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miércoles, 20 de noviembre de 2013

para difundir. Milagro (y una poll...) Aleman.



por Roberto Mangas - 13-11-13 00:52 - 1 comentarios

Fuente "El Heraldo del Henares"
No vengas para Alemania, Pepe
Esclavismo y humillaciones germanas
    La desesperación de no encontrar empleo en España llevó el pasado verano a medio centenar de parados castellanomanchegos a viajar hasta Alemania a través de un proyecto cogestionado por los departamentos de desempleo español y germano.
   
    Al final, muchos han vuelto a España hartos de engaños, humillaciones y salarios que rozan el esclavismo.
   
    Isabel Fernández, ingeniero técnico en Obras Públicas, máster en Gestión Medioambiental, máster en Prevención de Riesgos Laborales, que ha desempeñado el cargo en algunas de algunas de las principales empresas del país, como Acciona o Cegasa, en paro ahora, aceptó ir a trabajar de camarera de hotel a Alemania por 817 euros netos al mes…
   
    Zamorana de 30 años de edad y afincada desde hace siete en Azuqueca de Henares, no lo dudó cuando desde el Programa Eures en Guadalajara se le ofreció la posibilidad de viajar a Alemania en busca de ese trabajo que no encontraba desde hacía más de ocho meses.
   
    A finales de mayo se presenta en Toledo a la entrevista concertada en la oficina del equivalente alemán al INEM español. Allí, su responsable, Cristian Spelter, le asegura que su titulación y sus ganas de aprender alemán le servirán algún día para trabajar de ingeniero en el país germánico, “pero que tendrá que empezar en un hotel”.
   
    El proyecto, al que se apuntan medio centenar de parados entre españoles e inmigrantes, es el siguiente: un mes de formación, en su caso en Guadalajara, un mes de prácticas en Alemania y tres años de contrato, un buen proyecto para quien quiere hacer carrera a largo plazo.
   
    Lo primero, aprender alemán en una academia alcarreña, Ceis, donde la supuesta gratuidad del curso, que vale 1.500 euros, se convierte en un pago del 10%, es decir, 150 euros, que muchos parados encuentran dificultades para conseguir, aunque rebuscan entre las piedras porque les prometen que les será reembolsado más tarde, como así fue.
   
    El curso, “ocho horas diarias de un gran nivel de alemán”, asegura Fernández, “lo único positivo de toda esta historia”, finaliza el 5 de julio, dos semanas antes de su primera cita en Alemania con la entrevista que les permitirá quedarse a desempeñar su ansiado empleo.
   
    El 27 de julio estaba previsto que partieran en avión en viaje organizado por el INEM español pero pagado por su equivalente alemán… hasta que dos días antes reciben un mail de la organización en el que se les comunica que debido al alto precio del vuelo, habrán de ir en autobús, 22 horitas de nada, y además, adelantar el importe, 265 euros, que, también aseguran, les serán reembolsados en cantidad de 300 euros por el desempleo alemán.
   
    Por fin, tras un día entero de viaje, con pernoctación incluida en Lyon, llegan a Garmisch Parterkirchen, una pequeñita ciudad turística germana del estado de Baviera, muy cerquita de la frontera con Austria, de apenas 30.000 habitantes y famosa no solo por tener unos de los trampolines de salto de esquí en los que cada 1 de enero se celebran competiciones, sino también por ser el lugar de nacimiento de Michael Ende, autor de La historia interminable (en la imagen, Isabel delante del letrero de la plaza de Michael Ende).
   
    Allí son recibidos por los responsables de desempleo alemán, quienes les informan que al día siguiente serán entrevistados por alguno de los tres hoteles de la ciudad interesados en los contratos, quienes además les alojarán esa noche de forma gratuita en sus habitaciones.
   
    Según el programa previsto, tras las entrevistas de trabajo, que no dejaron a ningún aspirante sin empleo, vuelven a subir al autobús para enfrentarse a otras 22 horas de carretera de vuelta a España, es decir, 44 horas de viaje casi seguidas. Todo por un empleo de 817 euros netos al mes. Al menos según les prometieron… y que no se cumplió.
   
