Comentario del Diarista:
Nada que decir ,
coincido plenamente con el autor del articulo los muertos diarios parece como
si fueran menos muertos menos trágico, menos de todo, no salen en tv ni prensa
ni radio solo familia , amigos, compañeros según quien hasta se entera
todo su pueblo pero de ahí no se pasa si decididamente es mas trágico 145
muertos en accidente de aviación, que los 1360 muertos en pleno trabajo anualmente o los 50 muertos en las carreteras durante un largo fin de semana, o los casi 4000
suicidios anuales muchos de ellos tras recibir la noticia del desahucio, o
quedarse sin tan siquiera una ayuda familiar o sin paro , nada esos son muertos
de pacotilla, la sociedad , los políticos el gobierno pasa de ellos los esconde
o camufla se conoce que no importan.
Muertos de golpe son más muertos
Buscar culpable resulta aquí una forma urgente de tratar de
encontrar consuelo, como si fijar un responsable fuera una forma de
volver a la estabilidad rutinaria
Ciento cincuenta muertos de golpe en un día provocan
un impacto infinitamente mayor que ciento cincuenta muertos a goteo,
por ejemplo en accidentes de tráfico en fines de semana durante seis
meses. Los muertos son los mismos, la cantidad de dolor idéntica, los
familiares destrozados parejos, pero la montonera de muertos en un mismo
día y a una misma hora provoca una percepción radicalmente distinta de
la muerte en la mayoría de la población, añade muerte a la muerte, más
conmoción al dolor; provoca un despliegue mediático que centuplica un
impacto que se diluye en el recuento de muertes de fines de semana.
Parece que se si se matan ciento cincuenta de golpe en un accidente de
avión, son más muertos más que ciento cincuenta fallecidos, no se, en
accidentes laborales esparcidos a lo largo de doce meses. Parece que si
se mueren de uno en uno, no se mueren tanto que si se mueren por
decenas, al menos en la percepción de la mayoría de la población.
La muerte masiva, concentrada en un mismo accidente, provoca en la
percepción de los vivos que consumen la información una sensación
distinta, de impacto enorme, que lleva a bucear en los detalles de los
bebés que viajaban, de los jóvenes de intercambio que viajaban, de los
sujetos con nombres y apellidos que volaban, que nos lleva a fijarnos en
las historias de los que no tomaron ese vuelo por azar o en pensar que
yo podía estar allí.
Todo se magnifica en la reduplicación de los medios y
parece que 150 muertos son 150 muertos y no quince muertos tomados de
diez en diez. La relativa arbitrariedad de los medios al pesar los
muertos por el número unido a la concentración temporal, por la
proximidad, por los lugares de salida y llegada, por las biografías de
los fallecidos, esparce la muerte en todas las direcciones.
Como en tantos casos, buscar culpable resulta aquí una forma urgente de
tratar de encontrar consuelo, como si fijar un responsable fuera una
forma de volver a la estabilidad rutinaria del momento anterior a la
muerte masiva.
No soportamos la muerte y menos aún la
muerte masiva. La cada vez más escasa resistencia a la adversidad busca
de manera urgente un culpable en quien descargar. Si no lo tenemos,
parece que el duelo no se acaba de cerrar. Y empiezan las preguntas,
lógicas en cualquier ciudadano que se sienta tal.
Aquí nos afanamos en saber si el avión estaba bien, si se tomaron las
medidas de seguridad que no nos exigimos a nosotros mismos cuando
viajamos en coche, resuena low cost como explicación difusa y es
imposible introducir la racionalidad de que en avión se matan menos que
en otros medios, pero ocupan más portadas. La muerte de golpe parece
mucha más muerte.
Luego está la puesta en escena de
los políticos, que creen que deben suspender un viaje, no les vayan a
decir que les falta piel; o los que aprovechan el destrozo para tratar
de establecer relaciones de cuatro estados en pie de igualdad; o los que
fuerzan un gesto o una declaración compungida, no les vayan a reprochar
indiferencia en medio de tanto dolor compartido a través de los medios.
Y menos mal que el avión es alemán, alemán puro, filial de Lufthansa--
aunque sea low cost--, lo cual parece que frena la percusión de los
marcos cognitivos que se dispararían si el avión fuera de cualquier país
de los que tenemos asociados a la palabra chapuza.
No hablar de ello en modo gran despliegue parece falta de sensibilidad y
traición y así se entra en competición por ver quién cuenta más cosas,
quién da más noticias, quién llega donde no llegan los otros. No cabe
quedarse en la redacción. Ciento cincuenta muertos en un día son muchos
más que ciento cincuenta muertos en medio año de fines de semana en la
carretera, así lo percibimos.
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