¡Ni un muerto más! Esta exclamación es fruto de la impotencia,
del dolor. En septiembre, en las instalaciones del PITA, se produjo una
explosión en las dependencias de la Empresa Hintes Oil Europa. La
deflagración se saldó con la cifra de dos muertos y tres heridos. Todos
acudieron esa mañana al PITA a trabajar como otro día cualquiera. Dos de
ellos ya no lo harán más y dejan a sus familias rotas por tan fatal
desenlace.
Según la Secretaría General Técnica del Ministerio de Empleo y
Seguridad social se han registrado 385.276 accidentes de trabajo desde
enero hasta septiembre de 2015, de los cuales 334.382 ocurrieron durante
la jornada laboral y 50.894 fueron accidentes in itinere (suceso o
hecho que transcurre en el trayecto entre dos puntos), un 8,4% más que
en el mismo periodo del año anterior. Del mismo modo, durante el periodo
de enero a septiembre de 2015 se produjeron 454 accidentes de trabajo
mortales, 38 accidentes más que el año anterior, según datos del
Ministerio de Empleo y Seguridad Social.
Estas cifras nos dirigen a una
realidad escalofriante: los accidentes laborales aumentan en el mapa del
empleo español. Pero no solo crecen los percances, también se
incrementan los muertos, es decir, algo no se está haciendo bien y sus
consecuencias son terribles para cientos de familias. Por desgracia me
ha tocado formar parte de esa dolorosa cifra que apunta el Ministerio de
Empleo, y créanme, no es nada agradable. Pido, por favor, que los
empresarios, propietarios, jefes, encargados y los propios trabajadores
pongan toda su responsabilidad en este asunto.
Que las condiciones de
seguridad de un trabajador sean las idóneas para realizar su labor. Que
todos los dispositivos que sirvan para garantizar la seguridad de los
empleados estén en orden y que, si no se da este contexto, no realicen
su trabajo, porque ningún trabajo vale más que la ruptura perpetua de
una vida. Estoy cansado de ver a gente limpiando cristales en la cornisa
sin arnés y sin ningún tipo de sujeción, a pintores colgados de una
fachada en andamiajes y estructuras castigadas por el paso de los años, y
así, un largo etcétera.
Asimismo, también animo a las personas que
dedican su tiempo a trabajar en organismos públicos a legislar sobre la
seguridad y la prevención en riesgos laborales. Que blinden estas
condiciones para abrir nuevos negocios o para mantenerlos, que los
inspeccionen con mayor rigurosidad y que, por encima de todo, protejan a
los trabajadores.
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