Interesante artículo, El triángulo de los suicidas.
El triángulo de los suicidas: En los pueblos donde quitarse la vida es una costumbre
Alcalá la Real, Priego de Córdoba e Iznájar conforman la zona con la tasa de suicidios más alta de España
(Las identidades de la mayor parte de los personajes de esta historia han sido modificadas por deseo expreso de los protagonistas).
Empecé a interesarme por el tema de los suicidios en una determinada zona de Andalucía hace un año cuando se ahorcó mi tío Joaquín. Los psicólogos que trataron a su esposa durante la fase de duelo le revelaron la relación entre el suceso y su lugar de nacimiento: “Ser de Alcalá la Real es un factor de riesgo en materia de suicidios”, le contaron ante su estupefacción. Después de aquello escarbé un poco en mi árbol genealógico y llegué al fallecimiento de mi bisabuelo, que también se quitó la vida mediante el mismo método en 1939. ¿Su lugar de nacimiento? El mismo: Alcalá la Real.
Para empezar a documentarme, consulté el monográfico que había publicado EL ESPAÑOL acerca de los suicidios. Allí figura el ranking de los municipios con mayor tasa de suicidios de España. Efectivamente, el pueblo que encabeza esa lista es, año tras año, Alcalá la Real.
(Las identidades de la mayor parte de los personajes de esta historia han sido modificadas por deseo expreso de los protagonistas).
Empecé a interesarme por el tema de los suicidios en una determinada zona de Andalucía hace un año cuando se ahorcó mi tío Joaquín. Los psicólogos que trataron a su esposa durante la fase de duelo le revelaron la relación entre el suceso y su lugar de nacimiento: “Ser de Alcalá la Real es un factor de riesgo en materia de suicidios”, le contaron ante su estupefacción. Después de aquello escarbé un poco en mi árbol genealógico y llegué al fallecimiento de mi bisabuelo, que también se quitó la vida mediante el mismo método en 1939. ¿Su lugar de nacimiento? El mismo: Alcalá la Real.
Para empezar a documentarme, consulté el monográfico que había publicado EL ESPAÑOL acerca de los suicidios. Allí figura el ranking de los municipios con mayor tasa de suicidios de España. Efectivamente, el pueblo que encabeza esa lista es, año tras año, Alcalá la Real.
LOS DATOS HABLAN
Lo inexplicable es que, entre los 40 municipios con las tasas de suicidios más altas de España, hay 11 que están muy cerca de Alcalá la Real. O lo que es lo mismo, a un área que en la zona es conocida como “el triángulo de los suicidas” y que comprende los territorios próximos a tres municipios que hacen de vértice: Alcalá la Real (Jaén), Priego de Córdoba e Iznájar (Córdoba). En el área de influencia de estas localidades, la es más habitual que la gente se quite la vida.
En realidad, el triángulo no es tal. Hay municipios, como Alcaudete o Íllora (tercero y quinto respectivamente en el ranking español de suicidios de 2014) que no entran dentro de esta figura geométrica, pero se hallan ubicados en la misma comarca, muy próximos a dichos pueblos. Es como si el triángulo histórico (Alcalá la Real, Priego de Córdoba e Iznájar) hubiese extendido su área de influencia.
El cuadro refleja los 40 municipios con la tasa de suicidios más alta de España. Son datos obtenidos del Instituto Nacional de Estadística, recopilados por 93 metros para un monográfico publicado en EL ESPAÑOL. Son cifras de suicidios por cada 10.000 habitantes. De los 40 primeros municipios, 11 pertenecen a la zona de influencia del "triángulo de los suicidios". Falta Iznájar, que no figura en el ranking por ser una localidad de menos de 10.000 habitantes.
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Los datos son incontestables. La tasa de suicidios en España es de 8,3 por cada 100.000 habitantes, sensiblemente por debajo de la europea (11,7). La de la provincia de Jaén es casi calcada a la continental (11,68). Sin embargo, la de Alcalá la Real se dispara hasta un 26,6. la de Alcaudete (municipio vecino a Alcalá y tercero en el ranking nacional) es de 23,6. La de Íllora (Granada) es de 22,3. La Loja (Granada) es de 20 y la de Rute de 19,3. Todos estos pueblos se encuentran bajo la zona de influencia del “triángulo de los suicidas”. La tasa media de suicidios en el conjunto de estos pueblos es de 19,2.
Lo inexplicable es que, entre los 40 municipios con las tasas de suicidios más altas de España, hay 11 que están muy cerca de Alcalá la Real. O lo que es lo mismo, a un área que en la zona es conocida como “el triángulo de los suicidas” y que comprende los territorios próximos a tres municipios que hacen de vértice: Alcalá la Real (Jaén), Priego de Córdoba e Iznájar (Córdoba). En el área de influencia de estas localidades, la es más habitual que la gente se quite la vida.
En realidad, el triángulo no es tal. Hay municipios, como Alcaudete o Íllora (tercero y quinto respectivamente en el ranking español de suicidios de 2014) que no entran dentro de esta figura geométrica, pero se hallan ubicados en la misma comarca, muy próximos a dichos pueblos. Es como si el triángulo histórico (Alcalá la Real, Priego de Córdoba e Iznájar) hubiese extendido su área de influencia.
El cuadro refleja los 40 municipios con la tasa de suicidios más alta de España. Son datos obtenidos del Instituto Nacional de Estadística, recopilados por 93 metros para un monográfico publicado en EL ESPAÑOL. Son cifras de suicidios por cada 10.000 habitantes. De los 40 primeros municipios, 11 pertenecen a la zona de influencia del "triángulo de los suicidios". Falta Iznájar, que no figura en el ranking por ser una localidad de menos de 10.000 habitantes.
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Los datos son incontestables. La tasa de suicidios en España es de 8,3 por cada 100.000 habitantes, sensiblemente por debajo de la europea (11,7). La de la provincia de Jaén es casi calcada a la continental (11,68). Sin embargo, la de Alcalá la Real se dispara hasta un 26,6. la de Alcaudete (municipio vecino a Alcalá y tercero en el ranking nacional) es de 23,6. La de Íllora (Granada) es de 22,3. La Loja (Granada) es de 20 y la de Rute de 19,3. Todos estos pueblos se encuentran bajo la zona de influencia del “triángulo de los suicidas”. La tasa media de suicidios en el conjunto de estos pueblos es de 19,2.
TIERRA DE AHORCAMIENTOS
El denominador común entre los suicidas no es sólo geográfico. Otro de los patrones que se repite entre las personas que se quitan la vida es el sistema que utilizan: casi el 80% de los fallecidos se ahorcan. El segundo método elegido es dispararse con una escopeta de caza y el tercero es la inmersión (ahogamiento).
