretendían y casi consigue destripar matar a todos los campesinos como si de virus se tratara a sus mujeres y sus hijos como animales enseñándolas como son los hombres de verdad que postulaba el tullido asesino ese que juro por sus cojones defender la legalidad de la República hasta la muerte y la traiciono al grito estúpido de viva la muerte.
Por que se empeñan aun hoy día en menguar el fascismo que recorrió este país con absoluta crueldad durante mas de cuarenta años , ¿que motivos llevan a personas inteligentes ye ilustradas a rebatir con argumentos ridículos lo que la historia pone delante de sus narices?¿ nunca entenderé que ocurre en este país para que la historia deba ser tapada cuando no ninguneada con el único fin de tapar asesinos de lesa humanidad reconocidos? No, no lo entenderé, ya sabéis ganareis pero no, convenceréis. Poco ha cambiado.
"Venceréis pero no convenceréis", Unamuno
Cuando el 17 de Julio de 1936 parte del ejército español se levanta contra el gobierno de la II República, Miguel de Unamuno apoya a los sublevados, pasando a formar parte del consistorio salmantino como concejal y siendo destituido de su puesto de Rector Vitalicio (honorífico) por el presidente de la República, Manuel Azaña.
El 12 de Octubre de 1936 durante la apertura del curso académico, que coincide con la 'Fiesta de la Raza' decretada por los nacionalistas, Unamuno improvisa un famoso discurso en el que sentencia "Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha."
Sucedió en Salamanca, el 12 de Octubre de 1936, recién iniciada la guerra civil. En esa fecha se conmemoraba la “
fiesta de la raza” (hoy es la fiesta nacional de España), y coincidiendo con la celebración se convocó en el
paraninfo de la
universidad (de la que Unamuno era rector) el acto oficial de apertura académica. El general Franco no asistió, pero delegó en su mujer, Carmen Polo. Durante el acto intervinieron intelectuales como
José María Pemán; pero fue especialmente llamativo el apasionado discurso del profesor
Francisco Maldonado de Guevara que termina refiriéndose al País Vasco y Cataluña como “
cánceres en el cuerpo de la nación” y afirmando que “
… el fascismo, que es el sanador de España, sabrá como exterminarlas, cortando en la carne viva, como un decidido cirujano libre de falsos sentimentalismos“.
Parece que Unamuno no tenía previsto intervenir, pero había estado tomando notas y pide la palabra: “Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia”.
“Quiero hacer algunos comentarios al discurso -por llamarlo de algún modo- del profesor Maldonado, que se encuentra entre nosotros. Voy a ser breve. La verdad es más verdad cuando se manifiesta desnuda, libre de adornos y palabrería. Dejemos aparte el insulto personal que supone la repentina explosión de ofensas contra vascos y catalanes”.
“Yo nací en Bilbao, en medio de los bombardeos de la segunda guerra carlista. Más adelante me casé con esta ciudad de Salamanca, tan querida, pero sin olvidar jamás mi ciudad natal. Y aquí está el señor obispo, catalán, para enseñaros la doctrina cristiana que no queréis conocer, y yo, que soy vasco, llevo toda mi vida enseñandoos la lengua española, que no sabéis”.
Millán-Astray se mueve ostensiblemente en su asiento y empieza a decir en voz muy alta “¿Puedo hablar? ¿Puedo hablar?“. Como casi siempre iba acompañado de legionarios armados, que presentan armas, y ya muy exaltado el general se pone de pie y dice:
“¡Sí! ¡Cataluña y el País Vasco, el País Vasco y Cataluña, son dos cánceres en el cuerpo de la nación! ¡El fascismo, remedio de España, viene a exterminarlos, cortando en la carne viva y sana como un frío bisturí!¡Viva España!”. Para terminar alguien del público (muy probablemente él mismo) grita “¡Viva la muerte!“. Los falangistas presentes en la sala saludan con el brazo en alto a un retrato de Franco y entonan el cara al sol y (posiblemente) algunos carlistas dan gritos de ¡Viva Cristo Rey!. En fin: “un ambientazo”, que diríamos hoy. Después se produce un gran silencio, muy tenso. Unamuno vuelve a levantarse y replica así: “Acabo de oír el grito necrófilo e insensato de “¡Viva la muerte!”. Esto me suena lo mismo que “¡Muera la vida!”. Y yo, que me he pasado toda la vida creando paradojas que provocaron el enojo de quienes no las comprendieron, he de deciros, con autoridad en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. Puesto que fue proclamada en homenaje al último orador, entiendo que fue dirigida a él, si bien de una forma excesiva y tortuosa, como testimonio de que él mismo es un símbolo de la muerte”.
“Y otra cosa: El general Millán-Astray es un inválido. No es preciso decirlo en un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero los extremos no sirven como norma. Desgraciadamente hay hoy en día demasiados inválidos. Y pronto habrá más si Dios no nos ayuda”.
“Me duele pensar que el general Millán-Astray pueda dictar las normas de psicología de las masas. Un inválido que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, que era un hombre, no un superhombre, viril y completo a pesar de sus mutilaciones, un inválido como dije, que carezca de esa superioridad del espíritu, suele sentirse aliviado viendo como aumenta el número de mutilados alrededor de él”.
Millán-Astray, irritado, grita “¡Muera la inteligencia!“ – y el gaditano Pemán, en su línea habitual, corrige: “¡No! ¡Viva la inteligencia! ¡Mueran los malos intelectuales!“
Unamuno, que se había ido exaltando por momentos, replica de nuevo: “¡Este es el templo de la inteligencia, y yo soy su supremo sacerdote! Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. Yo siempre he sido, diga lo que diga el proverbio, un profeta en mi propio país. Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil pediros que penséis en España. He dicho”.
Es fácil imaginar el revuelo que se organizó en el paraninfo, incluso se dice que algunos militares desenfundaron sus armas con intención de utilizarlas. Finalmente no se llegó a la violencia física, y Unamuno salió de la sala (entre gritos e insultos) del brazo de Carmen Polo que, según parece, le acompañó hasta su casa.
Ese fue prácticamente el final de su vida intelectual – y física: Desde ese momento se recluyó en su domicilio y falleció poco después, el 1 de diciembre de ese mismo año.
Yagüe, asesino de masas. La doble matanza de Badajoz (1ª parte)
-"Se dice que más de dos mil personas han sido fusiladas ya en Badajoz". Yagüe se encogió de hombros, miró al periodista y contestó secamente: - “No deben ser tantos”.
Entrevista de Mario Neves, del Diario de Lisboa, al teniente coronel Juan Yagüe, durante los primeros días de las matanzas de Badajoz.
- “Por supuesto que los matamos. ¿Qué esperaba usted? ¿Que iba a llevar cuatro mil prisioneros rojos conmigo, teniendo mi columna que avanzar contrarreloj? ¿O iba a soltarlos en la retaguardia y dejar que Badajoz fuera roja otra vez?”.
Entrevista de Yagüe con John T. Whitaker, del New York Herald, tres días después. El periodista le pregunta hasta dónde era verdad lo que se contaba de los asesinatos de Badajoz. Esta vez Yagüe se mostró más abierto a responder.
Agosto de 1936. El ejército fascista sublevado avanza desde Andalucía hacia el norte de la Península. En su camino se encuentra Badajoz, cuya conquista es vital para ellos pues significaría la unión del ejército del sur con el del general Mola, que domina el norte.
La ciudad se encuentra aislada tras la caída de Mérida unos días antes. Con unos 40.000 habitantes, está defendida por unos tres mil milicianos sin preparación militar y de entusiasmo desigual y 500 soldados al mando del coronel Ildefonso Puigdendolas.
El día 13 Badajoz se queda sin luz eléctrica y rodeada de enemigos por todas partes, comienzan las deserciones en masa. Sólo conserva sus murallas del siglo XVIII, defendidas por grupos de milicianos y de soldados.
Esa tarde los milicianos rechazan con fuego de ametralladoras el primer asalto. La guardia civil de Badajoz aprovecha la confusión del combate para sublevarse por la espalda. Los tiroteos en el interior de la ciudad no cesan en toda la noche.
