Carles Alastuey: «Una buena parte de los suicidios se puede prevenir»
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Carles Alastuey, Asociación de Supervivientes Después del Suicidio, Cofundó una asociación de supervivientes después de que su sobrino se quitara la vida. Hoy habla en Donostia
Es maestro y psicopedagogo, aunque trabaja como director del
área de servicios a las personas en un ayuntamiento del cinturón
industrial de Barcelona. Pero Carles Alastuey visita hoy Donostia para
hablar del suicidio. Es uno de los fundadores de la Asociación de
Supervivientes Después del Suicidio, en la que se ocupa de la
coordinación de los grupos de apoyo.
Alastuey participa en una jornada que ha organizado la
asociación Bidegin y que estará dinamizada por Izaskun Andonegi. Será
esta tarde, a las 19.00 horas, en la casa de cultura Okendo de Donostia,
con entrada libre y aforo limitado.
- ¿Qué les llevó a cofundar la asociación Després del Suïcidi?
- La creamos con mi hermano y su mujer a raíz del suicidio
de mi sobrino, hace casi ya 8 años. Descubrimos que no hay recursos para
atender a las personas que han sufrido una pérdida por suicidio. La
profunda tristeza por la pérdida de Miquel nos hacía decir que no podía
ser en vano, que teníamos que hacer algo. Estábamos muy solos y
empezamos a investigar. Contactamos con la doctora Carmen Tejedor,
responsable del servicio de prevención del suicidio del hospital de Sant
Pau, de Barcelona, y vimos la posibilidad de crear la asociación.
- El suicidio era una realidad oculta, un tabú. ¿Sigue siéndolo?
- Es curioso, creo que llegamos en un momento en el que la
sociedad empezaba a estar preparada para un cambio. Ya había
iniciativas, pero fuimos los pioneros en dar una visión desde las
personas próximas al suicida. Todo el mundo ve normal que se hable de
las consecuencias de una pérdida en un accidente de tráfico. En cambio,
el suicidio aún hoy sigue siendo un tabú muy importante, es una muerte
que está silenciada socialmente y que se contempla siempre con sesgos de
medias verdades o afirmaciones gratuitas. Pero también es cierto que
hay un pensamiento cada vez más proclive de quienes vemos la necesidad
de poner encima de la mesa una de las causas de muerte más importante en
la actualidad, que no puede ser que por el miedo a hablar sobre este
aspecto se quede en un rincón todo un escenario que afecta a tantas
personas. Anualmente se registran unos 4.000 suicidios en España, en
Cataluña entre 500 y 700. Y el círculo entre familiares y allegados por
fallecido es de entre 6 y 10 personas. Es un cataclismo social, una
pandemia si lo juzgáramos en cualquier otro concepto de salud. Es
absurdo que no empecemos a hablar de este tema y a valorar las
consecuencias.
- ¿Cómo se procesa la muerte de un ser querido que pone fin a su vida?
- Como cualquier pérdida es un dolor profundísimo, no hay
diferencias. Lo que sí es cierto es que procesar el duelo por pérdidas
por hechos traumáticos, violentos, generalmente tiene más trabajo
asociado. Y en el caso concreto del suicidio, una muerte causada por la
propia voluntad de la persona, los elementos de culpabilidad y
responsabilidad tienen normalmente consecuencias muy prolongadas en el
tiempo, es un duelo que dura muchísimo más que por una pérdida lógica
por edad o enfermedad. Hay que abordarlo con cierta precaución para
evitar el duelo patológico, que evoluciona hacia una cierta enfermedad
mental y que se multiplica por tres en los casos de muerte por suicidio.
- ¿Cómo se puede gestionar la culpabilidad del superviviente?
- Es un elemento que precisa primero de que la sociedad
cambie su escala de valores alrededor del suicidio, que es la
manifestación de una crisis vital en la que la persona se ve sometida a
una imagen de sí misma que en ese momento no contempla más alternativa
que la muerte como solución. No ve otras opciones claras, aunque otra
persona en las mismas circunstancias puede llegar a verlas. La
culpabilidad que sentimos los familiares o las personas próximas es un
elemento que requiere de mucho trabajo, de terapia muchas veces, un
recurso que no está al alcance económico de muchas personas porque la
salud pública no lo contempla. Es un trabajo de tiempo en el que es
importante encontrar referencias que te permitan objetivizar esa
pérdida, situarla en palabras, en comprensión, poderlo compartir con
otras personas que hayan sufrido una pérdida parecida, y sobre todo
analizar el suicidio como parte de la conducta humana que todavía es
difícil de comprender y, por tanto, difícil de evitar.