Muchas son las personas que han intentado arrojar luz acerca de los motivos que llevan a los habitantes de estos pueblos a cometer un suicidio. Las hipótesis son numerosas: un extraño compuesto químico presente en el agua, la abundancia de olivos y nogales en la zona, la altitud de dichos municipios (casi todos se hallan en la frontera de los mil metros), la existencia de un mineral llamado pirita en el subsuelo (que presuntamente provocaría alteraciones psicológicas), el aislamiento de estos pueblos, las escasas oportunidades laborales, la predisposición genética, una macabra tradición…
Pero lo cierto es que nadie ha logrado encontrar una explicación científica a este fenómeno, más allá de las que entran en el ámbito de los mitos y las leyendas. No obstante, el problema persiste. Año tras año, estos municipios situados en la cordillera subbética repiten en los puestos más altos de los rankings de personas que se quitan la vida. El suicidio, esa palabra que no tiene sinónimos en castellano; esa plaga silenciosa que cada año se lleva a casi 4.000 personas en España (más del doble que los accidentes de tráfico o 70 veces más que la violencia de género) tiene su epicentro nacional en esta pequeña comarca situada en la sierra andaluza. El triángulo de los suicidas, tal y como marca la lista, sigue más vigente que nunca. Pero nadie conoce los motivos.
En el mapa, los "triángulos de los suicidas" de la Andalucía Oriental. Es la zona con la tasa de suicidios más alta del país, muy por encima de la media nacional. En granate, el triángulo histórico: Alcalá la Real, Priego de Córdoba e Iznájar son los tres municipios que hacen de vértice y que históricamente ha contado con numerosos casos de suicidios. En azul, el nuevo triángulo. O lo que es lo mismo, doce localidades muy próximas al triángulo histórico que se encuentran entre los municipios con las tasas más altas de España.
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El denominador común entre los suicidas no es sólo geográfico. Otro de los patrones que se repite entre las personas que se quitan la vida es el sistema que utilizan: casi el 80% de los fallecidos se ahorcan. El segundo método elegido es dispararse con una escopeta de caza y el tercero es la inmersión (ahogamiento).
Muchas son las personas que han intentado arrojar luz acerca de los motivos que llevan a los habitantes de estos pueblos a cometer un suicidio. Las hipótesis son numerosas: un extraño compuesto químico presente en el agua, la abundancia de olivos y nogales en la zona, la altitud de dichos municipios (casi todos se hallan en la frontera de los mil metros), la existencia de un mineral llamado pirita en el subsuelo (que presuntamente provocaría alteraciones psicológicas), el aislamiento de estos pueblos, las escasas oportunidades laborales, la predisposición genética, una macabra tradición…
Pero lo cierto es que nadie ha logrado encontrar una explicación científica a este fenómeno, más allá de las que entran en el ámbito de los mitos y las leyendas. No obstante, el problema persiste. Año tras año, estos municipios situados en la cordillera subbética repiten en los puestos más altos de los rankings de personas que se quitan la vida. El suicidio, esa palabra que no tiene sinónimos en castellano; esa plaga silenciosa que cada año se lleva a casi 4.000 personas en España (más del doble que los accidentes de tráfico o 70 veces más que la violencia de género) tiene su epicentro nacional en esta pequeña comarca situada en la sierra andaluza. El triángulo de los suicidas, tal y como marca la lista, sigue más vigente que nunca. Pero nadie conoce los motivos.
En el mapa, los "triángulos de los suicidas" de la Andalucía Oriental. Es la zona con la tasa de suicidios más alta del país, muy por encima de la media nacional. En granate, el triángulo histórico: Alcalá la Real, Priego de Córdoba e Iznájar son los tres municipios que hacen de vértice y que históricamente ha contado con numerosos casos de suicidios. En azul, el nuevo triángulo. O lo que es lo mismo, doce localidades muy próximas al triángulo histórico que se encuentran entre los municipios con las tasas más altas de España.
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ALCALÁ LA REAL
Provincia: Jaén
Habitantes: 22.036
Número de suicidios por cada 100.000 habitantes: 26,6 (Media española: 8,3)
Alcalá La Real está situada en un alto, a 990 metros de altitud. El Castillo de la Mota preside el skyline de este municipio de Jaén. Para llegar hay que atravesar carreteras comarcales y caminos rurales rodeados de un entorno uniforme y anodino: campos de olivos. En España hay 282 millones de olivos y 40 millones de personas. Casi siete acebuches por español. Y la mayor parte de ellos están entre las provincias de Jaén y Córdoba. Por mucho que se avance, el paisaje no varía: kilómetros y kilómetros de tierra árida de color ocre que alberga millones de olivos. No hay viento y las gruesas ramas de los árboles apenas se inmutan. El viajero pasa horas conduciendo bajo un sol de justicia sin que cambie el paisaje monocorde.
Históricamente, Alcalá ha sido auténtica capital española del suicidio. Cada año lidera esta funesta estadística. Los habitantes son conscientes de este dudoso honor y hablan del tema con respeto pero sin pudor. No hay un solo habitante que no conozca un caso próximo de suicidio. Un primo, un vecino, un hermano, seis, la familia al completo, un cortijo entero...
Tal vez el más ducho en estas lides es Pedro, el sepulturero del pueblo. “Este año ya he enterrado a doce que se han quitado del medio”, relata de carrerilla. Del número de suicidas que ha inhumado en sus 25 años en el oficio sí que ha perdido la cuenta. Aunque está acostumbrado a lidiar con este drama, se le sigue poniendo el vello de punta (literalmente) cada vez que explica alguno de los casos. “El penúltimo fue de los más dramáticos. Un joven de 30 años se había ahorcado. Durante el funeral, todos lloraban menos el abuelo, que negaba con la cabeza como si estuviese muy enfadado. Sin decir nada salió del cementerio. Sacó una cuerda del maletero del coche y se colgó de un olivo. Aún no había acabado el funeral de su nieto y ya estábamos descolgando su cuerpo”.
Pedro asegura que hay una “temporada de suicidios” y la relaciona con la vegetación. Esta supuesta época comprende “desde que salen las flores hasta que se caen las hojas. Cuando brota la primavera empieza la gente a quitarse la vida. En verano siempre suele haber algún caso y el repunte se produce en otoño”. En lo que no encuentra un patrón coincidente es en la edad y la clase social de las víctimas. “Hay de todo. Jóvenes, viejos, ricos y pobres. El año pasado enterré a una niña de 17 años, de buena familia, que se suicidó porque su padre no le dejaba ver al novio”, rememora.
Provincia: Jaén
Habitantes: 22.036
Número de suicidios por cada 100.000 habitantes: 26,6 (Media española: 8,3)
Alcalá La Real está situada en un alto, a 990 metros de altitud. El Castillo de la Mota preside el skyline de este municipio de Jaén. Para llegar hay que atravesar carreteras comarcales y caminos rurales rodeados de un entorno uniforme y anodino: campos de olivos. En España hay 282 millones de olivos y 40 millones de personas. Casi siete acebuches por español. Y la mayor parte de ellos están entre las provincias de Jaén y Córdoba. Por mucho que se avance, el paisaje no varía: kilómetros y kilómetros de tierra árida de color ocre que alberga millones de olivos. No hay viento y las gruesas ramas de los árboles apenas se inmutan. El viajero pasa horas conduciendo bajo un sol de justicia sin que cambie el paisaje monocorde.
Históricamente, Alcalá ha sido auténtica capital española del suicidio. Cada año lidera esta funesta estadística. Los habitantes son conscientes de este dudoso honor y hablan del tema con respeto pero sin pudor. No hay un solo habitante que no conozca un caso próximo de suicidio. Un primo, un vecino, un hermano, seis, la familia al completo, un cortijo entero...
Tal vez el más ducho en estas lides es Pedro, el sepulturero del pueblo. “Este año ya he enterrado a doce que se han quitado del medio”, relata de carrerilla. Del número de suicidas que ha inhumado en sus 25 años en el oficio sí que ha perdido la cuenta. Aunque está acostumbrado a lidiar con este drama, se le sigue poniendo el vello de punta (literalmente) cada vez que explica alguno de los casos. “El penúltimo fue de los más dramáticos. Un joven de 30 años se había ahorcado. Durante el funeral, todos lloraban menos el abuelo, que negaba con la cabeza como si estuviese muy enfadado. Sin decir nada salió del cementerio. Sacó una cuerda del maletero del coche y se colgó de un olivo. Aún no había acabado el funeral de su nieto y ya estábamos descolgando su cuerpo”.
Pedro asegura que hay una “temporada de suicidios” y la relaciona con la vegetación. Esta supuesta época comprende “desde que salen las flores hasta que se caen las hojas. Cuando brota la primavera empieza la gente a quitarse la vida. En verano siempre suele haber algún caso y el repunte se produce en otoño”. En lo que no encuentra un patrón coincidente es en la edad y la clase social de las víctimas. “Hay de todo. Jóvenes, viejos, ricos y pobres. El año pasado enterré a una niña de 17 años, de buena familia, que se suicidó porque su padre no le dejaba ver al novio”, rememora.
EL GOBIERNO ENTRA EN ACCIÓN
El gobierno local no es ajeno a esta cuestión. Mamen Rosales es la concejal de Salud y recuerda que “nada más empezar la legislatura nos encontramos con tres casos de suicidios. Siempre hemos sido conscientes de que el problema existe, pero no se habla de ello institucionalmente. Es un tema tabú y siempre se ha dicho que es mejor no airearlo para no darle publicidad. Pero aunque se haga así, la gente se sigue quitando la vida. Estos tres casos nos movieron a tomar alguna medida”.
El próximo mes de octubre, Alcalá la Real celebrará una mesa de Salud con varios especialistas en psiquiatría. “La idea es concienciar a la gente de lo que está sucediendo y darles alternativas ante posibles casos de depresión. A veces estas cosas no se curan con pastillas, sino con actividades culturales o deporte. Está funcionando muy bien con las mujeres de más de 35 años, que vienen a hacer zumba y aseguran encontrarse mucho mejor”.
Una de las razones que apunta Rosales es el clima: “Aquí bromeamos diciendo que en Alcalá tenemos dos estaciones: la invernal y la de autobuses. Aquí hace frío durante la mayor parte del año”, señala. Establece así un patrón coincidente con los países escandinavos, que son los que cuentan con la tasa de suicidios más alta de Europa. No salir de casa, no relacionarse y permanecer mucho tiempo en un mismo ambiente provoca un efecto negativo en cualquier individuo. El frío acaba en primavera, pero eso tampoco ayuda porque las temperaturas siguen siendo extremas. En verano se sobrepasan los 40 grados sin mucho esfuerzo, lo que tampoco favorece la vida en la calle.
"En Alcalá la Real, la gente no dice 'estoy mal', sino 'estoy para ahorcarme'. Y eso está totalmente aceptado en nuestra pequeña sociedad"
La edil también asume que el suicidio en Alcalá es una cuestión cultural muy arraigada. “Los niños de este pueblo no dicen 'estoy triste', sino 'estoy depre'. Y cuando una persona está de bajón no dice 'estoy mal', sino 'estoy para ahorcarme'. Y eso está totalmente aceptado en nuestra pequeña sociedad”. Del mismo modo, reconoce que “cuando alguien se suicida se contempla como algo que entra dentro de la normalidad. Ahora… si lo intenta pero al final no muere, se le estigmatiza. La gente mira a esa persona por la calle y no le habla, le esquiva”.
El gobierno local no es ajeno a esta cuestión. Mamen Rosales es la concejal de Salud y recuerda que “nada más empezar la legislatura nos encontramos con tres casos de suicidios. Siempre hemos sido conscientes de que el problema existe, pero no se habla de ello institucionalmente. Es un tema tabú y siempre se ha dicho que es mejor no airearlo para no darle publicidad. Pero aunque se haga así, la gente se sigue quitando la vida. Estos tres casos nos movieron a tomar alguna medida”.
El próximo mes de octubre, Alcalá la Real celebrará una mesa de Salud con varios especialistas en psiquiatría. “La idea es concienciar a la gente de lo que está sucediendo y darles alternativas ante posibles casos de depresión. A veces estas cosas no se curan con pastillas, sino con actividades culturales o deporte. Está funcionando muy bien con las mujeres de más de 35 años, que vienen a hacer zumba y aseguran encontrarse mucho mejor”.
Una de las razones que apunta Rosales es el clima: “Aquí bromeamos diciendo que en Alcalá tenemos dos estaciones: la invernal y la de autobuses. Aquí hace frío durante la mayor parte del año”, señala. Establece así un patrón coincidente con los países escandinavos, que son los que cuentan con la tasa de suicidios más alta de Europa. No salir de casa, no relacionarse y permanecer mucho tiempo en un mismo ambiente provoca un efecto negativo en cualquier individuo. El frío acaba en primavera, pero eso tampoco ayuda porque las temperaturas siguen siendo extremas. En verano se sobrepasan los 40 grados sin mucho esfuerzo, lo que tampoco favorece la vida en la calle.
"En Alcalá la Real, la gente no dice 'estoy mal', sino 'estoy para ahorcarme'. Y eso está totalmente aceptado en nuestra pequeña sociedad"
La edil también asume que el suicidio en Alcalá es una cuestión cultural muy arraigada. “Los niños de este pueblo no dicen 'estoy triste', sino 'estoy depre'. Y cuando una persona está de bajón no dice 'estoy mal', sino 'estoy para ahorcarme'. Y eso está totalmente aceptado en nuestra pequeña sociedad”. Del mismo modo, reconoce que “cuando alguien se suicida se contempla como algo que entra dentro de la normalidad. Ahora… si lo intenta pero al final no muere, se le estigmatiza. La gente mira a esa persona por la calle y no le habla, le esquiva”.
EL SUICIDA FRUSTRADO
Paco Pérez corrobora punto por punto la versión de la concejal. Él se siente estigmatizado porque intentó suicidarse pero sobrevivió. Tiene 35 años y hace ya dos años de su intentona frustrada. “Yo siempre he trabajado en el campo, cogiendo aceitunas. Pero me salió un contrato temporal para trabajar en un almacén de piensos en el turno de la tarde. A última hora, cuando creía que ya no había nadie, até una soga a las palas de una carretilla elevadora, colgué el nudo corredizo del otro extremo a mi cuello y me dejé caer...” recuerda bajando el tono de voz, como el que confiesa un secreto.
La casualidad y la presencia de un compañero de trabajo frustraron el intento: “Me descolgó y me practicó la reanimación, dicen. Yo no me acuerdo porque estaba inconsciente”. Paco tiene identificados los motivos por los que no logró su propósito: “El ahorcado casi nunca muere ahogado. Lo más normal es que se esnocle (se rompa la nuca) en la caída. Pero yo cogí una soga demasiado gruesa y no tensó lo suficiente. Eso hizo que el cuello no se partiese. Me empecé a ahogar e intenté quitarme la cuerda del cuello de forma instintiva. Yo quería morir, sí... pero no podía soportar aquel dolor. Si no hubiese venido mi compañero, la agonía hubiese sido terrible”.
Paco reconoce que en su decisión influyeron los antecedentes de suicidio. Estos sí, consumados: “Mi abuelo y mi tío se ahorcaron. Ellos sí que consiguieron quitarse la vida. Yo no”. Incluso el lenguaje que utiliza es significativo. No considera que salvó la vida, sino que no consiguió matarse. Lo enfoca como un fracaso. “Después de aquello noté bastante frialdad por parte de mis vecinos. Alguno incluso decía que yo lo que quería era llamar la atención”, asegura.
Paco Pérez corrobora punto por punto la versión de la concejal. Él se siente estigmatizado porque intentó suicidarse pero sobrevivió. Tiene 35 años y hace ya dos años de su intentona frustrada. “Yo siempre he trabajado en el campo, cogiendo aceitunas. Pero me salió un contrato temporal para trabajar en un almacén de piensos en el turno de la tarde. A última hora, cuando creía que ya no había nadie, até una soga a las palas de una carretilla elevadora, colgué el nudo corredizo del otro extremo a mi cuello y me dejé caer...” recuerda bajando el tono de voz, como el que confiesa un secreto.
La casualidad y la presencia de un compañero de trabajo frustraron el intento: “Me descolgó y me practicó la reanimación, dicen. Yo no me acuerdo porque estaba inconsciente”. Paco tiene identificados los motivos por los que no logró su propósito: “El ahorcado casi nunca muere ahogado. Lo más normal es que se esnocle (se rompa la nuca) en la caída. Pero yo cogí una soga demasiado gruesa y no tensó lo suficiente. Eso hizo que el cuello no se partiese. Me empecé a ahogar e intenté quitarme la cuerda del cuello de forma instintiva. Yo quería morir, sí... pero no podía soportar aquel dolor. Si no hubiese venido mi compañero, la agonía hubiese sido terrible”.
Paco reconoce que en su decisión influyeron los antecedentes de suicidio. Estos sí, consumados: “Mi abuelo y mi tío se ahorcaron. Ellos sí que consiguieron quitarse la vida. Yo no”. Incluso el lenguaje que utiliza es significativo. No considera que salvó la vida, sino que no consiguió matarse. Lo enfoca como un fracaso. “Después de aquello noté bastante frialdad por parte de mis vecinos. Alguno incluso decía que yo lo que quería era llamar la atención”, asegura.
"SE TE AGARRA AL CEREBRO"
Tras su intento de suicidio, Paco empezó a ir al psiquiatra. “Me estoy medicando desde entonces y ahora estoy bien… de la depresión”. Sobre sus tendencias suicidas prefiere no hablar. “Se me ha pasado un poco laventolera. Pero yo no puedo asegurarle a mi familia que no lo volveré a intentar”, reconoce. “Es un sentimiento muy fuerte que se te agarra al cerebro. Te atrapa. No sabría cómo explicarlo. Sólo puedo decirte que ves la muerte como una liberación”.
Paco asume que hubo muchos factores que influyeron en que cayese en una depresión tan fuerte. Y no tiene dudas en que el aislamiento del pueblo, la poca oferta de ocio, las escasas oportunidades de trabajo y las nulas perspectivas de futuro tuvieron mucho que ver con su intento. “Aquí no hay mucho que hacer. Mira alrededor. Sólo hay olivos y más olivos. Para irte de fiesta tienes que marcharte fuera. Bebes, conduces, te matas en la carretera… Los quitamiedos están llenos de ramos de flores, de jóvenes que perdieron la vida así. Aquí no hay mucho más que hacer. Lo más divertido que he hecho este año ha sido pasarle la ITV al coche”, asegura con sorna.
Tras su intento de suicidio, Paco empezó a ir al psiquiatra. “Me estoy medicando desde entonces y ahora estoy bien… de la depresión”. Sobre sus tendencias suicidas prefiere no hablar. “Se me ha pasado un poco laventolera. Pero yo no puedo asegurarle a mi familia que no lo volveré a intentar”, reconoce. “Es un sentimiento muy fuerte que se te agarra al cerebro. Te atrapa. No sabría cómo explicarlo. Sólo puedo decirte que ves la muerte como una liberación”.
Paco asume que hubo muchos factores que influyeron en que cayese en una depresión tan fuerte. Y no tiene dudas en que el aislamiento del pueblo, la poca oferta de ocio, las escasas oportunidades de trabajo y las nulas perspectivas de futuro tuvieron mucho que ver con su intento. “Aquí no hay mucho que hacer. Mira alrededor. Sólo hay olivos y más olivos. Para irte de fiesta tienes que marcharte fuera. Bebes, conduces, te matas en la carretera… Los quitamiedos están llenos de ramos de flores, de jóvenes que perdieron la vida así. Aquí no hay mucho más que hacer. Lo más divertido que he hecho este año ha sido pasarle la ITV al coche”, asegura con sorna.
EL CASO DE LA RÁBITA
Donde más historias de suicidios se cuentan es en las aldeas de la zona; lugares en los que todos los vecinos se conocen. Es el caso de La Rábita, una pequeña pedanía que depende administrativamente de Alcalá.
Tal vez el caso más conocido de cuantos han acontecido en el pueblo es el de "Los Arenas", una familia en la que se suicidaron todos los miembros: el padre, sus dos hijos y sus dos hijas. Todos se ahorcaron en el mismo olivo. Vicente Cano es el viudo de una de las fallecidas. Sigue viviendo en el pueblo y declina amablemente hablar del tema: "Me han entrevistado en tantos sitios por este asunto que ya estoy cansado", concluye.
Paco es el dueño de la gasolinera del pueblo. No tiene casos de suicidios en su familia, pero ha sido una de las personas que más ha padecido el problema en La Rábita. "En los 80 yo tenía una tienda de ultramarinos en el centro. Entonces no había móviles ni teléfonos fijos en las casas de las zonas rurales. Ponían un teléfono comunitario para todo el pueblo y lo instalaron en mi tienda por ser un lugar céntrico. Cada dos por tres recibía una llamada con un aviso de suicidio. Yo era el primero en llegar. En aquella época tampoco había tantos miramientos con lo de tener que esperar al juez para hacer el levantamiento del cadáver y me encargaba yo. Que yo recuerde... habré descolgado a 18", rememora. Al final, Paco se cansó, vendió la tienda y montó una estación de servicio a las afueras del pueblo.
Donde más historias de suicidios se cuentan es en las aldeas de la zona; lugares en los que todos los vecinos se conocen. Es el caso de La Rábita, una pequeña pedanía que depende administrativamente de Alcalá.
Tal vez el caso más conocido de cuantos han acontecido en el pueblo es el de "Los Arenas", una familia en la que se suicidaron todos los miembros: el padre, sus dos hijos y sus dos hijas. Todos se ahorcaron en el mismo olivo. Vicente Cano es el viudo de una de las fallecidas. Sigue viviendo en el pueblo y declina amablemente hablar del tema: "Me han entrevistado en tantos sitios por este asunto que ya estoy cansado", concluye.