Al amanecer del día 14, la artillería rebelde abre fuego contra las murallas de Badajoz. Este intenso bombardeo dura varias horas y destroza las murallas y las viviendas de los alrededores. Por la tarde vuelve a comenzar el asalto por las brechas que ha abierto la artillería. Tras las tanquetas, los legionarios se lanzan de nuevo al asalto; el fuego de las ametralladoras vuelve a pararlos de nuevo y a ocasionarles numerosas bajas. Pese a ello, consiguen penetrar en la ciudad.
A las cuatro de la tarde, tras un encarnizada lucha cuerpo a cuerpo, los rebeldes dominan ya gran parte de la ciudad, pero la lucha callejera continuará hasta el anochecer. En la catedral se refugian cincuenta milicianos peleando hasta quedarse sin municiones. Son capturados y ejecutados ante el altar mayor, pese a que luego harán correr la voz de que se suicidaron.
Esta es la señal para comenzar la matanza. La primera. Los moros, sueltos como perros rabiosos y armados hasta los dientes, caen sobre la ciudad martirizada y asesinan alevosamente a todo aquel que se aventura a salir a la calle. Cae mucha gente inocente, mujeres indefensas, hombres que no han combatido, niños y ancianos. Hay quien muere acuchillado simplemente por llevar un reloj o una cadena de oro que despierta la codicia de los mercenarios moros al servicio del fascismo español. Se ven cadáveres con cuchillos clavados hasta la empuñadura.
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Fusilamiento de campesinos lerena badajoz agost, 1936. |
Algunos oficiales alemanes, al servicio del general Franco, se dan el gusto de fotografiar cadáveres castrados por los moros, los cuales no cesan de realizar todo tipo de ritos sexuales con el enemigo muerto. Incluso asesinan, alborozados, a muchos bebés de escasos meses. Todas las mujeres y las niñas que caen en sus manos son violadas sistemáticamente antes de que sean asesinadas. Metiéndoles las bayonetas por la vagina y abriéndolas en canal.
Entretanto, conocidos falangistas de Badajoz se encargan de delatar y localizar a los rojos republicanos. Los que no son torturados y muertos salvajemente en la calle o en las azoteas, son conducidos a la Plaza de Toros. En el tendido, junto a la barrera, han instalado unos focos para iluminar la arena. Allí están, confinados y atemorizados, todos los presos republicanos, la mayoría de ellos civiles.
Plaza de Toros de Badajoz, hace ya varios años derribada en contra de las protestas de muchas asociaciones memorialistas.
En los asientos de más arriba, esperando que dé comienzo el espectáculo, se encuentran los señoritos falangistas y los terratenientes de la zona, los de siempre, junto a los jefes moros del Tabor de Regulares, alternando “cristianamente” con las señoritas devotas que han sido invitadas.
Suena el clarín. Los prisioneros, desconcertados, miran a todos los lados con los ojos desorbitados. No saben qué significa aquello.
14-15 de agosto de 1936: 79º aniversario del crimen
LA MATANZA DE BADAJOZ, VISTA POR LOS CORRESPONSALES EXTRANJEROS
En dos días de batallas, del 12 al 13 de agosto de 1936, las tropas del teniente coronel Yagüe, legionarias y de moros regulares, en su avance para reunirse con las del general Mola –‘El Director’– y unificar la zona sublevada del sur con la del norte, vencieron la débil resistencia de Badajoz tras intensos bombardeos artilleros y aéreos de la ciudad. Una vez la capital extremeña en su poder, y unidos a los rebeldes los falangistas pacenses y la guarnición de la Guardia Civil, durante dos días, del 14 al 15 de agosto de 1936, se entregaron a una orgía de sangre que, en palabras de los propios matarifes, llegó a las 4.000 almas.
Las crónicas de unos pocos corresponsales extranjeros, de la cercana Lisboa y de Francia, fueron un aldabonazo que alertó al mundo acerca de las siniestras y ocultas intenciones de los militares traidores alzados en África bajo la bandera de la II República –“¡Viva España, viva la República, viva el Ejército!”, gritó Yagüe en la arenga a sus tropas tras la caída de la ciudad (‘ABC’, Sevilla, 17 de agosto de 1936)–, pero auxiliados por el fascismo mussoliniano y, en seguida, por el nazismo hitleriano.
En 2005, Naciones Unidas calificó de genocidio la Matanza de Badajoz.
