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miércoles, 3 de enero de 2018

Castilla, la tonta.

José Antonio Alonso, en defensa de Castilla y contra la manipulación histórica

Carta al Director
José Antonio Alonso, sobre el escenario.
Actualizado 2 enero 2018 20:36 
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El conocido cantante folk y reconocido etnógrafo y folklorista José Antonio Alonso ha remitido una muy interesante carta al director de LA CRÓNICA, que reproducimos en su integridad:


Estimado Director:

Leo en la prensa de estos días1 la noticia de que la Comunidad de Aragón va a crear un Consejo Asesor, una especie de "policía", encargada de impedir la manipulación de su propia historia. La iniciativa institucional surge  para defenderse especialmente de la interpretación sesgada que la Generalitat de Cataluña y, en menor medida la Generalitat de Valencia y otros, hacen de la historia del Reino de Aragón.
              
Mentira parece que esto esté pasando en pleno siglo XXI, cuando  tanto se ha avanzado en la investigación histórica. Me refiero a la investigación razonada, serena y objetiva, a la que se ha ido fraguando por los intelectuales formados con métodos científicos y que muchos hemos recibido, afortunadamente, con el debido rigor, en las escuelas, en los institutos y en las  universidades.
              
Sin embargo no debiera sorprendernos demasiado si analizamos como han venido sucediendo las cosas en las últimas décadas. La formación histórica que muchos recibimos en nuestros primeros años, fue también una educación manipulada por los que ganaron la guerra y escribieron su propia versión de la historia. En términos generales, los jóvenes que vivimos la Transición nos rebelamos contra la versión de la historia de la Dictadura y abrazamos sin reparos, con ilusión y esperanza los nuevos tiempos que la Constitución del 78 abrían para nosotros.
              
La canción de autor fue la banda sonora de aquel tiempo nuevo. Cantábamos canciones de Labordeta (Habrá un día en que todos...) de Raimon (Al vent), de Lluis Llach (l'Estaca), de la Bullonera (Ver para creer) y, más cerca de nuestra castellanía, El Nuevo Mester (Los Comuneros). En el aire ondeaban hermanadas senyeras, ikurriñas y pendones. La Constitución fue, y sigue siendo, el marco legal de convivencia de tan variadas culturas y pueblos. Pero empezó la vida cotidiana y... Cada uno a su casa.
              
A partir de entonces las mal llamadas "comunidades históricas" se encierran y se concentran en su propio autogobierno. Digo mal llamadas, no porque no tengan su historia, sino porque esa premisa descarta que muchas otras comunidades o colectivos no tengamos la nuestra. Parece como si esas comunidades "pata negra" tuvieran ya prioridad sobre las otras. El tema no es baladí, pues ha supuesto, en la práctica, un mayor desarrollo (unido al ya existente) y una serie de privilegios que se justifican en argumentos "históricos", derechos forales y otras cuestiones en las que no quiero entrar ahora.
              
Para los castellanos -¿Debo pedir perdón por utilizar esta palabra?, porque en determinados ambientes hablar de Castilla pudo ser  algo casi subversivo. Efectivamente, los castellanos nos encontramos con que Castilla queda dividida en varias comunidades -divide y vencerás- pero no divididos por otros (¿o sí?) No interesaba una Castilla unida. (¿No interesaba a quién?

De modo que así seguimos: Madrid por un lado, de manera que el principal foco de poder económico castellano se erige en comunidad autónoma. Buen negocio. ¿Alguien se plantea, bromas "tabarnias" aparte, una Cataluña sin Barcelona?, un País Vasco sin Vizcaya o una Andalucía sin Sevilla? Pues eso está pasando aquí, en nuestros propios ojos. No estaría mal reflexionar, con datos reales,  sobre las consecuencias de algunas decisiones políticas, tomadas en su día.
              
Ya no somos una "comunidad histórica", según algunos. Bueno, depende, pues cuando hay que echar las culpas de todos los males de España, entonces sí: Castilla vuelve a su ser: Castilla es la culpable del centralismo, de los desmanes del imperialismo español en América y de todos los males de aquellos tiempos convulsos, de la imposición del idioma "español", de los tercios de Flandes y del Duque de Alba -como si las comunidades "históricas" hubieran venido de un tiempo feliz, de paz y amor, del paraíso terrenal, de un tiempo sin opresores y oprimidos.
              
La lecturas y las interpretaciones deformadas de la historia se mueven por caminos sinuosos y de arenas movedizas. Todo poder busca la interpretación de los hechos que mejor le cuadre, que mejor justifique sus proyectos y sus ambiciones. Esto forma parte de la historia de la humanidad. Pero...-¡Por favor!-, con un poco de mesura, que no se note tanto.
              
Hemos pasado de la España Una, Grande y Libre al mirarse y recrearse en el propio ombligo, sin importar la historia común, los logros comunes, con todos los defectos, errores cometidos y agravios, que sin duda los ha habido y que hay que corregir.
              
Para ello se necesita valentía y altura de miras. Puestos a hablar y a reivindicar, creo que habría que poner sobre la mesa algunas cuestiones como por ejemplo la igualdad de trato fiscal para todas las comunidades autónomas, la equiparación real en derechos y obligaciones y la solidaridad entre las mismas.
              
Cuando los jóvenes de la Transición cantábamos aquellas hermosas canciones, pensábamos y creíamos de verdad en esos valores. Muchos nos sentimos ahora decepcionados, en alguna medida, y pensamos que algunos compañeros de viaje han sido desleales (políticamente hablando).
              
La lectura deformada de la historia es doblemente peligrosa: por lo que se distorsiona y por lo que se oculta.
              
Más de una vez he traído a amigos de las comunidades "históricas" a dar una vuelta por aquí, para que vean con sus propios ojos en qué han quedado estos territorios "centralistas" y "opresores". Así es que he preparado una ruta teórica que contemple los efectos del Trasvase del Tajo, las centrales nucleares, que vinieron aquí porque "amablemente" se deshicieron de ellas en otros territorios... (Todos necesitamos la energía, pero los riesgos, aunque sean mínimos, que los asuman otros). Y para terminar una vuelta por los desiertos demográficos de la Sierra y del Señorío de Molina, la mayor parte de cuyos pueblos se quedarán vacíos de aquí a diez o quince años.
              
Esta es la realidad, cada vez más acuciante, de una gran parte de nuestra provincia. Mostrar nuestra historia y la verdad de los hechos es una tarea común e irrenunciable. Deberíamos mirarnos en el caso de Aragón, que comentábamos al principio. Es importante que todo el mundo conozca estas cosas. Al margen de las legítimas discrepancias de los distintos proyectos políticos, deberíamos dedicar más tiempo y esfuerzo a proponer, a construir, a  defender los intereses colectivos y a reforzar nuestros lazos políticos, culturales, sociales y económicos con los leales compañeros de viaje.
              
La lealtad o la deslealtad también se demuestran andando y quedan grabadas en la historia.


[1] http://www.abc.es/espana/aragon/abci-aragon-crea-policia-expertos-contra-manipulaciones-historicas-nacionalismo-catalan-201712062042_noticia.html

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