Paco es el dueño de la gasolinera del pueblo. No tiene casos de suicidios en su familia, pero ha sido una de las personas que más ha padecido el problema en La Rábita. "En los 80 yo tenía una tienda de ultramarinos en el centro. Entonces no había móviles ni teléfonos fijos en las casas de las zonas rurales. Ponían un teléfono comunitario para todo el pueblo y lo instalaron en mi tienda por ser un lugar céntrico. Cada dos por tres recibía una llamada con un aviso de suicidio. Yo era el primero en llegar. En aquella época tampoco había tantos miramientos con lo de tener que esperar al juez para hacer el levantamiento del cadáver y me encargaba yo. Que yo recuerde... habré descolgado a 18", rememora. Al final, Paco se cansó, vendió la tienda y montó una estación de servicio a las afueras del pueblo.
PRIEGO DE CÓRDOBA
Provincia: Córdoba
Habitantes: 22.936
Número de suicidios por cada 100.000 habitantes: 13,3 (Media española: 8,3)
El segundo vértice del “triángulo de los suicidas” es Priego de Córdoba, que se encuentra a 30 kilómetros de Alcalá. Otro municipio ubicado en un alto al que se llega por una carretera de un solo carril por sentido de la marcha. Los campos de olivos siguen conformando el único paisaje. El año pasado, Priego de Córdoba se situó en el puesto 50 de los municipios con mayor tasa de suicidio de España. Ha bajado a la cifra hasta los 13,3 suicidios por cada 100.000 habitantes, aunque no es lo normal. Priego llegó a ser uno de los 20 municipios con más casos registrados en la década pasada.
Todo suicidio es trágico, pero hay casos especialmente duros. Como la de los tres varones de una familia que se ahorcaron de forma idéntica. El primero fue el abuelo, que se colgó de un olivo con 75 años. Su hijo quiso conservar la soga “a modo de homenaje”, según explicaba a su familia. Se quitó la vida 5 años después, con la misma cuerda y en el mismo árbol. “Yo quise tirar la cuerda a la basura o pegarle fuego”, rememora ahora Eva, su hija, “pero mi hermano de 20 años, el único varón que quedaba vivo en la familia, se negó. Nos decía que si conservábamos la soga nos acordaríamos de lo que había pasado y nadie lo volvería a hacer”. Craso error. Sólo dos años más tarde, en una calurosa tarde de julio, Eva recibió una llamada de su hermano: “Me dijo que ya podíamos tirar la cuerda si queríamos y cortó la llamada. Yo estaba en Cabra (otro pueblo de Córdoba) visitando a una amiga. Volví enseguida porque presentí lo que estaba pasando. Me fui al olivo donde se ahorcaron mi abuelo y mi padre. Y allí estaba colgando el cadáver de mi hermano”.
Es sólo uno de los numerosos casos de suicidio que explican los vecinos de esta localidad cordobesa. Cualquier vecino tiene algún conocido que se ha quitado la vida. Uno de ellos me cuenta un caso muy próximo: “Mi primo Rafi se mató el año pasado con 37 años. En el pueblo estábamos de fiesta mayor. Él se levantó por la mañana y se despidió de sus dos hijas de 7 y 9 años. Le preguntaron “¿Dónde vas con esa escopeta, papi?”. Él exclamó con una enorme sonrisa. “¡A ganar dinero pa la feria!”. Salió de casa, se metió en el garaje y se voló la cabeza.
Provincia: Córdoba
Habitantes: 22.936
Número de suicidios por cada 100.000 habitantes: 13,3 (Media española: 8,3)
El segundo vértice del “triángulo de los suicidas” es Priego de Córdoba, que se encuentra a 30 kilómetros de Alcalá. Otro municipio ubicado en un alto al que se llega por una carretera de un solo carril por sentido de la marcha. Los campos de olivos siguen conformando el único paisaje. El año pasado, Priego de Córdoba se situó en el puesto 50 de los municipios con mayor tasa de suicidio de España. Ha bajado a la cifra hasta los 13,3 suicidios por cada 100.000 habitantes, aunque no es lo normal. Priego llegó a ser uno de los 20 municipios con más casos registrados en la década pasada.
Todo suicidio es trágico, pero hay casos especialmente duros. Como la de los tres varones de una familia que se ahorcaron de forma idéntica. El primero fue el abuelo, que se colgó de un olivo con 75 años. Su hijo quiso conservar la soga “a modo de homenaje”, según explicaba a su familia. Se quitó la vida 5 años después, con la misma cuerda y en el mismo árbol. “Yo quise tirar la cuerda a la basura o pegarle fuego”, rememora ahora Eva, su hija, “pero mi hermano de 20 años, el único varón que quedaba vivo en la familia, se negó. Nos decía que si conservábamos la soga nos acordaríamos de lo que había pasado y nadie lo volvería a hacer”. Craso error. Sólo dos años más tarde, en una calurosa tarde de julio, Eva recibió una llamada de su hermano: “Me dijo que ya podíamos tirar la cuerda si queríamos y cortó la llamada. Yo estaba en Cabra (otro pueblo de Córdoba) visitando a una amiga. Volví enseguida porque presentí lo que estaba pasando. Me fui al olivo donde se ahorcaron mi abuelo y mi padre. Y allí estaba colgando el cadáver de mi hermano”.
Es sólo uno de los numerosos casos de suicidio que explican los vecinos de esta localidad cordobesa. Cualquier vecino tiene algún conocido que se ha quitado la vida. Uno de ellos me cuenta un caso muy próximo: “Mi primo Rafi se mató el año pasado con 37 años. En el pueblo estábamos de fiesta mayor. Él se levantó por la mañana y se despidió de sus dos hijas de 7 y 9 años. Le preguntaron “¿Dónde vas con esa escopeta, papi?”. Él exclamó con una enorme sonrisa. “¡A ganar dinero pa la feria!”. Salió de casa, se metió en el garaje y se voló la cabeza.
MITOS Y LEYENDAS
En torno al elevado número de personas que se han quitado la vida, en Priego se cuentan infinidad de leyendas. Hay cortijos abandonados en los que, aseguran, se suicidaron todos sus moradores. Es el caso del llamado “Cortijo de los Asombros”, un lugar remoto y abandonado al que se llega por un camino rural. Dicen que toda la familia que lo habitaba se ahorcó en un nogal de la puerta. Ocho miembros, ocho suicidios. Cuenta la leyenda que, tras el suceso, una familia compró el cortijo e intentó habitarlo, pero tuvieron que huir porque oían voces, la tierra se tragaba a la gente y los árboles les golpeaban. Ahora el paraje permanece inhabitado y la casa derruida.
Circulo por una carretera comarcal de un carril por sentido de la marcha, en el centro de una cola de diez o doce vehículos. Avanzo lento porque el primero de la fila es un tractor que tiene la velocidad limitada a 25 kilómetros por hora. A nuestro paso vamos dejando atrás animales chafados en el asfalto y ramos de flores colgados de los quitamiedos, que honran a muertos en accidente de tráfico. A paso lento, parece que conformamos de una comitiva fúnebre. Uno de los conductores intenta adelantar al tractor saltándose una línea continua, pero un coche que viene de frente casi provoca un accidente en cadena. Nadie toca el claxon.