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“Los corresponsales extranjeros en zona franquista apenas podían dar un paso sin control, viajar al frente sin acompañamiento de funcionarios de prensa y propaganda, que controlaban sus fuentes y les impedían hablar con las tropas, según sus propios testimonios. En especial desde que los corresponsales del ‘Diário de Lisboa’, Mário Neves; de la agencia Havas, Marcel Dany, y de ‘Le Temps’, Jacques Berthet, lograron entrar en Badajoz por la frontera de Caya en la madrugada del día 15 de agosto y transmitir a sus medios información sobre las matanzas de la Legión al mando del coronel Yagüe, con quien hablaron y le preguntaron por el rumor recogido en la capital pacense que ya hablaba de dos mil fusilamientos: «No deben ser tantos...», les contestó (Mário Neves, “Badajoz está entregue aos legionarios e aos ‘regulares’ marroquinos. Cenas de horror e de desolaçao na cidade conquistada pelos revoltosos”, ‘Diário de Lisboa’, segunda edición del 15 de agosto de 1936). Tanto Dany como Berthet dieron esa cifra en sus crónicas, mientras que Neves, que escribía para un país que había declarado inmediatamente su apoyo a los sublevados, evitó evaluar el número de víctimas Aunque las de Neves no fueron las crónicas más famosas sobre Badajoz, su admirable honradez puso sobre aviso al resto de los corresponsales. Los periodistas portugueses que viajaron a la España en guerra eran previamente seleccionados y autorizados, con estrictas consignas de favorecer a la sublevación, por el Secretariado de Propaganda Nacional de la dictadura salazarista, cuyo apoyo propagandístico fue uno de los capítulos de la decisiva ayuda que prestó en todos los órdenes para que el fallido golpe de estado se prolongara en guerra civil (José Ángel Sánchez Asiaín, ‘La financiación de la guerra civil española. Una aproximación histórica’, Ed. Crítica, Barcelona, 2012).
“Pero Jay Allen, corresponsal del ‘Chicago Tribune’ residente en Lisboa, leyó entre líneas su crónica del ‘Diário de Lisboa’ del día 15, que los periódicos franceses confirmaron el 16 con las crónicas de Dany y Berthet. El día 23 de agosto, llegó a Badajoz, que bautizaría “Ciudad de los Horrores”, y escribió una crónica que, considerada modélica entre los corresponsales de guerra, daría la vuelta al mundo y lo alertaría sobre las terribles dimensiones que cobraba el golpe de estado en España.
“De vuelta a la localidad portuguesa de Elvas, a veinte kilómetros de la frontera con Badajoz, escribió: «Ésta es la historia más dolorosa a la que he tenido que enfrentarme en mi vida. Escribo a las 4 de la mañana, enfermo del corazón y del cuerpo, en el maloliente patio de la Pensión Central, en una de las tortuosas calles blancas de esta empinada ciudad fortificada (...) He subido a la azotea para mirar atrás. He visto fuego. Están quemando cuerpos. 4.000 hombres y mujeres han muerto en Badajoz desde que la Legión y los moros de Francisco Franco treparan por encima de los cuerpos de sus propios muertos para escalar las murallas tantas veces empapadas de sangre», comienza Jay Allen su emotiva crónica: “Slaughter of 4,000 at Badajoz, ‘City of Horrors’, Is Told by Tribune Man” [“Matanza de 4.ooo en Badajoz, ‘Ciudad de los Horrores’, contada por un hombre del ‘Tribune’”], ‘Chicago Daily Tribune’, 30 de agosto de 1936.
