El mar de Terranova es agua de bacalao y fletán, de frío, hielo y supervivencia. Y desde este martes, también, el escenario de unas de las peores tragedias de la pesca de altura española. A las cinco de la madrugada del martes, a 250 millas de la costa de la isla canadiense, «saltó la baliza» del pesquero pontevedrés Villa de Pitanxo. Se había perdido la pista. Ya no transmitía señal. En medio de muy mala mar, expuesta a un temporal más virulento de lo habitual en el Atlántico Norte, los 24 tripulantes del arrastrero congelador de Marín se afanaban por sobrevivir a las gélidas mareas invernales tras el hundimiento del buque. Según ha manifestado este miércoles el ministro Luis Planas, se trata de la «mayor tragedia pesquera en 40 años».
Tres marineros, Juan Padín, de 53 años; su sobrino Eduardo Rial, de 42; y un tercero sin identificar son, de momento, los únicos supervivientes del naufragio del Villa de Pitanxo. Un barco propiedad del Grupo Nores de Marín, construido en 2004 por unos cinco millones de euros y perteneciente a la Cooperativa de Armadores de Pesca del Puerto de Vigo, la flota de los Grandes Bancos.
La tripulación estaba formada por 24 tripulantes, 16 de ellos son españoles, cinco peruanos y tres ghaneses. Y la mayoría de los marineros proceden de la comarca pontevedresa del Morrazo: tres eran de Cangas, tres de Marín, uno de Moaña y otro de Bueu. Se sabe que uno más nació en Huelva y un observador del Instituto Español de Oceanografía, embarcado en el buque, era canario. El resto de tripulantes extranjeros residían en la provincia de Pontevedra.
«No os preocupéis, estamos bien»
A falta de recabar más datos, lo más probable, dada las características de este tipo de pesqueros, es que un golpe de mar pudiera haber provocado un desplazamiento de la carga y facilitado su hundimiento. La capacidad de congelación del arrastrero era de 24 toneladas y está diseñado para navegar en aguas profundas (más de 800 metros de profundidad) y en condiciones climáticas adversas en el Atlántico Norte, donde se dedicaba fundamentalmente a la captura de fletán negro, una de las especialidades del puerto de Marín. Desde allí salieron el pasado 26 de enero y tenían previsto regresar a casa el próximo 23 de mayo.
El patrón del pesquero es Juan Padín, de Aldán (Cangas), un marinero experimentado que conoce bien las aguas de Terranova, donde los armadores gallegos y vascos han establecido lazos comerciales desde mediados del siglo XX, sobre todo al calor de los años dorados del bacalao.
Padín pudo hablar con su familia y confirmar que él había sobrevivido. «No os preocupéis. Eduardo y yo estamos bien», les tranquilizó. «Yo, mal que pese, estoy feliz, pero el susto que pasamos no nos lo quitan ni se lo deseo a nadie. Esto es muy doloroso», manifestó Sara, la novia de Eduardo, con gran respeto para todas las familias que esperan noticias desde Canadá. La última vez que había hablado con él eran las cuatro y media de la mañana y le había dicho que había muy mal tiempo en la zona.
La pesca de altura es superviviencia y camaradería y tras zozobrar el Villa de Pitanxo varios pesqueros hermanos como el Playa de Menduiña, del mismo armador con base en Marín, y el portugués Novo Virgem da Barca se han sumado a las labores de auxilio. Este arrastrero del país vecino pudo recuperar el cadáver de un marinero en medio de olas de cinco metros y vientos fuertes.
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