Las víctimas dobles del amianto
Alfredo Menéndez Navarro
Catedrático de Hª de la Ciencia de la Universidad de Granada
Montserrat García Gómez
Especialista en Medicina del Trabajo y en Medicina Preventiva y Salud Pública
Catedrático de Hª de la Ciencia de la Universidad de Granada
Montserrat García Gómez
Especialista en Medicina del Trabajo y en Medicina Preventiva y Salud Pública
El amianto o asbesto es el principal cancerígeno laboral. Según la
OMS, todos los años fallecen en el mundo más de 100.000 personas por
cáncer de pulmón, mesoteliomas (o cánceres de las membranas pulmonares) y
asbestosis provocados por la exposición laboral a las fibras de
amianto. La carga de enfermedad y muerte causada por la exposición al
amianto seguirá aumentado en los próximos años incluso en países donde
ha sido prohibido, dado el largo periodo de tiempo que trascurre entre
la exposición y la aparición de estas enfermedades. Según la UE, de aquí
al año 2030 medio millón de personas morirán en Europa por cánceres
ocasionados por exposiciones al amianto ocurridas en los años ochenta y
noventa del siglo pasado. El número de fallecidos crecerá con fuerza en
aquellos otros países donde sigue siendo legal su consumo. Europa ha
sido el epicentro de esta epidemia mundial de cánceres profesionales.
Las estadísticas de mortalidad de la OMS reflejan que en Europa se han
producido el 56% de todos los fallecimientos por mesotelioma y el 41% de
las muertes por asbestosis registradas en el mundo, a pesar de que en
ella sólo habita el 13% de la población mundial. Un doloroso legado
consecuencia del consumo en nuestro continente de más del 55% de todo el
asbesto comercializado a nivel mundial hasta la década de los ochenta
del siglo pasado.
España no es una excepción. El consumo de amianto en nuestro país se
intensificó en los años sesenta del siglo pasado hasta alcanzar su
máximo a mediados de los setenta, fecha desde la que fue descendiendo
hasta su prohibición definitiva en 2002. La consecuencia ineludible del
consumo de 2.514.000 toneladas métricas de asbesto es el incremento del
número de cánceres provocados por la exposición a sus fibras. Los
cánceres de pleura, en su mayor parte mesoteliomas causados por el
amianto, han crecido de forma ostensible a lo largo de las últimas
décadas. Entre 1975 y 2010 fallecieron en nuestro país 6.037 personas
por esta causa, más de una quinta parte de ellas en los últimos cinco
años. La distribución geográfica de los fallecimientos muestra una clara
asociación con la ubicación de las fábricas de amianto-cemento, de los
astilleros y de las empresas dedicadas a la fabricación de frenos y
embragues, y de material ferroviario, principales sectores en los que se
produjeron las exposiciones al amianto. Las últimas estimaciones
señalan que más de mil personas fallecerán en nuestro país por un
mesotelioma pleural entre 2016 y 2020 y que las defunciones por cánceres
del amianto se prolongarán hasta el año 2040. El número de cánceres
pulmonares causados por el amianto es más difícil de rastrear ya que en
su producción influyen otros factores causales como el consumo de
tabaco. Hay consenso científico en que el número de fallecidos por
carcinomas broncopulmonares debidos al amianto duplica con creces la
cifra de mesoteliomas. A ello hay que añadir un número indeterminado de
otros cánceres, como el de laringe y ovario. Podemos considerar que 700
personas fallecen anualmente en nuestro país por cánceres provocados por
la exposición laboral al amianto.
Las víctimas del amianto en nuestro país lo son por partida doble.
Además de perder su salud y fallecer por una causa evitable son víctimas
de la falta de reconocimiento de nuestro sistema de seguridad social.
Sólo el 6,4% de los hombres y el 4,4% de las mujeres que fallecieron
entre 2007 y 2011 en nuestro país por mesotelioma pleural atribuible a
exposición laboral al amianto han sido reconocidos como enfermos
profesionales por la Seguridad Social. La tasa de infra-registro de los
fallecidos por cáncer de bronquio y pulmón atribuibles a exposición
laboral al amianto es aún mayor, el 98,8%. Que el reconocimiento se
limite a menos de una de cada veinte víctimas de este tipo de cánceres
tiene graves consecuencias. La primera y fundamental es la privación a
las víctimas de sus derechos en términos de prestaciones y de
reconocimiento social. La calidad ética de nuestra sociedad ha germinado
sobre el reconocimiento ciudadano a colectivos vulnerables y víctimas
de iniquidades como el terrorismo o la violencia de género.
Las víctimas
del trabajo, de los cánceres laborales con el amianto a la cabeza,
siguen enfrentándose al drama de la pérdida de su salud ante la
indolencia de nuestra sociedad. El infra-reconocimiento implica también
la transferencia de los costes económicos provocados por la enfermedad
desde las empresas responsables de las exposiciones laborales a la
ciudadanía general y a nuestros Servicios de Salud. Por último, el
masivo infra-reconocimiento de las víctimas provoca una grave distorsión
de las estadísticas de enfermos profesionales. ¿Adoptaría la ciudadanía
una posición diferente respecto a este problema si las estadísticas
oficiales de reconocidos por cánceres del amianto reflejaran los 700
fallecimientos que se producen anualmente en nuestro país por esta
causa? La concienciación de la ciudadanía, lograda gracias a
estadísticas oficiales que reflejan cifras cercanas al número real de
afectados y que otorgan visibilidad social al problema, es uno de los
factores que ha posibilitado en países de nuestro entorno enfrentar este
problema sin agravar el dolor de las víctimas. El Programa de
Vigilancia de la Salud de los trabajadores que han estado expuestos a
amianto (PIVISTEA) se ha revelado como un instrumento clave para que
aflore la carga de enfermedad provocada por el amianto. Potenciarlo y
lograr que su cobertura se extienda a la totalidad de trabajadores que
estuvieron expuestos, muchos de los cuales ya han abandonado el mercado
laboral, es una responsabilidad de los gobiernos de las comunidades
autónomas. Se trata de una medida imprescindible pero insuficiente para
los afectados si el Instituto Nacional de la Seguridad Social continúa
limitando el derecho de las víctimas a su reconocimiento económico y
social.
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