La muerte de los buzos ‘se podía haber evitado’
X.Valdés
Lunes, 11. Agosto 2014 - 21:11
La Asociación Nacional de Empresas de Buceo Profesional
reivindica que llevan años pidiendo que se modifique la legislación laboral de
este colectivo, pues ya está “obsoleta”.
Efe
El
accidente que el pasado 7 de agosto se cobraba la vida de dos submarinistas, Kilian
Sosa Verona y Aconay Barreto ha hecho saltar las
alarmas, nuevamente, entre los submarinistas profesionales, que llevan ya más
de cuatro años “reclamando a la Dirección General de Marina Mercante, una
actualización de las normas de seguridad del Estado”, según indica en
un comunicado la Asociación Nacional de Empresas de Buceo Profesional (ANEBP).
Esta es la organización que agrupa a la mayoría de las 40 empresas que operan
en España, con plantillas que suman entre 600 y 800 buceadores profesionales en
total. Consideran, en este mismo documento, que la reglamentación –fijada en
octubre de 1997- está “obsoleta” y solicitan la prohibición del “buceo
autónomo (SCUBA) en el buceo profesional”.
“Las
normas de seguridad se publicaron en 1997 y, desde ese año, simplemente se hizo
una pequeña corrección, que se centraba más en errores tipográficos que en
actualizaciones reales. En el caso de la descompresión, por ejemplo, las tablas
españolas se refieren a la revisión dos, mientras que las de la marina estadounidense
–US Navy- incluyen ya la revisión número seis. En algunos casos, los tiempos de
diferencia entre uno y otro modelo, son de hasta media hora” explican a
Gaceta.es fuentes de la patronal de los buceadores. Pero el problema, más allá
de la normativa vigente, según explican, es la inaplicación de las mismas “no
hay inspectores de trabajo familiarizados con el mundo del buceo, cuando
ocurre algo sancionan con estas normas en la mano, pero el resto del tiempo
nadie vigila que se cumplan”.
Además,
estas mismas fuentes señalan que, uno de los mayores problemas de la
reglamentación, es el hecho de permitir el buceo autónomo como una práctica
profesional –que era la modalidad en la que trabajaban los dos buceadores
fallecidos en Gran Canaria-. “En este tipo de buceo el suministro de
aire es limitado, no hay comunicaciones con el exterior y, si te mareas
mientras realizas la inmersión, el regulador –que es el que
suministra aire comprimido al submarinista- sale de la boca.
Con el casco de buceo y comunicaciones, el supervisor escucha lo que haces, si
te mareas lo va a notar y te pueden recuperar del agua. Hay más opciones de
reacción ante cualquier problema. Además, al llevar un casco, si te mareas,
continuas respirando el aire a través de él, cosa que no ocurre con el SCUBA,
puesto que al perder el regulador se produce la aspiración directa de
agua, lo que supone que una simple pérdida de conocimiento, se convierta en un
ahogamiento”. En el caso concreto de los dos submarinistas profesionales
fallecidos hace unos días, “aunque la investigación apenas ha empezado, todos
suponemos que el problema fue que el aire de las botellas estaba contaminado y
que por eso perdieron el conocimiento. Con otro sistema de buceo, el
supervisor se habría dado cuenta. Se podía haber evitado”.
El
texto denuncia, además, que “en las dos reuniones mantenidas en el último año
con la Dirección General de Marina Mercante, han hecho caso omiso a nuestras
reclamaciones, a pesar de contar con varios informes que muestran la
alta siniestralidad que su uso –del buceo autónomo- supone a los
profesionales del sector, y con la prohibición de este método en muchos otros
países y asociaciones internacionales”.
Según
un estudio hecho público en 2006 y elaborado por Iván Ciudad Valls,
Técnico Superior en Prevención de Riesgos Laborales, en el que, aunque los
datos oficiales de submarinistas que había disponibles no discernían entre
accidentes laborales y buceadores deportivos, señala que “las cifras son
alarmantes, ya que se registraron en el pasado año 67 accidentes de los cuales
6 fueron mortales, 9 con lesiones incapacitantes y 52 con lesiones
reversibles”, repitiéndose siempre las mismas causas –accidentes disbáricos,
que son aquellos que están relacionados con las diferencias de presión a
las que se ven sometidas los buceadores, y atrapamientos- y advertía, hace casi
10 años que “ni la Ley de Prevención de Riesgos Laborales ni la Orden de 14 de
Octubre de 1997 por la que se aprueban las Normas de Seguridad para el
Ejercicio de Actividades Subacuáticas han sido capaces de solventar el
problema, un problema que, en la mayoría de los casos, es fácilmente
evitable y lamentablemente pasan por la impunidad con la que operan muchas
empresas y buceadores que incumplen las normas básicas de seguridad,
así como las más elementales normas de buceo.”
Un
segundo informe, de este mismo autor y realizado en el año 2012, alcanzaba las
mismas conclusiones al estudiar 66 accidentes laborales que habían tenido lugar
entre 1988 y marzo de 2012, resultando un 48,5% mortales y sufriendo el resto
“algún tipo de lesión que llegó a ser incapacitante para el ejercicio de la
profesión”. Este estudio apunta, nuevamente, que “el uso de equipo de
buceo autónomo (74,5%) –el polémico SCUBA- y la falta de equipos de
comunicación (94,1%) están implicados en los casos de siniestralidad estudiados”.
Así, tres de cada cuatro muertes de submarinistas, están relacionadas con la
modalidad de SCUBA.
El
documento indica que, además, la tendencia de los accidentes laborales mortales
- en actividades subacuáticas en el ámbito profesional- se muestra al alza” y
que “nuestros datos reflejan que el ahogamiento aparece como segunda
causa principal (32,3%), precedida por los atrapamientos (38,7%) y por los
accidentes de descompresión (9,7%)”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario