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lunes, 16 de abril de 2012

Funcionarios.

Cariño, he encogido el sueldo de los funcionarios… y además les insulto

14abr2012
Además de tijeretazos, amortizaciones de puestos, congelaciones de
promociones y carreras profesionales, retroceso en asistencia social y otros
acosos, por si fuera poco, el Secretario de Estado de Administraciones
Públicas, Antonio Beteta, a quien se le supone vicealmirante del buque
burocrático en la tormenta de la crisis económica, lanza el topicazo de que “ El
funcionario debe olvidarse del cafelito y del periódico”. Con ello, se sitúa en la
lista negra de iluminados con prejuicios, que encabezaba el presidente de la
CEOE, Juan Rosell con sus visionarias afirmaciones (“funcionarios prepotentes
e incumplidores”) en línea con la tendencia que abrió en en su día el que fuera
Consejero de Sanidad en Asturias con aquélla desafortunada arenga al
personal (“el personal llegará cada mañana a su puesto de trabajo
desayunados, con el periódico leído y cagados, y llorados”).
Vamos a decirlo muy despacito para que nos entienda hasta el Secretario de
Estado.
1.La crisis económica no se debe a los funcionaritos de a pie, sino a
grandes especuladores, entidades bancarias y políticos insensatos,
ocultos ahora bajo esa coartada sin rostro que llaman “Mercados”.
2. Los funcionarios son servidores públicos que trabajan para todos los
ciudadanos pero hay que recordar que ellos mismos tienen la doble condición
de servidores públicos cuando trabajan y de ciudadanos cuando son
usuarios de los servicios públicos.
3. Lo del “cafelito” queda bien para un comentario de barra de los años 60
pero resulta trasnochado citarlo en el siglo XXI. Primero, porque el derecho a
una pausa en el trabajo ( con o sin cafetito, con o sin pincho de tortilla) es una
conquista de todos los trabajadores (empleados públicos o no), y segundo,
porque produce un efecto reparador que repercute en mayor productividad.
Además, no deja de ser humor negro, aludir al cafelito del funcionario cuando
precisamente en los tiempos recientes de austeridad, muchos funcionarios de
cuerpos y escalas modestos, empiezan a no acudir a sus cafés habituales y
optan por llevarse el tentempié al trabajo para ahorrarse unos eurillos.
4. Lo de “leer el periódico” demuestra que poco sabe el general de la milicia
ya que hoy día prácticamente nadie “lee el periódico” en las oficinas públicas.
El empleado que desea informarse consulta las noticias por internet o en el
mejor de los casos hojea el periódico que custodia el ordenanza antes de que
se lo pase a los altos jerarcas, aprovechando que el funcionario madruga más
que el político.
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5. Puede entenderse que un ciudadano que hace cola en una oficina pública o
que espera la resolución de un asunto administrativo, tenga fácil situar como
chivo expiatorio a la burocracia y al funcionario, pero hay que analizar el caso
con empatía y darse cuenta que si los asuntos tardan es porque los
procedimientos legalmente marcados así lo imponen (normalmente por
garantías) y si hay pocos funcionarios para atender a muchos es porque como
lo pagamos todos siempre la austeridad impone reducir los costes de personal.
No culpemos a los grumetes de los problemas de aposentos, salvavidas,
rumbo y deficiencias del Titanic.
6. No está de más en un curso acelerado sobre los empleados públicos,
para que el Secretario de Estado recuerde cinco verdades del Barquero:
A) Que los funcionarios sufren los recortes retributivos para atender el déficit
del gasto público “de todos”, pese a que lo justo y equitativo sería respetar el
mandato del art.31 de la Constitución, cuando dice que “Todos contribuirán al
sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica
mediante un sistema tributario justo inspirado en los principios de igualdad y
progresividad que en ningún caso tendrá alcance confiscatorio”.
B) Que la inmensa mayoría de los funcionarios ha obtenido su plaza con
sacrificio de tiempo, dinero y esfuerzo ( y los que no ha sido así se la deben a
políticos sin escrúpulos);
C) Que los funcionarios han vivido dos décadas con dignidad mientras eran
mirados por encima del hombro por profesionales y empresarios, con el mismo
desdén que la cigarra miraba a las hormigas de la fábula.
D) Que la inmensa mayoría de los funcionarios han sido y son mileuristas. No
todos son Jefes de Servicio ni cuerpos de élite. Además fiscalmente han sido
los mas controlados pues han sufrido la retención en sus nóminas
directamente, antes de pagársela, y sobre la nómina real, a diferencia de tantos
profesionales y empresarios cuyos ingresos reales e ingresos declarados
nunca coincidían.
E) Que la inmensa mayoría de los funcionarios han tenido una capacidad de
ahorro menguada. La Ley de Incompatibilidades de 1985 ha impedido que, a
diferencia de otros trabajadores del sector privado, pudieran completar su
nómina con trabajos adicionales. No es casualidad que una elevadísima parte
de los funcionarios de los grupos medios e inferiores en los últimos años haya
solicitado uno o varios anticipos a cuenta de las nóminas futuras. La estabilidad
en el empleo es un valor seguro, pero como los sellos de correos, no puede
admitirse como medio de pago de una hipoteca o para afrontar gastos
domésticos.
7.Los funcionarios pueden y deben arrimar el hombro frente a la crisis y lo
hacen por triplicado, pues lo están haciendo como ciudadanos (pues sufren
tributos), como empleados ( pues les congelan las nóminas y recortan
prestaciones) y como grupo social ( pues para mas inri sufren la mirada crítica
del resto de la sociedad).
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8.Por todo ello es indecente que el funcionario, además de cornudo, sea
apaleado por topicazos. Y nada menos que del mismísimo Secretario de
Estado de Administraciones Públicas. Mal comienzo. Seguro que el Secretario
de Estado cuando preside su gabinete y se reúne lo hace con café o algo mas
suculento, y seguro que cuenta con un diario resumen de toda la prensa
nacional, debidamente ordenado y encuadernado.
Ya puestos a subir peldaños en el Club de la Bilis nacional, el Secretario de
Estado podía anunciar que había que tapiar las ventanas de las oficinas
públicas, encadenarlos a las mesas de despacho, sustituir las sillas por
taburetes (con pinchos,claro) u obligarles a traer el papel higiénico desde casa.
Mejor sería que el Secretario de Estado reflexionase sobre algún plan realista
como en otros Estados europeos para que los funcionarios pudieren optar por
trabajar desde casa con su ordenador, lo que no es ninguna utopía, lo que
supondría un enorme ahorro económico (luz, teléfono, desplazamientos,etc)
además de bienestar personal y conciliación familiar.
Lo importante es controlar los resultados, y si alguna censura hay que hacer a
la Administración no es a los funcionarios en su conjunto confundiendo a la
oveja negra con el resto del rebaño sino a los altos cargos políticos que no
adoptan medidas disciplinarias frente a esas ovejas díscolas que, como en
toda organización (pública o privada), las hay.
SEVACH.

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