Breve biografía poética
Como diría el escritor John LeCarré, nací en una pequeña ciudad de Alemania, adonde mis padres emigraron, antes de que España fuese desarrollista y se hubiera inventado el turismo y todo el mundo tuviera un seiscientos, que es lo que ahora una mayoría es lo que quiere recordar de la España de Franco.
Volvimos y fijamos nuestra residencia en Alcalá de Henares, de donde, tras la tempranísima muerte de mi padre, nos trasladamos a vivir a Azuqueca, a la última calle del barrio de la Quebradilla, en 1976. Sin embargo, terminé la EGB en el colegio al que iba en Alcalá. Con catorce años, comencé a escribir poesía, y a leerla, lo que era más importante. Mi profesor de Lengua me regaló “Hojas de hierba”, de Walt Whitman, aunque fuera demasiado denso para mi yo de entonces. Cosa que no mucho después me pasó en igual modo cuando leí por primera vez la poesía de Vicente Aleixandre. Sin embargo, Aleixandre representó una iluminación y una identificación que duran hasta hoy.
Con el poeta Fernando Borlán
Con Aleixandre, a cuyo domicilio envié un telegrama de gran pésame cuando murió, en la calle Velintonia, 3, de Madrid (hoy asediada por la desidia de toda institución y autoridad cultural pública o privada), me adentré en la galaxia que supone la Generación del 27: Alberti, Lorca, Salinas… mientras seguía escribiendo poemas de continuo, a lo que me animó a la vez que me abría la puerta a otros muchos autores el profesor del instituto Brianda de Mendoza, Fernando Borlán, quien a su vez era parte del grupo Enjambre de poetas de la ciudad alcarreña. También tiempos de leer a los poetas novísimos de los setenta, y no quiero olvidar a otros poetas que desde muy pronto fueron faros en el mar de la escritura: Pablo Neruda y Miguel Hernández.
En 1984 comencé a colaborar en el semanario, el decano de la provincia, Flores y Abejas, luego El Decano, con noticias del pueblo azudense. Mi primer artículo fue de opinión, sobre los perros de caza que sus dueños mataban cuando ya no les eran útiles, y los colgaban de árboles, cercas y postes, comentando una serie fotográfica de Álvaro Díaz-Villamil, el gran profesional gráfico cuyo nombre lleva un premio de Azuqueca, con todo merecimiento.
Comencé también a colaborar con otros medios, como La Prensa Alcarreña, o puntualmente Ser Guadalajara, después Guadalajara 2000, y en 1988 fui redactor jefe de la revista municipal Azucahica, dirigida por Roberto Mangas. Cuando se cerró temporalmente, antes de iniciar una nueva y diferente etapa, me trasladé a vivir a Alcalá de Henares, donde fui redactor del suplemento informativo de la revista de anuncios clasificados CambiHenares, con el nombre de Crónica del Henares. En Alcalá he vivido veinte años, trabajando como administrativo -también en labores de gestión cultural, como la organización de seminarios y exposiciones-. Sin embargo, dado que casi toda mi familia sigue residiendo y trabajando en Azuqueca, volvía con cierta frecuencia para visitarlos.
Durante la época en que el poeta Borlán ejercía una profunda labor educativa sobre mis conocimientos de la literatura y de la poesía, fundé, junto a un grupo de amigos y amigas escritores de verso y prosa, de pintores y dibujantes, el Grupo Oye, con el que hicimos alguna exposición y lectura de poemas, e incluso publicamos una antología de poemas y relatos, publicado por una institución local. También fue Borlán quien me incluyó en una antología de poetas de Castilla-La Mancha que coordinó en 1989.
En Alcalá publiqué algún poema en revistas y fancines locales, y aunque las pleamares de la vida me llevaron lejos de los cenáculos y bandas literarias, seguí escribiendo, realicé algún recital y gané algún pequeño premio. Y seguí leyendo a los poetas, ampliando mi mirada tanto hacia los clásicos como a los contemporáneos, destacando a Paul Celan, y más recientemente, a Robert Hass.
A finales de 2011 regresé a Azuqueca, y entonces, al recorrer con más calma y en mayor amplitud el pueblo, me sorprendió ver que había habido grandes cambios en la fisonomía de la ahora ciudad, en el sentido de cantidad de vecinos nuevos, y como habían desaparecido muchas imágenes de calles y rincones, para ser reemplazados por otros. De aquel pueblo de nueve mil habitantes, lleno de vaquerías y su enorme fábrica de chimeneas como faros, ahora se había pasado a cerca de cuarenta mil: había nuevos barrios, otros habían crecido enormemente, muchos llenos de chalets adosados y la logística se había erigido en el imperio local. Desde la Quebradilla ya no se veían las imponentes puestas de sol invernales y pictóricas, cuando solo había la Cartonera que, sin embargo, no impedía las vistas que ahora hay que buscar saliendo de la población por los caminos del oeste.
Mi blog poético
Desde hace años creé -diseño webs, entre otras cosas- un blog donde voy subiendo mis poemas, y en el que tengo uno de mis poemarios: https://poesiafelixrodriguezsanz.es/.
El libro -entendido como un grupo de poemas relacionados entre sí- es “Un Packard negro cae”. Otros libros son: “Cuando agoniza el encanto”, y “Las palabras no dichas”. Hace tres años publiqué un poema en la antología “Erotismo poético”, de la editorial Diversidad Literaria, y hace dos participé en un taller sobre la fascinante poesía japonesa, organizado por dos expertas de la página y comunidad “Poémame” (https://comunidad.poemame.com/).
Por último, hay un rasgo vital que influye y trastoca profundamente cualquier biografía, como son ciertas e importantes vicisitudes de salud. En mi caso, que soy enfermo crónico de riñón, sometido primero a largas horas de diálisis, en el hospital de la provincia, y después, transplantado, desde finales de 1988, con tratamientos farmacológicos de por vida y diversas consecuencias que modifican la mirada poética, también, enriqueciéndola.
Y… también leo mucha prosa, criminal, ciencia-ficción, ensayo… pero, como se ha dicho tantas veces, esa es otra historia.
Cornamenta contra
cornamenta,
entre los abedules
expectantes de sangre.
La berrea no es
por la piel exacta: por el paisaje
y el invierno,
su vocal de frío hierro
en el pico sobre el humo.
Porque se oxidará.
Con la rueda de las estaciones
llegarán otras nieves.
No estarás,
pero no habrás logrado
la palabra que descifre
la sangre y la madera
y la roca,
o los ojos de ese cielo,
ese dolor blanco,
esa etimología.
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