- ¿Se deja algún día de preguntarse por los porqués? ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué no supe verlo?
- Quedan los porqués, esa autopsia psicológica que es
recurrente en los casos de suicidio, ese análisis exhaustivo y obsesivo
de los últimos días, de los indicadores que podían habernos advertido de
que esa conducta se iba a producir y solo vemos cuando se ha producido.
Entonces algunos mensajes adquieren una comprensión distinta. Tenemos
que afrontar desgraciadamente una muerte de un ser querido con toda esa
carga de más de una muerte cualquiera. ¿Por qué nos dijo que nos quería
pero se suicidó? Este tipo de preguntas, efectivamente, pesan
terriblemente.
- Si el suicidio se consuma, ¿cómo sobreviven los supervivientes?
- La posibilidad de reconstruir tu vida alrededor de esa
pérdida es un trabajo que nos compromete individualmente, y que te hace
replantearte el sentido de muchas cosas de tu vida. No es sencillo, pero
hay que trabajarlo. Sabemos que hay mucha gente que queda atrapada en
el laberinto de esa pérdida, que no puede salir. Es una muerte que te
persigue durante muchísimos años, que nos perturba profundamente y que
afecta a nuestra vida diaria de forma terrible. Porque es difícil
reconstruir la pérdida. Pero nosotros trabajamos con muchísimas personas
que sobreviven y hablamos de supervivientes, porque se puede sobrevivir
a esa pérdida por suicidio, como por asesinato. Tenemos también el
ejemplo de los que sobrevivieron a los campos de exterminio, o los que
sobreviven en condiciones terribles en campos de refugiados en Grecia y
otros países para nuestra vergüenza... Sí que es posible pero es preciso
que las personas sientan un acompañamiento. Y que lo puedan hablar.
- ¿El suicidio se puede prevenir?
- Sí, es un trabajo que la sociedad debe hacer. De hecho,
hay un mandato de la Organización Mundial de la Salud para promover la
prevención del suicidio, dada la gran cantidad que se producen. Tienen
que existir políticas de prevención, que se tienen que traducir por un
lado en divulgar que el hecho de tener un pensamiento suicida en ningún
caso te convierte en una mala persona. Es una conducta que existe, que
en muchos casos forma parte de un perfil de persona con una enfermedad
mental y en otros casos se circunscribe a una crisis vital, emocional,
que es más difícil de analizar pero que se puede verbalizar. Y si se
verbaliza y la gente no tiene miedo a decirlo, porque sabe que nadie lo
va a culpabilizar y a tratar como una persona peligrosa socialmente, ese
pensamiento se va a poder compartir y las personas de su entorno van a
poder de alguna forma sentir la utilidad de manifestar su afecto, su
deseo de que aplace esa idea alrededor del suicidio.
- ¿Y los gobiernos?
- Deben desarrollar políticas preventivas, como puede ser
una mejor coordinación de los servicios de salud. Muchas veces se dan
altas sin promover un escenario de negociación con esa persona para que
aplace esas ideas, sin derivarlo claramente a un servicio psicológico o
psiquiátrico ocultando esas conductas por un mal entendido concepto de
la confidencialidad con el enfermo y con los familiares. Hay muchos
elementos que pueden contribuir a que socialmente la gente se sienta
copartícipe de la acción de prevención contra el suicidio. Se trata de
poner a disposición de una persona con ideas suicidas todos los recursos
que están a su alcance para que pueda aplazar esa decisión, porque en
la mayor parte de los casos sabemos que las crisis suicidas con el
tiempo remiten. Y esa persona piensa luego, 'Dios mío, en un momento
dado de mi vida consideré esta idea'. Hay una parte muy numerosa de los
suicidios que se puede evitar. Pero hay muchos mitos y medias verdades
en torno al suicidio, y muchos tienen que ver con la valentía o la
cobardía de la persona que se quiere suicidar. La persona que considera
esta opción está desesperada, no ve otra salida. Si conseguimos
modificar su punto de vista sobre su situación es posible que esa idea
suicida se modifique.
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