    Nada más llegar a España, les dicen que empiezan a trabajar el 12 de agosto, pero esta vez no les pondrán bus ni avión, tendrán que buscarse ellos su propio medio de transporte. Isabel y la gran mayoría optan por el avión, ya que les aseguran que el INEM alemán les devolverá el importe del billete, unos 300 euros.
   
    Desembarcan de nuevo en Alemania, ahora ya para empezar la nueva vida laboral lejos de España, en el hotel que se les ha asignado a cada uno de ellos, y que en el caso de Isabel es el Dorint Sport Hotel.
   
    En principio, como se les informó antes de partir, durante el mes y medio de prácticas serán dos días de academia, tres días de trabajo de hotel en todas las secciones y dos de descanso, que no tienen por qué coincidir con fin de semana.
   
    “Según nos informó el jefe del servicio del proyecto del INEM en España, Daniel Juzgado, el alojamiento, comida y Seguridad Social corría a cargo del hotel, algo que, desde luego, vistas las nóminas, no fue así”, señala Isabel.
   
    En esta ocasión, los nuevos empleados ya no son alojados en los hoteles donde van a trabajar, sino en apartamentos de la empresa compuestos de una mesa, una silla y un camastro. Además, el cubículo que le tocó en suerte a Isabel, no conocía la fregona ni la mopa desde hace años, lo que lo convertía en un criadero de arañas y cucarachas. Su primer dilema: limpiarlo o compartirlo con semejantes insectos.
   
    Primeras 24 horas de Isabel en Alemania y primer contacto con el estropajo y el mocho de la fregona.
   
    Al día siguiente, primera jornada laboral: hacer camas bajo la supervisión de una deslenguada alemana que la trataba peor que a un esclavo.
   
    “No se trataba solo de hacer treinta habitaciones en seis horas con la lengua fuera, sino que encima tenía que aguantar todo el rato insultos como españoles de mierda, jódete española, vagos españoles…´, eso sí, dichos en alemán para hacer reír a la concurrencia local sin saber que yo ya medio parloteaba el idioma de Goethe y lo entendía todo”.
   
    El maltrato y las vejaciones que los desempleados españoles sufrían a diario en este hotel llegó a tal extremo con Isabel que su compañera alemana de trabajo, un rottweiler que atendía por nombre de Natali, llegó a empujarla delante de una clienta que, satisfecha con su trabajo, pretendía dejarle 5 euros de propina y que se terminó apropiando la teutona.
   
    Isabel comunica todos estos hechos a la intermediaria del proyecto, Marcela, empleada de la academia donde recibe sus clases de alemán dos días a la semana. Marcela lo transmite a los responsables del hotel y estos prometen que acabarán con las vejaciones, que, no obstante, no terminan del todo.
   
    El 15 de septiembre, un mes después de llegar, siguen sin ver un euro, ni de viajes, ni de anticipos de academia en España, ni de trabajo de hotel, ni subsidio alemán… nada de nada. Protestan y les prometen que en una semana cobrarán.
   
    Así fue. Isabel recibe el 20 de septiembre 300 euros del bus, otros tantos del vuelo y 640 de sueldo, que “entiendo en ese momento que corresponden a la parte proporcional del mes de agosto, ya que en España nos habían prometido que al mes cobraríamos 817 euros: 200 el hotel y 617 el Gobierno alemán”.
   
    Sin embargo, poco después le llega la nómina con los conceptos desglosados y se encuentra con que los 640 euros de sueldo corresponden a dos meses ¡¡¡¡agosto y septiembre!!! ¿El motivo? Que en las ya de por sí exiguas nóminas que debían percibir, además les han quitado la parte correspondiente al alojamiento y a la Seguridad Social, algo que les habían dicho que corría a cargo de Alemania.
   