“Allen conocía muy bien España –había viajado por todo el país durante dos años para escribir un libro sobre el problema agrario–; hablaba castellano con propiedad y había sido autor de crónicas memorables, desde la revolución de Asturias de 1934, que cubrió completa, a la entrevista con Franco en Tetuán a finales de julio en la que le dijo que estaba dispuesto «a fusilar a media España» si era preciso, lo que en ese momento se consideró mera bravata golpista. Allen, en fin, sería el último en entrevistar a José Antonio Primo de Rivera en la cárcel de Alicante, poco antes de su fusilamiento, el 20 noviembre de 1936; la realizó al poco de pasar a zona republicana tras huir de la zona sublevada, donde había sido “condenado” a muerte por el escándalo que levantó su crónica sobre la represión en Badajoz, que la aún desordenada propaganda franquista trató de desmentir enfrentándola a la de Mário Neves en el ‘Diário de Lisboa’, quien se había limitado a decir que en la plaza de toros, «algunas decenas de prisioneros aguardan allí su destino». Nadie dudó que su destino era el que relató después el atribulado Allen: con una ametralladora desde la contrabarrera del toril al menos 1.200 prisioneros habían sido fusilados; fuentes militares de la columna de Yagüe ya calculaban en más de 4.000 personas las fusiladas en Badajoz. Además, la débil contrapropaganda montada para desprestigiar las crónicas de Allen –incluso con ayuda de otros corresponsales norteamericanos profranquistas militantes, que lo desmintieron: William P. Carney, del ‘The New York Times’, y Edward Knoblaugh, de Associated Press– se desplomó como un castillo de naipes cuando, a los pocos días, el propio coronel Yagüe se lo confirmó de manera desabrida al corresponsal del ‘The New York Herald Tribune’, John Thompson Whitaker, a quien, a su pregunta sobre la realidad de lo que se decía sobre las ejecuciones, respondió con sinceridad brutal: «Por supuesto que los matamos, ¿suponía usted que iba a dejar a 4.000 rojos a mis espaldas teniendo mi columna que avanzar a marchas forzadas? ¿Iba a permitir que Badajoz volviese a ser rojo?» (John T. Whitaker, ‘We cannot escape history’, Macmillan ed., New York, 1943). Actualmente, se considera que Badajoz fue la provincia que sufrió la mayor represión de los sublevados. El historiador Julián Chaves La Uex calcula que puede llegar a 13.000 o más víctimas, es decir, a doblar el incompleto censo oficial de cerca de 7.000 personas, de las que no llegaron al 10% las sometidas a consejo de guerra. Por el contrario, el censo de las víctimas causadas por el bando republicano está documentado y cerrado en 1.411 personas, de las cuales 425 en la ciudad de Badajoz y 447 en La Serena (“Badajoz fue la provincia con más muertos por la represión franquista”, ‘Hoy’, Badajoz, 24 de marzo de 2004).
Los asesinatos en masa de Badajoz tendrían vergonzosa contrapartida unos meses más tarde a 425 kilómetros de distancia, en los de Paracuellos de Jarama y Torrejón de Ardoz, provincia de Madrid, donde el 7 de noviembre de 1936 y los días siguientes fueron asesinados más de dos mil presos sacados de las cárceles madrileñas Modelo, San Antón, Porlier y Ventas. Tras el traslado del gobierno a Valencia el día 6, Madrid bajo las bombas quedaba gobernada por una Junta de Defensa presidida por el general José Miaja y formada por representantes de los partidos políticos que apoyan al gobierno de Francisco Largo Caballero. Esa misma noche, representantes de las Juventudes Socialistas Unificadas, en manos de cuyo secretario general, Santiago Carrillo, estaba la consejería de Orden Público, se reunieron con representantes de la CNT, con Amor Nuño, titular de la consejería de Industrias de Guerra, y acordaron implementar las órdenes de la dirección del Partido Comunista de España –Antonio Mije, Pedro Checa, Segundo Serrano Poncela...–, inducidas por los consejeros militares y los agentes soviéticos de la GRU (Glávnoe Razvédyvatelnoe Upravlénie), la Dirección de Inteligencia de las Fuerzas Armadas de la Unión Soviética. Entre ellos, uno que no es ni una ni otra cosa: Mijail Koltsov, el periodista más popular de la URSS, corresponsal de Pravda, pero muy influyente militar y gubernamentalmente por tratarse de un hombre de confianza de Stalin –hasta que la perdió, y la cabeza, en las purgas de 1938–.
