Me niego a que el Frente Cívico sea un movimiento sólo de izquierdas. Esto es un movimiento de sentido común
P. Julio, le vamos a citar dos frases, que son dos
pintadas que se produjeron en dos momentos distintos en dos países de
Latinoamérica. Una en Uruguay, durante la Dictadura militar que decía
“La esperanza es lo último que se perdió”. Y otra en Argentina, en la
época del corralito que expresaba: “Que se vayan todos”.
R. Bueno, la primera es la más terrible de las dos,
porque ustedes saben que hay un dicho de que lo último que se pierde es
la esperanza. Pues se ha perdido. Como población estamos inermes a
cualquier mensaje. Estamos en condiciones perfectas para el fascismo. El
fascismo tiene una serie de elementos que lo hacen seductor: primero,
te señala un enemigo. Y uno lo necesita. Saber contra qué lucha. Porque
eso de luchar contra el capitalismo es como más abstracto. ¿El enemigo
quién puede ser? Pues el marroquí, el extranjero, o el rojo. Yo qué sé.
Un enemigo. En segundo lugar, su dialéctica es blanco o negro. El
fascismo es una dialéctica política para perros mentales, que necesitan
que le den las cosas hechas. Eso da una fuerza que se juegan la vida,
cuidado. Y unos análisis en los que todo es tan elemental, tan sencillo,
que arrastra a la gente. En estos momentos estamos a expensas de que se
pueda presentar. Lo que ocurre es que al capital no le interesa, porque
ya domina perfectamente. No le interesa que eso progrese. Si no en el
momento en que ellos vean que pudiera haber una reacción del pueblo
aparecerán los fascismos. Porque son hijos suyos. El fascismo es el hijo
del sistema capitalista cuando entra en crisis. Lo va produciendo por
sus propias lógicas. Yo no hablo de gente buena ni mala. Hablo de la
visión lógica de las cosas. Cuando digo el capitalista, no estoy
diciendo el capitalismo asesino. No, no. Cuando hablo de capitalista es
porque tiene esta definición. Cuando hago esta definición me refiero a
términos económicos, no a términos morales. Muchas veces en la izquierda
siempre hacemos análisis desde el punto de vista moral y estamos
perdidos. Ya que entonces incurrimos en fallos enormes: ‘capitalista,
miserable, ruín, perverso. Obrero, santo’. No, no. Hay empresarios que
son buena gente y hay cada obrero… Y nos perdemos, nos perdemos.
El fascismo es el hijo del sistema capitalista cuando entra en crisis
P. Los fascismos clásicos se nutrieron del movimiento obrero también.
R. En unas elecciones francesas, de unos 10 o 12
años, Lepen ganó en los feudos del partido comunista. Y esto, que muchas
veces los partidos comunistas lo sueltan así… yo he intentado y hemos
conseguido hacer análisis de esto. ¿Porqué nosotros? Porque muchas veces
la clientela que nos ha votado, luchadora y demás, también necesitaba
que le dijeran cuál es el enemigo. Y para mí el comunismo es un
ejercicio de pensamiento permanente, de reflexión. Vamos, eso es lo que
yo aprendí. Entonces, el comunismo visceral, el comunismo de corazón sin
razón a mí no me interesa. Yo sé que esto que digo es una blasfemia.
El comunismo visceral, el comunismo de corazón sin razón a mí no me interesa
P. De hecho, cuando cayó el muro de Berlín circulaba
un chiste por los antiguos territorios comunistas sobre dos camaradas
que se encontraban después de mucho tiempo. Uno le decía al otro:
“Recuerdas, todo lo que nos contaron sobre el comunismo era mentira”. Y
el otro le respondía: “Sí, pero es que todo lo que nos contaron del
capitalismo era verdad”.
R. Sí, lo que pasa es que el muro se cayó ‘pa’llá y
pa’cá’. Yo recuerdo que cuando ocurrió eso tuvimos una discusión y me
recuerdo haber dicho que iba a tener unas incalculables consecuencias
porque ya Occidente no tiene que mandar dinero a espuertas a Berlín, el
escaparate, ya Occidente se encuentra sin el enemigo, ahí está. Aquello
era lo que era, pero objetivamente como en la mente de mucha gente de
Occidente era el paraíso [se refiere a los antiguos países comunistas]
eso frenaba a Occidente. Le quitaron el enemigo y dijo pues todo el
monte es orégano.
P. ¿Y se acabó el Estado del Bienestar?
R. Sí. Eso estaba ya decretado.
P. Políticamente hablando, ¿qué es lo que más miedo le da?
R. Lo que siempre me ha dado miedo es la apatía, el
no querer saber. Mi experiencia diaria, aquí, en donde estoy [la
entrevista se desarrolla en el bar Sótano, en la Plaza de la Corredera].
Ahora me voy a llegar al mercado, a recoger lo que he comprado. La
gente me para y me dice: Don Julio, señor Anguita, esto que está pasando
qué es del hijoputa del presidente del Gobierno. No, no. No empecemos
así. Esto se trata de que… Entonces me cortan y me dicen: No, yo no
quiero saber nada. Entonces corto y digo ea. Se acabó. Me he encontrado
que mi pueblo, mis compatriotas, no quieren saber nada. Pues bien,
cuando no queréis saber nada tenéis lo que tenéis. ¿Y saben ustedes
porqué? Porque han acostumbrado a nuestro pueblo a que tenga miedo a
pensar. Pero esto no es nuevo. Estamos así desde la época de Fernando
VII. El franquismo inventó a Franco, no Franco al franquismo. Es
anterior. Es la parte de no pensar, obedece. Que yo te doy la ropita,
calentito. Pero tú no pienses. Pensar es el enemigo número uno para el
pueblo español. Se pone delante de un toro, se la juega, pero ponle un
libro, verás. Hombre, esto es exagerando y globalizando. Pero temor a
pensar… incluso señores con título universitario que no quieren pensar.
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