La leyenda de este cortijo misterioso abarca incluso los mapas. Google sitúa el "Cortijo de los Asombros" en un lugar equivocado. Detengo el coche en las coordenadas que me indica el móvil, pero allí lo único que encuentro es un infinito olivar. Son las dos de la tarde y la temperatura exterior es de 43 grados. Bajo y exploro la zona caminando.
Tal y como salgo del coche, los pies se hunden en el arcilloso suelo del sembrado. El calor es seco e insoportable y golpea en la cabeza con violencia. Noto mis venas latir violentamente en las sienes y empiezo a perder claridad en la visión. Sudo. No sopla ni un hálito de viento. Me mareo y a mi alrededor sólo encuentro olivos con sus ramas inmóviles y silencio. En ese instante pienso en Paco, el suicida frustrado que se dedicó durante toda la vida a varear olivas. Me imagino una rutina así, a la intemperie, golpeando árboles a diario durante horas y soportando las inclemencias del tiempo. Ahí logro comprender las duras condiciones de vida en algunas zonas rurales.
En torno al elevado número de personas que se han quitado la vida, en Priego se cuentan infinidad de leyendas. Hay cortijos abandonados en los que, aseguran, se suicidaron todos sus moradores. Es el caso del llamado “Cortijo de los Asombros”, un lugar remoto y abandonado al que se llega por un camino rural. Dicen que toda la familia que lo habitaba se ahorcó en un nogal de la puerta. Ocho miembros, ocho suicidios. Cuenta la leyenda que, tras el suceso, una familia compró el cortijo e intentó habitarlo, pero tuvieron que huir porque oían voces, la tierra se tragaba a la gente y los árboles les golpeaban. Ahora el paraje permanece inhabitado y la casa derruida.
Circulo por una carretera comarcal de un carril por sentido de la marcha, en el centro de una cola de diez o doce vehículos. Avanzo lento porque el primero de la fila es un tractor que tiene la velocidad limitada a 25 kilómetros por hora. A nuestro paso vamos dejando atrás animales chafados en el asfalto y ramos de flores colgados de los quitamiedos, que honran a muertos en accidente de tráfico. A paso lento, parece que conformamos de una comitiva fúnebre. Uno de los conductores intenta adelantar al tractor saltándose una línea continua, pero un coche que viene de frente casi provoca un accidente en cadena. Nadie toca el claxon.
La leyenda de este cortijo misterioso abarca incluso los mapas. Google sitúa el "Cortijo de los Asombros" en un lugar equivocado. Detengo el coche en las coordenadas que me indica el móvil, pero allí lo único que encuentro es un infinito olivar. Son las dos de la tarde y la temperatura exterior es de 43 grados. Bajo y exploro la zona caminando.
Tal y como salgo del coche, los pies se hunden en el arcilloso suelo del sembrado. El calor es seco e insoportable y golpea en la cabeza con violencia. Noto mis venas latir violentamente en las sienes y empiezo a perder claridad en la visión. Sudo. No sopla ni un hálito de viento. Me mareo y a mi alrededor sólo encuentro olivos con sus ramas inmóviles y silencio. En ese instante pienso en Paco, el suicida frustrado que se dedicó durante toda la vida a varear olivas. Me imagino una rutina así, a la intemperie, golpeando árboles a diario durante horas y soportando las inclemencias del tiempo. Ahí logro comprender las duras condiciones de vida en algunas zonas rurales.
EL CORTIJO DE LOS ASOMBROS
Para llegar al verdadero “Cortijo de los Asombros” hay que preguntarle la ubicación a los lugareños, aunque en julio, a más de 40 grados, no abundan por los caminos. Decido retomar mi camino en coche y paro en un viejo y solitario bar de carretera. No hay clientes y el anciano dueño lee el Marca por encima de sus gafas. Llego sudando y le pido agua fresca. Como es una zona remota, tampoco tengo señal de internet y le pregunto.
- - Perdone, ¿hay wifi?
- - ¿Hay qué? - me replica impasible.
- Se hace el silencio y los dos nos estudiamos con la mirada, como dos pistoleros antes de un duelo. Yo creyendo que en cualquier momento me confesará que está bromeando y él esperando que le repita la pregunta. Finalmente es el propio mesonero el que rompe el incómodo silencio y me contesta:
- - Hay... lo que hay en la carta.
- Antes de entrar en la barra se da la vuelta y exclama:
- - ¡Bueno! También hay salmorejo fresquito, que eso no lo tenemos apuntado.
- - El agua estará bien - concluyo.
Como el hombre está ocioso, le saco el tema de los suicidios en la zona y se pasa un buen rato contándome casos. Él también tiene una teoría: "Eso es cosa de La Tiñosa, que nos pilla en medio y la gente se vuelve loca". Se refiere al nombre del monte situado en la sierra, casi en el centro del triángulo de los suicidas. Es curioso comprobar cómo en cada pueblo tienen distintos argumentos no contrastados para explicar el fenómeno de los suicidios.
Finalmente le pregunto por la ubicación del "Cortijo de los Asombros". Me indica que hay que desviarse por Quiroga, un camino rural sin asfaltar, pero me advierte: "Yo no iría allí. Pasan cosas raras y yo creo mucho en esos temas. Dicen que se oyen voces y que hay arenas de esas que se tragan a la gente. Hasta los árboles son malos. Allí se suicidaron muchas criaturitas y nadie ha vuelto a vivir allí. Por los espíritus, se entiende..."
Agradezco la información al dueño del bar y emprendo mi camino hacia el misterioso cortijo. Soy demasiado escéptico para creer en estas cosas. Aun y así, cuando llego me invade un escalofrío. Se trata de un paraje inhóspito y abandonado, sobre un cerro alejado de cualquier vestigio de civilización. Rodeada (cómo no) de olivos, una vieja casa derrumbada e invadida por la vegetación domina el paisaje.
Tal y como me advirtió el mesonero, los árboles hablan. Y muy fuerte. Pero todo tiene una explicación. Las copas están llenas de cigarras (o chicharras, como las llaman en Córdoba). La cantidad de estos ruidosos insectos es tan ingente que el sonido es casi insoportable. Parecen corrientes eléctricas. También me advirtió el dueño del bar que las arenas movedizas se tragaban a la gente. Tampoco me engañaba. El terreno arcilloso es tan débil y profundo que los pies se hunden casi 20 centímetros. Intento salir de la zona con mis pies embarrados y en mi esfuerzo salgo despedido hacia un árbol, cuyas ramas son tan finas y largas que me rajan la piel. Una vez más, aquel señor no me mentía: los árboles atacan. Todo tiene una explicación científica, pero salgo de allí pensando que si no fuese yo tan escéptico estaría muerto de miedo y le daría total credibilidad a todas las leyendas que circulan sobre la zona. La comarca es cuna de mitos, leyendas, santones y curanderos. Las explicaciones sobrenaturales son, para los lugareños, tan válidas como las científicas.
Para llegar al verdadero “Cortijo de los Asombros” hay que preguntarle la ubicación a los lugareños, aunque en julio, a más de 40 grados, no abundan por los caminos. Decido retomar mi camino en coche y paro en un viejo y solitario bar de carretera. No hay clientes y el anciano dueño lee el Marca por encima de sus gafas. Llego sudando y le pido agua fresca. Como es una zona remota, tampoco tengo señal de internet y le pregunto.