“Yagüe había recibido el 1 de agosto órdenes de Franco que eran contradictorias, de alguna manera, en lo referido a la represión, pues si mandaba evitar «toda detención no imprescindible»–el devastador “no hacer prisioneros”– y que se efectuara «con energía» la represión «de los focos de rebelión», al tiempo disponía que se excluyera del proceso «la crueldad, respetando en absoluto mujeres y niños, y evitando toda clase de razias». Precisamente a esto es a lo que otros historiadores atribuyen el grueso de la represión, a las venganzas de las partidas de falangistas y de guarniciones de la guardia civil ansiosas de tomar revancha de los desmanes republicanos sufridos semanas antes, cometidas en su mayoría cuando las tropas de Yagüe ya habían seguido camino hacia Toledo. El propio Yagüe señalaría como causante al jefe local de Falange, Arcadio Carrasco, cuando Dionisio Ridruejo y Ángel Alcázar de Velasco lo visitaron en septiembre en Talavera de la Reina y se interesaron por la «tremenda matanza de rojos» en Badajoz: «Yo no he intervenido más que en la conquista de la ciudad (...) Luego he proseguido la marcha, porque Madrid nos aguarda (...) Al marcharme yo con mis hombres, de responsable del orden quedó el jefe de Falange (...) Pedidle que os explique lo que decís que fue la horrible matanza» (Ramón Garriga, ‘El general Juan Yagüe’, Ed. Planeta, Barcelona, 1985).
“La imprudente, al menos, salida de tono de Yagüe establecería esa cifra como dogma periodístico durante décadas, hasta que los historiadores pudieron comenzar a documentar las cifras manejadas por las diversas fuentes con la disparidad como constante de la mayor parte de hechos y circunstancias de la guerra civil.
“Pues Whitaker también gozaba, como Allen, de una notable reputación profesional: venía de cubrir la guerra de Etiopía para su periódico y para la CBS ‘empotrado’ en el ejército italiano –como se denominará en el siglo XXI a los corresponsales de guerra que viajan con las tropas– y sus reportajes le habían valido ser condecorado por el gobierno de Mussolini. Y esta medalla del fascismo, un salvoconducto para moverse por la zona alzada y acceder a sus autoridades militares y políticas. A las que tampoco gustaron sus crónicas sobre las ejecuciones en masa de prisioneros y de civiles en el avance de las tropas franquistas en el sector de Talavera-Santa Olalla-Toledo contra las del entonces teniente coronel Modesto, Juan Guilloto, ni las del largo asedio del Alcázar de Toledo, durante setenta días, del 22 de julio al 28 de septiembre de 1936, y del que la propaganda quería hacer un símbolo de la España sublevada. Pero las que le obligaron a huir de España fueron las declaraciones de Mohamed ibn Mizzian, comandante del II tabor (batallón) de Regulares de Melilla, ufanándose de la violación en grupo de dos jóvenes apresadas por una de sus unidades.
También escandalizaron las declaraciones de un desequilibrado capitán retirado, Gonzalo de Aguilera, un terrateniente de la aristocracia salmantina, a quien Mola empleó y Franco confirmó como oficial de enlace con la prensa extranjera. Este individuo le hizo a Whitaker unas declaraciones brutales en las que acusaba al desarrollo económico, que había traído el alcantarillado y la higiene, de la supervivencia del proletariado que ahora se resistía al golpe: «De no haber alcantarillas en Madrid, Barcelona y Bilbao, todos estos jefes rojos habrían muerto en su infancia en lugar de incitar a la chusma y hacer que se vierta la buena sangre española. Cuando la guerra termine, destruiremos las alcantarillas» y «Tenemos que matar, matar, ¿sabe usted? Son como animales, ¿sabe?, y no cabe esperar que se libren del virus del bolchevismo. Al fin y al cabo, ratas y piojos son los portadores de la peste. Ahora espero que comprenda usted qué es lo que entendemos por regeneración de España (...) Nuestro programa consiste (...) en exterminar un tercio de la población masculina de España. Con eso se limpiaría el país y nos desharíamos del proletariado. Además, también es conveniente desde el punto de vista económico. No volverá a haber desempleo en España..., ¿se da cuenta?» (Paul Preston, “Los esclavos, las alcantarillas y el capitán Aguilera. Racismo, colonialismo y machismo en la mentalidad del cuerpo de oficiales nacionales”, en ‘Culturas y políticas de la violencia en la España del siglo XX’, Madrid, 2005, y “The Answer Lies in the Sewers: Captain Aguilera and the Mentality of the Francoist Officer Corps”, en ‘The Spanish Civil War: Ideologies, Experiences, Historical Recovery-Homage to Robert G. Colodny’, ‘Science & Society’, vol. 68, núm. 3, otoño de 2004).
