El postperiodismo
El otro día, me preguntaba un seguidor por Twitter si yo era
periodista. Le respondí que todos – inclusive él – éramos periodistas. A
diferencia de otras profesiones como la medicina, ingeniería o
abogacía; el periodista no necesita una formación específica para
ejercer su profesión. Así las cosas, hay periodistas conocidos como Javier Valenzuela, Carles Fancino, Ángels Barceló y Carlos Herrera,
por poner algunos ejemplos; que no son licenciados en periodismo. Aún
así, tales profesionales han llegado muy lejos en el oficio de la
información, sin necesidad de una credencial – un título universitario –
que los legitimara para ello. El periodista – le comentaba a mi lector –
nace, no se hace.
El periodista nace. Nace porque contar secretos es
algo que el ser humano ha hecho desde los tiempos de Atapuerca. Al fin y
al cabo, una noticia es "decir en voz alta, lo que otros no quieren que
se sepa". Hacer visible lo invisible es lo que millones de personas
hacen cada día en los intramuros de sus vidas. Cuando el secreto es
conocido por todos, cuando todo el mundo sabe que fulano o mengano ha
sido infiel a su señora, es cuando fallece el periodismo. Las redes
sociales han roto el oligopolio del secreto. Hasta hace una década, el
poder de la información residía en los tigres de papel. Eran ellos – El País, El Mundo y ABC
– quienes se llevaban el gato al agua. Ahora son los "periodistas
ciudadanos" quienes cuentan, desde Twitter, los secretos de sus vidas.
El exceso de información, el caos informativo, no es tan malo como
Saramago decía. No lo es porque "democracia" e "información" van cogidas
de la mano. En los regímenes dictatoriales existe la censura, el
control sobre la opinión pública y el atentado, por tanto, contra las
libertades públicas. En España, aunque tenemos democracia y derecho a
ser informados, nuestro modelo de periodismo es partidista. Estamos ante
un periodismo aburrido y previsible. Una prensa ideologizada que frena
el espíritu crítico a quienes solicitan una información plural e
independiente. Las redes sociales son, por tanto, una
válvula de escape para apartarse del guión establecido. Una válvula rica
en aristas y contrastes que saca los colores a los escribas del
vertedero.
Esta semana se cumplen seis años de mi blog. Seis años de lucha contra
los dinosaurios del secreto. Seis años de crítica constructiva para una
minoría abierta y selecta. Una minoría que lee desde la distancia.
Distancia necesaria para no manchar su juicio con las salpicaduras de
los tópicos y prejuicios. Esta libertad – libertad para
escribir sin estar sometido a líneas editoriales – es la grandeza de
Internet. Un medio que sin él no podríamos vencer a los tigres de papel.
Hoy en día, en respuesta a mi lector, todos somos periodistas. Todos
podemos – cada uno a su modo – contar secretos, analizar información y
opinar sobre temas relevantes. Todos somos corresponsales de nuestro
trocito de libertad. Lo único que nos hace falta, para que el periodismo
humano gane en calidad, es el respeto. Respeto al juicio de los demás, y
asertividad para criticar sin herir los sentimientos de los demás.
Bienvenidos al postperiodismo.
COMENTARIO DEL DIARISTA:
Hace unosdías me llego un privado anonimo, y esta entrada de "El rincón de la crítica" me viene al pelo en especial el ultimo parrafo que suscribo completamente.
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