    Es decir, han trabajado dos meses como esclavos en un hotel, aguantando humillaciones, vejaciones diarias y un apartamento lleno de cucarachas para ganar, exactamente, 303 euros de sueldo en agosto y 530 euros en septiembre. De ese importe, además, tienen que pagarse la comida, el móvil, el bus para desplazamientos interiores, la ropa…
   
    El 27 de septiembre, acaban las prácticas y se tienen que volver forzosamente para España. Como en anteriores ocasiones, han de pagarse por adelantado su desplazamiento. Isabel lo tiene claro, no quiere volver a Alemania, su sueño de trabajar de ingeniero algún día en el país centroeuropeo se ha desvanecido casi por completo.
   
    Sin embargo, le dicen que si quiere cobrar todo lo que le deben, más la subvención del viaje, otros 500 euros, tienen que volver el 6 de octubre. E Isabel vuelve. Intentará recuperar lo que es suyo. Es más, intenta darse una segunda oportunidad. La han cambiado de sección y tiene nuevas compañeras alemanas. Quizá no haya más rottweiler que aguantar.
   
    Pero no es capaz de soportar más que unos días más. Con un horario de 6 de la mañana a 3 de la tarde, con dos descansos de media hora para desayunar y comer, le han puesto una jefa peor que la anterior, que la insulta sin parar constantemente por su condición de española y la obliga a hacer los peores oficios en desagües y fregaderos.
   
    El 15 de octubre, Isabel decide poner fin a su aventura alemana. No solo ha sufrido humillaciones en el hotel, también en la calle, cuando por hablar por el móvil con su madre en español un orondo y sonrosado jubilado alemán le vertió un cubo de agua desde la terraza. O cuando en tiendas donde no se podía entender con las dependientas utilizaba el inglés y ellas no le respondían en ese idioma, cosa que minutos antes había visto cómo sí lo hacían con otros clientes.
   
    “Escapar de Alemania con los papeles en regla fue luego un suplicio, me costó cuatro días, pues en el hotel se negaban a facilitármelos porque me iba antes de tiempo”, explica Isabel. Aun así, no le dan todos los papeles, algunos dicen que se los mandarán por correo a España, algo que consiguió tras miles de llamadas a su intermediario alemán y amenazas de todo tipo.
   
    Otra cosa es el dinero que le deben, cerca de 1.500 euros, entre pagos de viajes y salarios (a pagar entre el Gobierno alemán y el hotel).
   
    Isabel dice que no volverá nunca más a repetir esta experiencia en Alemania, aunque no renuncia a volver al extranjero, “pero tendrá que ser en otros sectores o en lo mío, porque no fui yo sola a la que humillaron y vejaron a diario, era a casi todos inmigrantes españoles”.
   
    Lo que ocurre es que hay muchas situaciones difíciles y hay gente que aguanta todo, “algo que no me explico muy bien, porque, ¿cómo vives con 500 euros netos al mes, si encima quieres ahorrar algo para tener a la vuelta o mandarlo a la familia? ¿Ese es el milagro alemán, sueldos de 500 euros?”. Y para colmo, se siente engañada porque nadie le explicó en España la realidad de lo que se iba a encontrar.
   
    Otro de los integrantes del viaje de Isabel fue José Luis Solano, un joven albaceteño que lleva media vida entre yesos, soldaduras, cocinas, colas de zapatero y demás oficios varios. Está hecho a aguantar todo lo que le pongan por delante. Todo, excepto trabajar catorce horas diarias por 817 euros, como le tocó hacer mientras estuvo en el país germánico. Y encima, la supuesta comida que le daban era chopped a secas, ni pan, ni una triste ensalada, “que eso era para los clientes”. Claro, que luego le descontaban religiosamente la comida y la habitación de la nómina: 400, más otros 100 más de autobús. Total neto al mes, 150 euros por catorce horas diarias.
   
    “A mí no me humillaron como a Isabel, aunque noté que el trato a los españoles no era muy cordial”, resume. Pero entre que se sentía esclavizado y que la nómina no le daba ni para pagarse el autobús que tenía que coger a diario para ir a trabajar, decidió volverse para España.
   
    “No me volveré a ir nunca más, en España no he estado nunca tan mal como en Alemania. Seguiré buscando empleo… en España”.

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