C.D.D.
248,
TRABAJADORES
MUERTOS.
Fallece de un disparo un policía local en el interior de la oficina de movilidad
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El cabo, que estaba al frente de un grupo de este servicio, accedió al local y se disparó en la sien con su arma
Un cabo de la Policía Local, que estaba al mando de uno de los grupos
de la oficina de movilidad de Santander, falleció a media tarde de ayer
tras dispararse un tiro en la sien en las propias oficinas del departamento, situadas en la zona del Alisal.
El agente se encontraba con su esposa en la calle, cuando, al llegar a
la altura de las instalaciones del centro de movilidad, la pidió que le
esperase un momento. Según explicaron los compañeros del agente, el
mando entró a continuación en la oficina, cogió el arma que tenía guardada en el armario y, sin mediar palabra, se apuntó a la cabeza y apretó el gatillo.
El disparo fue certero y nada se pudo hacer para salvar su vida. El
juez de guardia, acompañado del médico forense, se personó en el lugar
de los hechos para certificar su muerte y ordenar el levantamiento del
cadáver. Aunque se trata de un suicidio, la Policía Judicial abrirá una investigación para clarificar la muerte, según determina el protocolo de actuación para estos casos.
Dentro de las diligencias abiertas, lo habitual es que el Gabinete de
la Policía Científica se desplace al lugar del siniestro para tomar
pruebas y, después, los miembros de la propia Policía Judicial tomen
declaración a la esposa y a los testigos presenciales del suceso, para
posteriormente enviar el atestado completo al juez. No obstante, los
responsables de la Comisaría de Policía eludieron ayer realizar
cualquier tipo de declaración sobre el caso.
Gran consternación
La noticia se difundió rápidamente entre los compañeros del
fallecido, que vivieron con gran consternación y pesar la muerte del
oficial. El fallecido era cabo de la Policía Local y estaba al mando de uno de los grupos de movilidad,
cuya sede se ubica en la calle Los Ciruelos, junto a la parada del
autobús (el número 47), en el Alisal, lugar en el que se produjo el
suceso.
Ni sus compañeros ni sus superiores daban crédito ayer al incidente.
«Era una persona seria, trabajadora y muy respetuosa», le definen
quienes le conocieron y trabajaron con él durante los últimos años. A su
juicio, «nada en su conducta hacía sospechar que tuviera problemas»,
y, al menos aparentemente, no tenía conflictos laborales ni pasaba por
ninguna situación depresiva. Por eso sus allegados no se explican ni dan
crédito al terrible desenlace.
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