“Delirantes palabras que repetía a quien quisiera oírlo; entre otros, al entregado Hubert Renfro Knickerbocker, corresponsal de Universal Services, la agencia del profranquista grupo Hearst. Cuando llegó a España en 1936, Aguilera le dio la impresión de ser «el mejor oficial de prensa que he tenido el placer de conocer», por lo que las silenció para no perjudicar a la causa de los sublevados, pero, tras ser expulsado, las rememoró en los medios de su grupo, «por venganza», según la opinión de sus colegas. Autor de un entusiasta relato sobre el asedio y resistencia durante dos meses del Alcázar sublevado en Toledo, que dio a conocer al mundo la dramática conversación entre el defensor, coronel José Moscardó, y su hijo prisionero de las tropas republicanas. Considerado como el corresponsal de guerra extranjero «más satisfactorio para Franco»” –el 7 de noviembre de 1936 envió una crónica desde Madrid describiendo la toma de la capital por las tropas franquistas...–, Knickerbocker se sintió ofendido cuando, tras haber cruzado la frontera francesa para transmitir una crónica sorteando la censura, más por hartazgo de la interminable burocracia que por inexistentes confrontaciones ideológicas, se le prohibió el reingreso en la España franquista. El periodista norteamericano, seguro de poder arreglar su situación por su ascendiente entre los mandos militares y políticos, desobedeció la orden y se las arregló para volver a cruzar la frontera; descubierto por agentes de la Gestapo, tras treinta y seis horas de arresto en una prisión en San Sebastián, fue de nuevo devuelto a Francia. Las gestiones de otro reportero para los medios norteamericanos y mucho más respetado que él por esos mandos por ser el hijo de Winston Churchill, el «engreído y bravucón” Randolph», le libraron de represalias más graves aunque no le permitieron continuar trabajando en el territorio gobernado por Franco”.
Siendo aún un estudiante veinteañero de Oxford, Randolph Churchill fue contratado por Roy Howard, presidente del grupo Scripps McRae Newspapers, como columnista de asuntos internacionales para su United Features Syndicate y en 1936 ya se había ganado una mala fama por su entusiasmo con Hitler y Mussolini y su decidido apoyo a Franco contra la República, siendo considerado «el periodista más pro-fascista de América» por la prensa profesional, por ‘In fact’, una ‘newsletter’ editada por George Seldes, quien sería un santón de la prensa norteamericana independiente. Cuando se supo que Churchill viajaba a España para entrevistar a Franco, el diario liberal londinense ‘The Reynolds News’ lo criticó con acidez: «La embajada española aquí vigila a un periodista inglés que visitará España para dar bombo al mundo de Franco. Este reportaje será enviado a los periódicos como un relato ‘objetivo’. Franco está ofreciendo un jugoso salario por el análisis ‘independiente’ [ambos énfasis, del periódico]». La serie que Randolph Churchill escribió a su vuelta, llena de alabanzas y elogio de Franco, fue distribuida y publicada en decenas de periódicos de Europa y América (George Seldes, ‘Tell the Truth and Run’, Greenberg ed., Nueva York, 1953).
Los adjetivos sobre el turbulento Randolph, sus bravuconerías presuntuosas, corresponden a sus colegas en el frente español (Judith Keene y Gabriel Jackson, ‘Fighting for Franco: International Volunteers in Nationalist Spain During the Spanish Civil War, 1936-39’, Leicester University Press, Leicester, Inglaterra, 2003).
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De Ignacio Fontes de Garnica, ‘1937: el crimen fue en Guernica’ (Ediciones Foca, Madrid, 2014).
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En la gráfica:
1.- Sello republicano sobrecargado por los rebeldes con la efeméride del crimen, tildada de "Triunfo de España"... ¿Sobre quién?
2.- Escenario del crimen. La antigua plaza de toros de Badajoz, con cadáveres en el callejón (derecha) y camiones en el ruedo para trasladar los cadáveres de los fusilados.
3.- Búsqueda de 'fusilables' casa por casa.
4.- Cadáveres en el cementerio, aguardando a ser carbonizados.
5.- Cadáveres carbonizados en el cementerio, aguardando a ser inhumados en fosas comunes.