- - Perdone, ¿hay wifi?
- - ¿Hay qué? - me replica impasible.
- Se hace el silencio y los dos nos estudiamos con la mirada, como dos pistoleros antes de un duelo. Yo creyendo que en cualquier momento me confesará que está bromeando y él esperando que le repita la pregunta. Finalmente es el propio mesonero el que rompe el incómodo silencio y me contesta:
- - Hay... lo que hay en la carta.
- Antes de entrar en la barra se da la vuelta y exclama:
- - ¡Bueno! También hay salmorejo fresquito, que eso no lo tenemos apuntado.
- - El agua estará bien - concluyo.
Como el hombre está ocioso, le saco el tema de los suicidios en la zona y se pasa un buen rato contándome casos. Él también tiene una teoría: "Eso es cosa de La Tiñosa, que nos pilla en medio y la gente se vuelve loca". Se refiere al nombre del monte situado en la sierra, casi en el centro del triángulo de los suicidas. Es curioso comprobar cómo en cada pueblo tienen distintos argumentos no contrastados para explicar el fenómeno de los suicidios.
Finalmente le pregunto por la ubicación del "Cortijo de los Asombros". Me indica que hay que desviarse por Quiroga, un camino rural sin asfaltar, pero me advierte: "Yo no iría allí. Pasan cosas raras y yo creo mucho en esos temas. Dicen que se oyen voces y que hay arenas de esas que se tragan a la gente. Hasta los árboles son malos. Allí se suicidaron muchas criaturitas y nadie ha vuelto a vivir allí. Por los espíritus, se entiende..."
Agradezco la información al dueño del bar y emprendo mi camino hacia el misterioso cortijo. Soy demasiado escéptico para creer en estas cosas. Aun y así, cuando llego me invade un escalofrío. Se trata de un paraje inhóspito y abandonado, sobre un cerro alejado de cualquier vestigio de civilización. Rodeada (cómo no) de olivos, una vieja casa derrumbada e invadida por la vegetación domina el paisaje.
Tal y como me advirtió el mesonero, los árboles hablan. Y muy fuerte. Pero todo tiene una explicación. Las copas están llenas de cigarras (o chicharras, como las llaman en Córdoba). La cantidad de estos ruidosos insectos es tan ingente que el sonido es casi insoportable. Parecen corrientes eléctricas. También me advirtió el dueño del bar que las arenas movedizas se tragaban a la gente. Tampoco me engañaba. El terreno arcilloso es tan débil y profundo que los pies se hunden casi 20 centímetros. Intento salir de la zona con mis pies embarrados y en mi esfuerzo salgo despedido hacia un árbol, cuyas ramas son tan finas y largas que me rajan la piel. Una vez más, aquel señor no me mentía: los árboles atacan. Todo tiene una explicación científica, pero salgo de allí pensando que si no fuese yo tan escéptico estaría muerto de miedo y le daría total credibilidad a todas las leyendas que circulan sobre la zona. La comarca es cuna de mitos, leyendas, santones y curanderos. Las explicaciones sobrenaturales son, para los lugareños, tan válidas como las científicas.
IZNÁJAR
Provincia: Córdoba
Habitantes: 4.556
Número de suicidios por cada 100.000 habitantes: No evaluado por el INE
El municipio que cierra el triángulo es Iznájar. El más pequeño y tal vez el más bello. También está situado en alto. Sus estrechas calles concluyen en una villa medieval donde, según explica un cartel, empezó el reino nazarí antes de trasladar su capital a Granada. Pero no es este monte el que caracteriza a este pueblo, sino su pantano. Se acabó de construir en 1969. Tiene una superficie de 2.522 hectáreas y un puente desde el que se lanzan los suicidas. Iznájar es uno de los municipios que incrementa el número de "muertos por inmersión" en las estadísticas, frente a los casos de ahorcamientos y disparos de sus localidades vecinas. "Antes, la gente se ahorcaba. Cuando acabaron el pantano, empezaron a ahogarse", cuenta uno de los vecinos.
Iznájar no figura en las estadísticas del INE, por tratarse de un municipio de menos de 10.000 habitantes. Fuentes municipales lo justifican diciendo que "si saliésemos en las listas se dispararía el porcentaje". Y es que en este municipio, cuentan los vecinos, "los suicidios se contagian". Cada vez que una persona se quita la vida, crecen las posibilidades de que se produzca un caso similar durante los días siguientes.
Hay casos que en su momento fueron mediáticos. Como el de Juan Peláez, que en 1983, en vísperas de su boda, se fue con su novia al monte, la mató de un disparo y luego se quitó la vida del mismo modo. "Aquel caso tuvo repercusión porque Juan mató a su mujer. Pero los suicidios se dan casi cada mes en este pueblo y no salen en los medios", explica Miguel, el dueño de un bar de la zona. Si en Alcalá la Real achacan la causa de los suicidios a la altura, a los nogales y a los olivos, en Priego de Córdoba al monte La Tiñosa, las muertes en Iznájar tienen, para sus vecinos, un "culpable" claro: el pantano.
Provincia: Córdoba
Habitantes: 4.556
Número de suicidios por cada 100.000 habitantes: No evaluado por el INE
El municipio que cierra el triángulo es Iznájar. El más pequeño y tal vez el más bello. También está situado en alto. Sus estrechas calles concluyen en una villa medieval donde, según explica un cartel, empezó el reino nazarí antes de trasladar su capital a Granada. Pero no es este monte el que caracteriza a este pueblo, sino su pantano. Se acabó de construir en 1969. Tiene una superficie de 2.522 hectáreas y un puente desde el que se lanzan los suicidas. Iznájar es uno de los municipios que incrementa el número de "muertos por inmersión" en las estadísticas, frente a los casos de ahorcamientos y disparos de sus localidades vecinas. "Antes, la gente se ahorcaba. Cuando acabaron el pantano, empezaron a ahogarse", cuenta uno de los vecinos.
Iznájar no figura en las estadísticas del INE, por tratarse de un municipio de menos de 10.000 habitantes. Fuentes municipales lo justifican diciendo que "si saliésemos en las listas se dispararía el porcentaje". Y es que en este municipio, cuentan los vecinos, "los suicidios se contagian". Cada vez que una persona se quita la vida, crecen las posibilidades de que se produzca un caso similar durante los días siguientes.
Hay casos que en su momento fueron mediáticos. Como el de Juan Peláez, que en 1983, en vísperas de su boda, se fue con su novia al monte, la mató de un disparo y luego se quitó la vida del mismo modo. "Aquel caso tuvo repercusión porque Juan mató a su mujer. Pero los suicidios se dan casi cada mes en este pueblo y no salen en los medios", explica Miguel, el dueño de un bar de la zona. Si en Alcalá la Real achacan la causa de los suicidios a la altura, a los nogales y a los olivos, en Priego de Córdoba al monte La Tiñosa, las muertes en Iznájar tienen, para sus vecinos, un "culpable" claro: el pantano.
LA LLAMADA DEL PANTANO
Los residentes creen que el embalse ejerce algún tipo de influjo que atrae a la gente a lanzarse desde el puente. Es el caso de Salvador, un chico de 30 años que durante toda su vida afirmó que el pantano le llamaba. "Desde pequeño nos decía que era una mujer, con una voz suave y agradable, que le pedía que se fuese con ella" explica su hermana Carmen. "Quisimos llevarlo a un psiquiatra, porque nos habían dicho que lo de escuchar voces podía ser un síntoma de esquizofrenia. Pero él siempre se negó. Nos decía que no estaba loco. Y es verdad que por lo demás no era un chico conflictivo ni se metía en problemas. Era introvertido, se relacionaba poco y tenía un carácter bastante depresivo. pero nada más".
Una noche, Carmen estaba en una fiesta en Loja, el municipio vecino. Salvador tenía que ir a buscarla con el coche. La telefoneó al móvil en torno a las 2 de la mañana: "Me dijo que no la esperase, que la mujer había vuelto a llamarle y que se iba con ella. Yo empecé a gritar pero ya había colgado. Llamé a mis padres, que ya estaban durmiendo, para avisarles de lo que había pasado, a ver si podían evitarlo". Tarde. A la media hora recibió una llamada de sus padres que confirmaron que Salvador se había tirado al pantano. Se ahogó porque no sabía nadar. "Al poco tiempo vendimos la casa y nos fuimos a vivir a Granada. Hace ya siete años, pero aún nadie en la familia ha logrado superarlo del todo". concluye con voz trémula.
Los residentes creen que el embalse ejerce algún tipo de influjo que atrae a la gente a lanzarse desde el puente. Es el caso de Salvador, un chico de 30 años que durante toda su vida afirmó que el pantano le llamaba. "Desde pequeño nos decía que era una mujer, con una voz suave y agradable, que le pedía que se fuese con ella" explica su hermana Carmen. "Quisimos llevarlo a un psiquiatra, porque nos habían dicho que lo de escuchar voces podía ser un síntoma de esquizofrenia. Pero él siempre se negó. Nos decía que no estaba loco. Y es verdad que por lo demás no era un chico conflictivo ni se metía en problemas. Era introvertido, se relacionaba poco y tenía un carácter bastante depresivo. pero nada más".
Una noche, Carmen estaba en una fiesta en Loja, el municipio vecino. Salvador tenía que ir a buscarla con el coche. La telefoneó al móvil en torno a las 2 de la mañana: "Me dijo que no la esperase, que la mujer había vuelto a llamarle y que se iba con ella. Yo empecé a gritar pero ya había colgado. Llamé a mis padres, que ya estaban durmiendo, para avisarles de lo que había pasado, a ver si podían evitarlo". Tarde. A la media hora recibió una llamada de sus padres que confirmaron que Salvador se había tirado al pantano. Se ahogó porque no sabía nadar. "Al poco tiempo vendimos la casa y nos fuimos a vivir a Granada. Hace ya siete años, pero aún nadie en la familia ha logrado superarlo del todo". concluye con voz trémula.
CONCLUSIONES
Muchas líneas se han escrito sobre las causas que podrían provocar el extraño fenómeno que azota la zona desde tiempos inmemoriales. En Alcalá hablan de los olivos, los nogales, la altitud y hasta de la pirita, un mineral existente en el subuselo que, según afirman los vecinos, provoca trastornos psíquicos. En Priego cuentan que el problema es un extraño compuesto que tiene el agua, o del oscuro influjo que ejerce el monte "La Tiñosa" sobre los pobladores. En Iznájar nadie duda de que la responsabilidad es del pantano... aunque la gente del pueblo ya se suicidaba ahorcándose antes de 1969.
Los psiquiatras, sin embargo, lo demsienten. "Absolutamente descartado", explicaba Julio Vallejo, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica en declaraciones a El Mundo. "Científicamente está demostrado que no influyen ni la climatología, ni los nogales ni el oxígeno". La única explicación que se atreve a aventurar alude a la "depresión melancólica", una enfermedad de transmisión genética, que conduce al suicidio a entre el 10 y el 15 % de quienes la padecen.
Hay fuentes que culpan a la endogamia y la consanguinidad existente en los pueblos pequeños, donde las familias acaban mezclándose entre sí. Otros, como el psiquiatra Antonio González, hablan de "lealtades invisibles". El doctor publicó un estudio en 1999 sobre los suicidios en Alcalá la Real y apuntaba a una serie de normas o costumbres irracionales que se transmiten de padres a hijos. "Mi abuelo se ahorcó, mi padre se ahorcó y yo también me voy a ahorcar". Es decir, han visto el suicidio en generaciones anteriores y lo han interiorizado como la única alternativa para resolver un conflicto.
De todos modos, la comarca de la Sierra Sur es tierra de santones y curandería. Mientras siga sin existir una explicación racional a estos fenómenos, los habitantes de la zona seguirán buscando motivos en lo divino si no los obtienen en lo humano. Esto lo simplifica todo. El sepulturero de Alcalá la Real lo resume muy breve: "Eso es un viento que corre por el pueblo y cuando toca a tu puerta estás perdido. Es la misma muerte. Yo rezo de vez en cuando para que, cuando ronde por mi casa, pase de largo".
Muchas líneas se han escrito sobre las causas que podrían provocar el extraño fenómeno que azota la zona desde tiempos inmemoriales. En Alcalá hablan de los olivos, los nogales, la altitud y hasta de la pirita, un mineral existente en el subuselo que, según afirman los vecinos, provoca trastornos psíquicos. En Priego cuentan que el problema es un extraño compuesto que tiene el agua, o del oscuro influjo que ejerce el monte "La Tiñosa" sobre los pobladores. En Iznájar nadie duda de que la responsabilidad es del pantano... aunque la gente del pueblo ya se suicidaba ahorcándose antes de 1969.
Los psiquiatras, sin embargo, lo demsienten. "Absolutamente descartado", explicaba Julio Vallejo, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica en declaraciones a El Mundo. "Científicamente está demostrado que no influyen ni la climatología, ni los nogales ni el oxígeno". La única explicación que se atreve a aventurar alude a la "depresión melancólica", una enfermedad de transmisión genética, que conduce al suicidio a entre el 10 y el 15 % de quienes la padecen.
Hay fuentes que culpan a la endogamia y la consanguinidad existente en los pueblos pequeños, donde las familias acaban mezclándose entre sí. Otros, como el psiquiatra Antonio González, hablan de "lealtades invisibles". El doctor publicó un estudio en 1999 sobre los suicidios en Alcalá la Real y apuntaba a una serie de normas o costumbres irracionales que se transmiten de padres a hijos. "Mi abuelo se ahorcó, mi padre se ahorcó y yo también me voy a ahorcar". Es decir, han visto el suicidio en generaciones anteriores y lo han interiorizado como la única alternativa para resolver un conflicto.
De todos modos, la comarca de la Sierra Sur es tierra de santones y curandería. Mientras siga sin existir una explicación racional a estos fenómenos, los habitantes de la zona seguirán buscando motivos en lo divino si no los obtienen en lo humano. Esto lo simplifica todo. El sepulturero de Alcalá la Real lo resume muy breve: "Eso es un viento que corre por el pueblo y cuando toca a tu puerta estás perdido. Es la misma muerte. Yo rezo de vez en cuando para que, cuando ronde por mi casa, pase de largo".
Expediente a privatización de alumbrado en...
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